viernes, 30 de julio de 2010

Toros bravos y destinos, de Marta Antonia Sampedro

Dicen en la calle
El toro bravo
ha nacido para las plazas.

¿Como el pobre para el hambre?
¿Como el negro para el racismo?
¿Como la perdiz para la jaula?

¿Ha nacido el toro bravo para las plazas?

¿Como el enano para las burlas?
¿Como la cobaya para los laboratorios?
¿Como el ciego para el engaño?

¿Ha nacido el toro bravo para las plazas?

¿Como el dolor para el inocente?
¿Como el genocidio para las cruces?
¿Como la mentira para la verdad?

¿Ha nacido el toro bravo para las plazas?

¿Como el aplauso para la tortura?
¿Como la prostituta para el perverso?
¿Como el gasóleo para el cielo?

¿Ha nacido el toro bravo para las plazas?

¿Como la codicia para la destrucción?
¿Como las chinchillas para precio?
¿Como la luna para descomponer sueños?
¿Como la hierba para el fuego?

¿Ha nacido el toro bravo para las plazas?

¿Y para qué nació un ser humano?
Nadie dijo nada en la calle.

(2010)

Felicito al pueblo catalán, que ha prohibido las torturas públicas a los toros bravos, esos que salen de mi tierra andaluza para ser desangrados sin piedad y con aplausos de gente sin corazón. Moltes felicitats.

jueves, 29 de julio de 2010

La isla del llanto, de Marta Antonia Sampedro

Un ángel se me apareció en sueños
-creo que fue soñando,
de ángel tenía apariencia
con su cara barbilampiña,
y hablaba con soltura
de predicador de secta a comisión
y bronca voz segura-.

Me preguntó cuántas lágrimas
mis ojos verterían
para mi regreso a la vida
y a las ventas
de misas callejeras
para mi tesis de adivina.

Por decirle una osadía,
calculé una cifra desorbitada
-creo que estaba dormida,
supongo que aún vestida-.

Me tomó en sus alas de diseño
y en una isla me abandonó
lanzándome contra la arena fina.

Mis ojos lloraban tanto
para cumplir mi penitencia,
que vacilé de los retos anunciados
en largas siestas bajo encinas
acompañando a un santo de mentira.

Sonreí una sola vez
-soy mujer de palabra-,
recordando mi excesiva valentía.

Me expulsaron de la isla
por creerme fingida plañidera
y de lo abstracto espía.

A nado regresé,
perseguida por las estrellas
de las más oscuras cimas
patrocinadas por una marca
de bebidas.

Su brebaje sorbía,
conservado por las lágrimas
de la cobardía de los tristes,
y bajo la bandera de Singapur
vertí una ciénaga de esperas
en la aduana
de esperanzas perdidas.

Aceptemos que fue un ángel.
Que una isla era confesemos.

Pero yo sé que era una pena...

Al recuperar mi llanto habitual
me aparecí en sus sueños
desahogando mis carcajadas
reprimidas.

Desde esa noche no duerme,
sino cabezadas
entre cigarro y cigarro de chocolate
bajo en calorías.

Ya no cree en los milagros
que predica su empresa.

(2003)

lunes, 26 de julio de 2010

Y el mar que no está, de Marta Antonia Sampedro

Buscaré el mar que no está
el núcleo del recuerdo desbordado
subiré al monte quemado
por los truenos de las desidias
miraré en las cenizas los brotes
caminaré por las palabras borradas
desfiguradas sus inútiles sílabas
pensaré que todo se perdió
para encontrar lo buscado
volaré en el trajín de los gorriones
y beber en sus vuelos de rayos
traeré el ayer a tus manos
y los ecos que nos derribaron
escucharé sirenas de mayos
para pintar los barcos varados
tomaré mi parte de la vida
para desordenarla en tus brazos,

pero si un día no te encuentro
ni en las espumas de los amaneceres
ni en las noches de los presentes,

aprenderé a vivir sin ti una vida de roca
y el mar que no está en los ojos
volverá para salar mis labios.
(2010)

