jueves, 15 de diciembre de 2011

Romance en puerto, de Marta Antonia Sampedro



Un hombre ha llamado a la puerta.

Al entrar, está llorando.
Dice que ha sentido amor,
en el último puerto.

No es extraño, marinero,
le expreso,
vivir un romance.
Tu corazón, leal y sincero,
desconoce la frialdad necesaria,
para desembocar los besos
sólo por serlos,
igual que en ocasiones
comemos por comer,
o bebemos porque beba
el resto.

Y de su boca surgieron,
palabras no propias
en marinero:

“Yo esperaba su lluvia,
flor en secano era
o planta de invernadero.

Un monte inhóspito
en mis crudas estaciones
y monótonos paisajes de mar.

Nieve derretida
que en los charcos pisada fuere,
canal de amor oxidado,
venas sin sangre.

Brisa congelada,
una mirada fija del pasado
en un ayer traidor
por nombres arrojados,
sin valor,
que errante
el corazón apresaren.

Ella ha sido mi llamada.

La vio la tarde azul,
desnuda la noche blanca,
florida de Atlántico,
y sus caricias,
fundida plata.

Un recuerdo
que a partir de hoy,
a la espalda,
como surco de camino
me cubrirá de nostalgia.

Azul, también,
la llevará el adiós,
y ausentes mañanas
la descubrirán,
en cielos ya borrados.

No es un romance,
ni barquito de río,
sino alivio de ahogado,
cantos del alma
que muda creía en mí.

Por ello lamento,
que a la espera
de su lluvia,
esta flor de secano
anduviera”...

No supe qué decir,
ante el llanto de poeta.

Saqué de mi armario
una guitarra,
ya estropeada,
que mi amor me entregara
en el último adiós...
(hace tanto de aquello,
y tan hondo sentimiento viví,
que parece, ayer ocurriera).

-Confía en el canto
y las palabras sentidas-
le dije, al dársela,
como si en ello
le entregara
al amor de mi vida.

Desde ese día,
nos consuela a bordo
un poeta.

Con tango, saeta...,
siempre el mismo nombre
de mujer,
lleva su letra
y mirada.

Y se nota en los ánimos
de la tripulación.

Que en la nave,
un corazón sincero,
hace más llevaderos,
los días y los recuerdos.

De la obra de la autora "Bitácora de errantes". 2.006.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Entremedias, de Marta Antonia Sampedro

La muerte era
como la habitación a oscuras.

Frente a su lecho,
luz color anís aguado,
entremedias
de unas cortinas unidas
que hacían camino
de la gran penumbra negra
de la oscuridad
más rotunda.

Lloraba por ella misma,
lo sabía tan cierto,
y a falta de público de entierro
en las sombras figuras
esbeltas, gruesas,
altas y bajas acompañaban
su cadáver latiendo.

Entremedias de hojas de lecturas
que ya no comprendía
en su tiempo,
no estaba sola.

¡Oh, qué mujer llora
en su propio entierro!
Pérez Galdós en isa canaria
gimiendo.

¡No vale gemir
cuando mañana cantarás flamenco!
José Agustín Goytisolo animando
a un muerto.

¡Bendito el verso
que se robe al aire parado!
Miguel Hernández combatiendo.

Y Antonio Machado en silencio
se recuesta a su lado,
sonámbulo, que no muerto.

Ella sabe que el exilio de un poeta
es a veces la propia espera
de comprenderse a sí mismo
en las Letras.

El agua corre
tras la luz.

Murmuran los versos.

Las golondrinas
del patio del edificio
duermen.
Todo es quietud.

Mas las sílabas aletean
espantando tinieblas.

Duerme, niña poeta.
Entremedias de la muerte
está la vida.

Sueña que vuelas.

(C) Marta Antonia Sampedro Frutos

domingo, 4 de diciembre de 2011

Jet Lag, extremo de tu origen, de Marta Antonia Sampedro

No te mueras
Maldito cambio horario
No te mueras te necesito
Vienes de lejos
Porque me amas
Vienes de lejos
Porque para el engaño
Soy el mejor postor
La prueba está
En que has venido
Al extremo de tu origen
No te mueras
Sé fuerte para este débil
Promesa para llevarme
Lejos de esta tierra
No te mueras
Tienes que firmar
La bendición de mi partida
No te mueras
Ahora qué diría
La ciudad
De dónde salió
Esta extranjera
Y qué hace muerta
Ante mis ojos
Gasté tanto en buscar
Salir de mi insolvencia
No te mueras
En tu maleta
Al menos habrá dinero
Sé que lo hay
La romperé si te mueres
Compraré a quien sea
Es lo de menos
No te mueras
A ocho horas de diferencia.
De la obra de la autora, "Materia de poetisa obrera".

