jueves, 20 de octubre de 2011

Piedra redonda escrita, de Marta Antonia Sampedro

Por mucho que apriete el tiempo
los átomos a despojos en los segundos
tan lejos que llegue la vida
donde ya no somos nadie que exista
cada vez que sonrío y sé que soy otra
porque tanto lloré que no hubo regreso
desde el horizonte donde volaba
hasta desaparecer por completo
de tu polo azul y tus ojos
los llantos por compañía
eran sábanas de caridad
lienzos negros bordados
con una flor manchada de poemas
que nunca escribí despierta
aunque aprendiera a golpe de día
el sol y los tiempos son la persona
todos mis recuerdos fueron prestados
y no me quedó nada sino inventar
pasados y presentes paisajes con sus nieves
en apretados pasos formé sueños en otros
que jamás soñaron conmigo
y callé no soñar con ellos
el tema principal era el frío
por mucho que me aleje
hasta el futuro que son ratos
de todo lo vivido finalmente
los sueños fueron aguas
desde mi infancia hasta encontrarte
de ahí el tiempo dejó de ser mío
para ser una memoria segundo
con sus mañanas y sus tardes
mi alma desde entonces
está en el césped blanco
donde alguna noche veo tu rostro
que es piedra redonda escrita
y me dice sin secretos
no soy un personaje
yo también te recuerdo verso
sigamos leyendo poemas
por mucho que la noche
nos lleve juntos al sueño
de aquí a la eternidad que es invento
mi futuro es tu silencio
que te cierra el dolor y mis dedos.


sábado, 8 de octubre de 2011

Camino de La Tortilla, de Marta Antonia Sampedro

Hoy viniendo del trabajo
el cielo rosáceo no era un mar
sino un gran océano pintado
recordé mi antigua calle
donde el horizonte
a escala era un zurcido cuadro
las nubes encogidas
en las molidas esquinas
hacia la iglesia de San Francisco
y esa librería roja de los Soler
que huele a hojas nuevas
mi amiga María pasea
a Coni su perro tozudo
mientras todos recordamos
lo bueno que era Nico
yo miro el cielo rosáceo
de esta tarde muy lejos de esa calle
donde tuve tantas despedidas
de un amor sempiterno
antes de saber pues no soñé
que bajo ese número nacerían
los versos que a letras
de mi sombra eran réplica
y me olvidé de contar los besos
que ya por años recuento
como saliva añeja en el pecho
recuerdo al solitario arquitecto
de esa casona grande y sola
donde siempre había tendidas
sábanas blancas soleadas a medias
como nubes de piedra gris
que la niebla arrugara
calcando alas de collares
la Humi asomada al balcón
ladrando a los conocidos
y esos segundos de trasiego
en que definitivamente negamos
que fuimos lo que somos
y seremos lo que viene
si es que llega y lo vemos
ahora miro este cielo rosáceo
del Camino de la Tortilla
como un profundo abrazo
de un regreso
que culmina el día en sus turnos
y me traspasa la vida y los años
un despertar de sosiego
María esta vecina de ahora
que me pregunta siempre
cómo va la cosa y digo ahí vamos
teniendo en cuenta este cielo
que nos forma los días con sus noches
Josefa y Ricardo los abuelos
que no tienen hijos
sino una Estrella por vigilia
y en el tejado un gato corpulento
Pepita la risueña y Antonio el serio
para quienes el mundo tan grande
es de simple manejable
porque es copia de un ciruelo
reconocer pasos que andan
como lo hacía mi padre
que también conoce los míos
será verdad que la vida
cabe en dos folios manuscritos
viviendo los cielos rosáceos
que nos avisan del invierno
y las chimeneas con chaparros
las lluvias que inundarán las calles
los rayos que nos dominan
con más temor que miedo
y los sapos en los charcos
que olisquean los perros
sabiéndonos juntos y solos
a merced del color del cielo
-Valentín, ya hace frío-
-Qué va, es airecillo-
yo miro el cielo rosáceo
la pereza sin pulso de las nubes
de esta tarde que humedece el viento
y lentamente van cayendo
sin confundir lechuzas y destellos
la vida es sin embargo
o precisamente por ello
un horizonte sencillo y desmedido
llegar a casa viendo el cielo ancho
de un océano sin barcos
y no haber dicho adiós
al mundo natural que somos.  

domingo, 2 de octubre de 2011

Pernoctando, de Marta Antonia Sampedro

Quizá toda la vida
viví desestimando ideas
a veces puede ocurrir
esta por ejemplo
que me acerca
al despiece de las nubes
hace que de pronto
los tiempos y sus prórrogas
de lunas escondidas
parezcan cometas
a la velocidad de una luz
seguramente humo de candil
en mis ocho o nueve años
abajo entre campos
segados por el verano
mientras persiguen mis perras
las figuras imaginarias de la tarde
la idea precisa acude
sin dejarse describir
es tan poco tiempo el vivido
este tiempo de sueños rojos
tener las nubes a un paso
y ver las águilas tan rectas
trazando recuerdos y caras
que recomponen la persona
los años mueren sin agonía
hasta que sabe qué es vivir
en tan sencillo el vuelo
de oxígeno y de tierra
el sol en su flaqueza
la espiga en el ataúd
ante este espejo
de la idea que quiero
ya no se ve con pena
la mártir de las calles
deletreando asfalto
pensando en un jazmín
soy por lo tanto
parte de este cielo
que no peca en vano
donde las nubes trasiegan
como disfrazadas ballenas
químicas de versos
o desparramados rebaños
con aliento dorado y blanco
la idea válida de la existencia
nos llega un día inexacto
que vemos de nuevo
el rostro que formamos
y es el menos esperado.