domingo, 25 de julio de 2010

La vida es un instante de un poema, de Marta Antonia Sampedro

Hoy es mi cumpleaños y si la alegría existe será esa la impresión que tengo. No porque cumpla años, que también, pues puedo decir “hasta aquí voy llegando con todo el equipaje”, sino porque soy feliz o digamos que voy adelante sin dolor y sin que las sombras me persigan repitiendo ecos que me son, en muchas ocasiones, ajenos o cercanos: el mundo y sus injusticias de pulsos monetarios, la presión de sentirse diferente, el odio disfrazado de amor y viceversa, las miserias de las gentes, la gente miserable, las traiciones de quienes mienten y nos intentan trastornar con su mundo de rejas... Me siento liberada del peso del dolor y sólo un poco de la nostalgia, esto último algo muy común en los poetas. Y es que parece difícil ser poeta cuando se es feliz. Seguramente en las obscuridades o en las debilidades se encuentra el fondo de lo denominado alma, que considero mezcla de corazón y mente. O es que vemos el lado no exhibido de los hechos y de ahí concluimos: La vida es un instante de un poema.
En este día de cumpleaños recuerdo a mis familiares mayores más añorados. A mi padre, que tal día como hoy de hace muchos años, segaba en las eras de Baños de la Encina, dando su jornal de trabajo duramente para mantener a la familia con dignidad obrera. A mi madre, de quien admiro su fortaleza, templanza e inteligencia, y que me dio la vida. A mi querida abuela Antonia, que siempre llevo en mi corazón y en mi nombre unido a toda letra que yo escriba; de ella aprendí desde muy niña, que el amor es increíblemente más fuerte que la muerte, y que ser valiente nos libra de muchas. Recuerdo a mi hermano José Joaquín, cuyas manos de niño se agarraban a mi falda escondiendo su timidez, la misma que lo hizo vulnerable y sensible en este mundo de locura permanente y de locos que se consideran salvados de la locura grave, y que dejó su excelente memoria literaria, convirtiendo la vida de papel en personas que sobrellevan, como mejor puedan, el olvido. Siempre mi hermano vive en mi corazón, nunca la muerte lo tendrá para sí, porque pertenece al amor de quienes lo amamos y a mi casa de hermana poeta y obrera.
Aunque recuerde con lágrimas a todos cuantos pertenecen a mi memoria, incluso en las tristezas me siento feliz, porque nunca me siento sola con la presencia de los seres que amo, aunque ya no estén presentes o la distancia, esa cruel compañera, los tenga en el recuerdo activo en vez de a mano con mano. Gracias a la vida, que nos dio una memoria compatible con el corazón, siempre tenemos la vía de no estar solos ni tristes.
Como bien dijo el poeta, “El mejor testigo es el tiempo”. Yo añado “La vida es muy rara”, y no es una frase simple, porque todos podemos comprobarlo diariamente.
Tengo recuerdos disponibles, sueños, amores, pensamientos, cinco dedos de amigos fieles, versos, paz, ideales, higuera, techo, lectores.... Así que hoy cumplo años y me siento feliz. Muy feliz de vivir. Y de amar viviendo.

sábado, 24 de julio de 2010

En el Norte, de Marta Antonia Sampedro

Palpaba el frío de las piedras
y sólo al cerrar los ojos el invierno
se tornaba en cualquier verano,
cualquiera de aquellos dulces veranos
vividos en las orillas de mi infancia.

La niebla era un fantasma enorme
con garras de acero entre las calles desiertas,
sonámbula avanzaba
por las nubes bajas del Norte
en mi destino sombrío y destartalado
que la emigración me regalaba.

Su manto se posaba perezosamente
sobre mis hombros,
con insistencia apagaba mis risas
de andaluza vencida
por el sonido de las máquinas y el progreso,
y al buscar la iglesia de mi pueblo
-Baños de la Encina desaparecida-
tropezaba con un autobús de obreros
helados y somnolientos.

A las cinco de la mañana nadie se levantaba
-todos ya dispuestos en la cadena-,
mis amigas aún dormían tan lejos
en su manta de lana,
y al compás de un enorme reloj
y de unos muertos tejados de chapa
hilvanando ilusiones perdidas
se vaciaba mi alma,
sueños y adioses hasta intuir el alba.

Mi lengua no era su lengua,
mi risa no era sus risas bajo la uralita
ni en las calles veía geranios
claveles o encinas
pero sin raíz debí seguir,
producir o morir era el lenguaje del Norte,
su himno el tintineo del precio,
los motores su bandera.