domingo, 27 de noviembre de 2011

En la desnudez de los árboles cayendo como una hoja, de Marta Antonia Sampedro

Ayer tuve un gran dolor
un dolor que no es herida
que el cuerpo se resista
y su fuerza los pies te duerman
un dolor sin lágrimas
un dolor corrupto y desamparado
un búho gritando al día
un dolor aposentado
que sin embargo
en azoteas burlando salidas
roía los recovecos turbios
de los muertos cementados
sentí cómo mi alma
era un avión agotado
cruzando el cielo estampado
en la misma línea
de un pájaro sin alas
un dolor pesado y blanco
que regresaba moribundo
desde todos mis tiempos
hasta el recuento de mis llantos
un dolor que me identificaba
en la desnudez de los árboles
cayendo como una hoja
y decía Ahí está es mujer
un dolor con urgencia
un dolor de filo y despiadado
carnívoro de versos amados
un dolor que anunciaba libertad
atada a sus punzadas
obligándome su adivinanza
un dolor de fuego quieto
un dolor quemando espinas
y profundidades de mis recuerdos
y bien entrada la noche
conforme el dolor se desarmaba
vi las letras que formaban
sus causas en cenizas
y las fue creando limpias
por las calles y las plazas
en los vasos de mi cuerpo
y en las suelas de los campos
con tu nombre ya sin vida
el dolor de haberte olvidado.
  
De la obra de la autora, "Materia de poetisa obrera".

sábado, 19 de noviembre de 2011

En la imagen de ser sombra, de Marta Antonia Sampedro

Ayer apareció mi sombra
al fin había regresado
le dije dónde andabas
en los mares en las aguas blancas
en las puertas en las ventanas
en las calles en las plazas
en los árboles en las plantas
en los cielos en las nubes
en los tejados en las casas
mi sombra no respondía
a ninguna de mis palabras
dime qué tienes tan callada
una pena una lágrima
un silencio un olvido
un motivo un vacío
un futuro un recuerdo
un dolor un alivio
mi sombra no respondía
a ninguno de mis sentidos
y al verla pasear conmigo
la noche de la lluvia
le dio mi aspecto y mi estatura
y los pensamientos
que más se guardan
el olor de enero a octubre
los días que se fueron
la acera blanca que paseé llorando
en las horas dormidas de noviembre
y el único beso que retengo
se arrimó al fuego temblorosa
no tienes frío ya eres sombra
pero yo la ignoraba en su asiento
las sombras no desobedecen
el humo de encina y olivo
abría una lánguida llovizna
en las rutas de las lunas
cuando salí a pasear
con rumbo a las avenidas
sin paraguas sin botas
sin lentes sin ojos
sin papel sin tinta
sin voz sin letras
sin amor sin miedo
las calles solitarias y mojadas
eran espejos tenues de farolas
que iluminaban pasos barandas plásticos
me fascinó el mundo de la lluvia
en la imagen de ser sombra
y desde entonces comprendo
que no hay libertad sin comienzo
y camino con cuerpo o soy sombra
cuando llegamos a un acuerdo.
  

sábado, 5 de noviembre de 2011

Seremos la clara noche, de Marta Antonia Sampedro

Seremos la clara noche
siguiendo a ciegas o a veces tuerta
y sin revisión de los dioses
la mirada del atrás
que nos da estos ojos que saben
el cuerpo perfecto del recuerdo
una flor duerme
en las tranquilas tardes de María
mientras el hombre que me señala
-“¿quieres que te diga tus penas?”-
nos apunta con el arma bíblica
junto a la tumba
de quien me amó desde niña
fuerzan a oler
sus rastros de hurones
exigen nuestro perdón
por tener la vida que elegimos
sin contar con ellos
impedidos para fusilar
el silencio de los muertos
disparan al sentimiento de los vivos
seremos siempre la clara noche
donde no se hable de dioses
y María seguirá quieta
en las tranquilas tardes
donde la lluvia le llega
en la humedad de la tierra
ellos repiten que Dios es amor
pero todo es rastro de hurones
las gentes que amamos
los tiempos que nos centran
no usamos a Dios
para temas sin importancia
por ejemplo vivir
ni entramos en las madrigueras
donde la gente simplifica la paz
también llamada libertad
que se adquiere con la vida
y como vemos con la muerte
para ordenarles lo que piensen
para establecer lo que sientan
en las tranquilas tardes de María
duerme una flor
que los hurones no muerden
y se quedan a la espera
de su efímera eternidad
como locos desahogados
en propiedad de respuestas
Dios es amor Dios es amor
¿y quién es Dios?
sé quién fue María
parte de la clara noche
aún recuerdo su voz.