Y al recoger mi jornal a golpe de sirenas,
con atención contaba las monedas
culpables de que mis sueños y quimeras
mortecinos ya por los hilos y las madejas,
cosiera un sudario que a vivir se resistiera.

De chica contaba nubes y hormigas
bajo la higuera,
perseguía a los gatos sobre los tejados
que más tarde comían en mi casa,
pero allí ya no era nada,
acaso una lombriz a la luz de los focos,
ciega donde todos veían muy bien,
seca donde las vacas gordas eran gigantescas.

Aún escribía con líneas torcidas,
mis letras de escolar entorpecían mi canto
pero allí Lorca era un gitano
un campesino Machado y un pintor rico Picasso,
porque el Norte no cuenta versos sino salarios.

De ninguna parte me sentía.
Sólo Andalucía era mi llama perdida
pero me vomitó por ser pobre, inculta, chica.
¿Acaso al dejarme ir como a tantos de nosotros,
sin luchar contra la injusticia, me quería?

Y en el frío de las piedras
dibujaba un traje de gitana
para bailar por seguiriyas sardanas;
Valderrama me regaba con tarantas,
Farina por pasodobles con alegría
traía los recuerdos de mi tío Manuel
sentado con mi padre
preparados para la feria de Linares
y afinaban entre la niebla mis campanas.

Pero cuando mis dedos se helaban
reavivando los colores marchitos
de los recuerdos muertos entre nubes bajas,
me sentía que ya,
desde mi rota infancia era parte de nada,
tan sólo aire que la veleta del Norte tragara.


De la obra "Al Sur de las bajas nubes". 1996.

miércoles, 21 de julio de 2010

Enemiga Pena, de Marta Antonia Sampedro

Dónde se esconderá la pena,
que persigo para desaparecerla.

En qué instante mi alma altera,
ajetreo de recuerdos,
tan cuajada, pena.

Qué buscará de mí,
afecta a mi razón
en la memoria triste.
Tizón ardiente,
parcela común de arena
es su fin en las metas,
frondosas y muertas.

Parásito de mis tiempos,
de mí come y bebe
esta pena adulta crecida
cerrando mi boca,
abriendo un túnel
cuyo final esculpe aguijón
que la torna a levantar.

Dónde dormirá si duermo.
Qué soñará, altanera,
cuando sueño que se aleja,
y desde su escondite de espanto
me sonríe a medias.
Qué pensará cuando no pienso.

Pena que me abraza
y atrapar no puedo,
miserable sombra hechizada
ensortijada a mi cuerpo,
devorando yemas de sus reflejos.

Huérfana de tiempos,
enclavada en las aceras
mis pasos decreta,
indicándome sus atajos
que me vuelvan a su lengua.

Visitadora de siestas,
amaneceres y llagas
acecha sin tú verla,
versátil monstruo de riberas
que al portal se quiera o tema,
dueña de desiertos
a llanto cincelados,
sacerdotisa de penumbras.

Dónde tu puñal
marcará el fin de su fuerza,
y tejer, a hilvanes de acero,
la precisa medida de tu cadáver
velado ante ti, de batirse perplejo,
caído, deshecho armazón.

Dónde, Pena, te escondes,
que no sé nada de ti,
desde tu última carta,
con sellos de lágrimas
y remites anónimos.

¿Estás enferma?

Ni sístole ni diástole
te ampara ya de mí,
vendada pena,
labranza anegada.

(2006)

domingo, 18 de julio de 2010

Higuera de casa nueva, de Marta Antonia Sampedro

Ayer lloraba la higuera
herida por dos sierras,

treinta pájaros bebían sus lágrimas
y de testigos las salamandras
espantadas de temor
corrían por las paredes blancas,

Dejadme vivir, rogaba,
sesenta años pasaron
por mis raíces maternas,
vi dolor vi risa vi llanto vi amor,
no me apartes de tu vida
quiero ver tu dolor tu risa tu llanto tu amor,

la primera raíz tan lejos llega al río
y a esta tierra agua y nubes me acunaron
cuando tú ni habías nacido,
dónde quedarán mis moribundas penas
fluyendo en sangre de pozo oscuro y cemento
quiero ver tu dolor tu risa tu llanto tu amor,
dónde queda la palabra árbol...,

seré tu vigía
tu sombra
seré tu persona...,
seré a quien sueñes
cuando también tengas penas,

el aire olía a savia
y una nube se paró en el tejado
cuando los llantos de la higuera
se escuchaban por los patios,

Dejadme vivir,
dejadme vivir tranquila
con mis pájaros,

cesaron las sierras
porque lloró el corazón,
y entre sus hojas muertas
crujían sus troncos bajo el sol
mientras los pájaros bebían lágrimas.

(2010)

jueves, 15 de julio de 2010

No te extrañe, de Marta Antonia Sampedro

No te extrañe la vida
cuando el amor te llame,

tus pensamientos cambien
a cada mirada segura
y a cada letra tome paso
otra visión distinta y nueva
que te llene los días,

no te extrañe
que pierda más quien más ame,

no te extrañe que la vida te señale
no en la frente como a Caín
pero te sientas Abel maldito
por haber amado simplemente,

no te extrañe que las cosas pasen
no te extrañe que las cosas mueran
y no puedas ir a verlas o soñarlas
porque tu ser quedó partido
y está en tu página indeleble,

no te extrañe que tu vida tome
todos los caminos que pensaste
y luego perdido en la orilla
busques la onda que te represente,

no te extrañe que el mundo
ya no tenga ningún sentido,
y que sueñes sus manos sucias
y que veas sus ojos idos,

no te extrañe que el amor
se disfrace de odio por consuelo
y tu amor sea un nubarrón
que te persiga turbio y ciego,

no te extrañe que te digan otros
cuando el amor te llame,
No dejes tu corazón al aire,
no te extrañe.

(2010)

martes, 13 de julio de 2010

Singapur desaparece, de Marta Antonia Sampedro

Si por un instante
tu voz contigo viniera,
extinguido
Singapur
de mis venas,
esa frontera de estéril tierra
y aguas muertas.

Sin quiromancia,
fe o ciencia,
esas vallas alzadas
con falsa materia...

Y por las aceras ese Hola,
excelente día tengas...,
sin teclado multimedia
ni ratón conectado a red eléctrica,
y me sonrieras en la puerta...

Si tu abono a mis risas
me convirtiera en planta
sin arena o piedra,
jazmín simple del aire,
romero y tomillo en mi mesa
por sentir tu latido de palabra entera,
la caracola sin mar que suene
cuando pueda y quiera...

Porque así respiro,
ya en la puerta
con mi plano de aprendiza
incorrectamente poeta,
y tan segura y quieta...

Quién osará decir
que las raíces no mueren descubiertas
cuando el llanto aturde corazones,
sembrando invisibles rejas de tela
aceptadas como prisiones.

Asegurándonos que hemos muerto,
y el corazón envuelva como cierto
la hipótesis de los lamentos.

Amarrados por almas carceleras
genéticamente sin defensas,
atrapados en voz y cuerpo
en jaulas con puertas abiertas
seamos presos por ellas...

Y aun respirando las células
de las sierras diversas
insistamos en morir ayer,
nacido ya pieles deshechas
se derramen en los vientres
las primeras lágrimas umbilicales.

El horizonte de Singapur se aleja,
y aleja...
Todo el mañana de una vez
sin partículas de miserias.

Arando tenazmente
arterias nuevas,
taladas a risas las preguntas
que no broten
por no oxigenar
certeras respuestas.

Pasean personas altas, bajas,
alegres, serias, rubias, morenas.

Pero te anuncia
la lluvia de Gembloux,
con trazas luminosas
Andalucía de Oriente,
todo este Sur...

Te presiento en la llegada,
lo escribe la luz de la palabra.

Saludo sin vista
porque no llevo pasado
(sólo usado para aceptar edades
y diarios de naufragio,
escritos en venganza
porque Singapur se mueve
resistiéndose al exilio
de los sublevados).

Pasa el autobús, es el Siete.

Lleva a ninguna parte,
todos lo saben desde siempre
(viene en el callejero de la ciudad
destacado signo preferido
por el departamento
de inseguridad personal).

Lleno va de gente.

Unos envueltos en silencios,
otros reclamando Pare, chófer,
es mi viaje urgente;
contraje el mal del miedo,
siento vértigos
al comprobar sentimientos,
náuseas por decidir
quién a solas soy,
sin presente...