jueves, 20 de octubre de 2011

Piedra redonda escrita, de Marta Antonia Sampedro

Por mucho que apriete el tiempo
los átomos a despojos en los segundos
tan lejos que llegue la vida
donde ya no somos nadie que exista
cada vez que sonrío y sé que soy otra
porque tanto lloré que no hubo regreso
desde el horizonte donde volaba
hasta desaparecer por completo
de tu polo azul y tus ojos
los llantos por compañía
eran sábanas de caridad
lienzos negros bordados
con una flor manchada de poemas
que nunca escribí despierta
aunque aprendiera a golpe de día
el sol y los tiempos son la persona
todos mis recuerdos fueron prestados
y no me quedó nada sino inventar
pasados y presentes paisajes con sus nieves
en apretados pasos formé sueños en otros
que jamás soñaron conmigo
y callé no soñar con ellos
el tema principal era el frío
por mucho que me aleje
hasta el futuro que son ratos
de todo lo vivido finalmente
los sueños fueron aguas
desde mi infancia hasta encontrarte
de ahí el tiempo dejó de ser mío
para ser una memoria segundo
con sus mañanas y sus tardes
mi alma desde entonces
está en el césped blanco
donde alguna noche veo tu rostro
que es piedra redonda escrita
y me dice sin secretos
no soy un personaje
yo también te recuerdo verso
sigamos leyendo poemas
por mucho que la noche
nos lleve juntos al sueño
de aquí a la eternidad que es invento
mi futuro es tu silencio
que te cierra el dolor y mis dedos.


sábado, 8 de octubre de 2011

Camino de La Tortilla, de Marta Antonia Sampedro

Hoy viniendo del trabajo
el cielo rosáceo no era un mar
sino un gran océano pintado
recordé mi antigua calle
donde el horizonte
a escala era un zurcido cuadro
las nubes encogidas
en las molidas esquinas
hacia la iglesia de San Francisco
y esa librería roja de los Soler
que huele a hojas nuevas
mi amiga María pasea
a Coni su perro tozudo
mientras todos recordamos
lo bueno que era Nico
yo miro el cielo rosáceo
de esta tarde muy lejos de esa calle
donde tuve tantas despedidas
de un amor sempiterno
antes de saber pues no soñé
que bajo ese número nacerían
los versos que a letras
de mi sombra eran réplica
y me olvidé de contar los besos
que ya por años recuento
como saliva añeja en el pecho
recuerdo al solitario arquitecto
de esa casona grande y sola
donde siempre había tendidas
sábanas blancas soleadas a medias
como nubes de piedra gris
que la niebla arrugara
calcando alas de collares
la Humi asomada al balcón
ladrando a los conocidos
y esos segundos de trasiego
en que definitivamente negamos
que fuimos lo que somos
y seremos lo que viene
si es que llega y lo vemos
ahora miro este cielo rosáceo
del Camino de la Tortilla
como un profundo abrazo
de un regreso
que culmina el día en sus turnos
y me traspasa la vida y los años
un despertar de sosiego
María esta vecina de ahora
que me pregunta siempre
cómo va la cosa y digo ahí vamos
teniendo en cuenta este cielo
que nos forma los días con sus noches
Josefa y Ricardo los abuelos
que no tienen hijos
sino una Estrella por vigilia
y en el tejado un gato corpulento
Pepita la risueña y Antonio el serio
para quienes el mundo tan grande
es de simple manejable
porque es copia de un ciruelo
reconocer pasos que andan
como lo hacía mi padre
que también conoce los míos
será verdad que la vida
cabe en dos folios manuscritos
viviendo los cielos rosáceos
que nos avisan del invierno
y las chimeneas con chaparros
las lluvias que inundarán las calles
los rayos que nos dominan
con más temor que miedo
y los sapos en los charcos
que olisquean los perros
sabiéndonos juntos y solos
a merced del color del cielo
-Valentín, ya hace frío-
-Qué va, es airecillo-
yo miro el cielo rosáceo
la pereza sin pulso de las nubes
de esta tarde que humedece el viento
y lentamente van cayendo
sin confundir lechuzas y destellos
la vida es sin embargo
o precisamente por ello
un horizonte sencillo y desmedido
llegar a casa viendo el cielo ancho
de un océano sin barcos
y no haber dicho adiós
al mundo natural que somos.  

domingo, 2 de octubre de 2011

Pernoctando, de Marta Antonia Sampedro

Quizá toda la vida
viví desestimando ideas
a veces puede ocurrir
esta por ejemplo
que me acerca
al despiece de las nubes
hace que de pronto
los tiempos y sus prórrogas
de lunas escondidas
parezcan cometas
a la velocidad de una luz
seguramente humo de candil
en mis ocho o nueve años
abajo entre campos
segados por el verano
mientras persiguen mis perras
las figuras imaginarias de la tarde
la idea precisa acude
sin dejarse describir
es tan poco tiempo el vivido
este tiempo de sueños rojos
tener las nubes a un paso
y ver las águilas tan rectas
trazando recuerdos y caras
que recomponen la persona
los años mueren sin agonía
hasta que sabe qué es vivir
en tan sencillo el vuelo
de oxígeno y de tierra
el sol en su flaqueza
la espiga en el ataúd
ante este espejo
de la idea que quiero
ya no se ve con pena
la mártir de las calles
deletreando asfalto
pensando en un jazmín
soy por lo tanto
parte de este cielo
que no peca en vano
donde las nubes trasiegan
como disfrazadas ballenas
químicas de versos
o desparramados rebaños
con aliento dorado y blanco
la idea válida de la existencia
nos llega un día inexacto
que vemos de nuevo
el rostro que formamos
y es el menos esperado.