En su recorrido
el billete no se exige,
es una opción del pasajero.

Y por las ventanas selladas
nadie escapa de los espejos,
un laberinto formado
en la ausencia de la mente...

-¿Singapur?...
Un desengaño más arriba.
Todo curvas, tiene pérdida.
Usted se lo piensa.

-¡Allí no está Singapur!
¡No perdamos el tiempo
conversando con ésta!
(... va descalza,
y en vez de oro cuerdas).

-Mi patria es la tierra,
ninguna bandera lleva,
y piel son mis suelas...
Singapur es
cuando una quiera olvidar
aquello que el corazón segar deba.

-¡Extranjera!...
¡Qué sabrán del porqué
las cosas se ordenan!

Consulto mejores cableados
observando
que los gorriones vuelan.
Revoltosas nubes
preñadas de tierra
picotean almendras verdes,
moscas yertas.

Qué algodones
sus plumas tiernas...

Los mapas
donde Singapur no sea.

Y en los cielos de Otoño
un rayo tiembla a teléfono
en las paredes de mi vuelta
al presentimiento
de vías nuevas.

Y aprisa mi espacio recupero
con tus plantas pintadas en Gembloux
y el astro cálido de mis letras.

El ascensor está averiado
cuando Singapur se mueve,
y una vecina me dice Buenas,
yo contesto Puede salir, María,
ya ha pasado el Siete.
Que tenga suerte...

Porque quieres y deseo,
y suena entre los brotes nuevos
una insurrecta de la pena...

Volcán de la amistad
dirige Singapur
al extremo opuesto de la tierra
que mis pies ya no pasean.

De Gembloux a Linares
Singapur no está
(tengo el borrador en mis dedos
por si aparece disfrazado
en miel o abeja).

Queda sola la acera.
Y pasa el Siete.

Sin que nadie sepa
que ya no para
en mi puerta.

domingo, 11 de julio de 2010

Helado y lágrimas, de Marta Antonia Sampedro

Con sus pocos recursos
con sus escasas palabras
le dice siéntate
mostrándole la silla
y abre las puertas de los coches
o limpia el sillín de la moto
para que observe su delicadeza,

ella no comprende por qué amarlo,

si tiene ojos de delfín
y le dice no fumes es malo
se parece al amor imposible
y le cuenta las veces
que el Rumblar se ha secado
y todas las cuestiones de la sequía
y los trajines del pueblo sin agua
olvidando sus escasas palabras,

ella no comprende por qué amarlo,

por las tardes la llama
y le pregunta si está bien
ella contesta tan insípida y tan rara
igual que esta mañana,

ella no comprende por qué amarlo,

y le dice cómo quieres el cuadro
de amapolas contesta
y él hay muchas amapolas
por ejemplo la de la sierra
no es igual que la de olivo
eso parece al no experto
claro yo no entiendo,

ella no comprende por qué amarlo,

si cada palabra es un acierto
una serie de verdades
pero ella sigue llorando en el parque
y él le ofrece su pañuelo de papel
no llores las lágrimas se agotan
y luego se echan de menos,

ella no comprende por qué amarlo,

sabes pintar lágrimas pregunta
no pinto eso queda desfasado
entonces las amapolas
claro esas amapolas que quieres
quedarán muy elegantes,

ella no comprende por qué amarlo,

tomemos un helado
para algo sirve el verano
además de las amapolas
helado con lágrimas parece surrealista
no digas eso trae mala suerte,

ella no comprende por qué amarlo,

si quieres olvidar un amor
tienes que tener voluntad
a mí me pasó y ni recuerdo el nombre
los hombres no sois iguales
cualquiera os vale
pero qué dices de eso nada,
Lucía se llamaba ahora me vino
ah como la canción triste,
sí pero a ella le gustaban los bodegones,

ella no comprendía por qué amarlo,

entonces por qué nos echamos de menos
yo a ti no te echo de menos
siempre pienso en él en ti no
eres tú quien me llama yo no,
bueno tomemos el helado
separaremos las lágrimas
y veamos cómo es el verano
para mañana poder pintarlo.

Ella no comprendía por qué no amarlo.

(2010)

domingo, 4 de julio de 2010

No la conocía nada bien..., de Marta Antonia Sampedro

... Si todas las cosas son cosas
aunque no mueran sino pesen
sobre todo en las mudanzas del corazón
y los espacios vacíos sin su amor
eran espacios sin los cinco sentidos,

no la conocía nada bien,

pensaba que con diez historias
inventadas por internet
-soy rico y adiestro los pensamientos-
y más faltas que letras
ella se sentiría la maga de los relatos
hasta el final de su vida sola por dentro
aunque con él y sus tempestades,

ella era capaz de cortar en dos el mundo
por su amor atrevido y sus manos
que nadie apretó en los ojos como ella,

dejarlo todo y todo quería decir
todo lo que no la conocía,

su casa a medio hacer,
sus poemas sin escribir
y un amor esclavo que se fugó
un sábado a eso de las doce a.m.,

los olivos y los caminos
que la vieron correr entre matorrales,

los psiquiatras modernos
los poetas sensatos
los espantapájaros desnudos,

no la conocía nada bien
y fue audaz en sus pensamientos torcidos
y sus mañanas a lágrimas de ella triste,

por él olvidaría
hasta la hora del reloj digital
y las pancartas de ideologías,

no la conocía nada bien
cuando escuchaba
Te amo para siempre
y luego el siempre enfermó
sin vacunas y sin fármacos,

él pensaba que el amor
es un ir y venir entre pieles
y gentes que te dicen lo bueno que pareces,

de modo que no la conocía nada bien
porque ella le pedía
sus pétalos de expresión,

por él escucharía uno y otro día
la voz trémula de la pobreza
añorando poco su vida de ráfagas
y pasaría penas de cosas
pero cebolla y amor
es pan de poetas,

no la conocía nada bien,
y por pedirle una sola verdad
él no soportó que la vida tiene
una guía realidad
que se evade con puro amor,

y un día triste ciertamente
los dos dejaron de amarse
tal y como él anunciara sin voz
pero digamos que sólo uno
dejó de amarse como dijeron
los datos de los pesimistas
al no conocerla nada bien.

(2010)

sábado, 3 de julio de 2010

Borrador de Vic, de Marta Antonia Sampedro

Jamás un poema
que a mis labios se posara
como beso de fantasma.
Igual que una piedra
la piel rozara vehemente,
ningún poema, Vic,
alguna palabra viva.

Al paso de mis pies helados
por tus calles y tejados pardos,
en mi fuente dejó de sonar
la risa que me parió a la vida,
y mi duende romero y trigos
cambiado fue por ti,
centauro de nubes bajas,
cantarina de ahogados ecos.

El monstruo que de niña
no supiera acobardarme
por los hechizos de la sierra,
me adentró en tus fábricas,
obrera hilando la mortaja
en batallas de sílabas aspadas,
andrajosa vendida
a los turnos de la muerte
(cinco de la mañana,
dos de la tarde,
y en la noche las diez
continúa la agonía obrera
que te abre, que te cierra
a vivir embrocada de vida)…

Y perdida en tus hojas muertas
teñidas de pueblos pobres,
no pude amarte, Vic,
protegida en mí no supe darme
(tan lejos quedó mi tierra,
y los chumbos de mi rica pobreza)…

Pageses, industrias,
carreteras nocturnas
aciagas y sin perfume,
perseguían mi sombra
comida a ruidos, jamás la traían…
Andalucía era aquel espejo
que creí eterno en mi inocencia,
ajena a tu veredicto de espera,
a devorar los dulces sueños
de niños para tu cosecha
(estériles, finalmente,
las venas inmaduras).

Envidiabas mis manos de niña,
el ínfimo salario de pequeños sueños,
y qué me diste tú, sino sentencia
de producto, artículo, negocio
(y contigo fui aprendiza de guerrera,
formada para el frente).

Y nunca me preguntaste
cómo era mi casa dejada,
qué hablaba quien me enseñara
a cantar y bailar
por los zaguanes abiertos.
Mi primera maestra,
qué amor quedó en las piedras.
Los pájaros que nos despertaban
sin la bendición de Dios,
ni qué color prefería
al teñir algodón despavorida,
encerrada en engranajes
para la prosperidad anunciada.
Obstinada en oler jazmines
en tus puertas clausuradas,
al regreso de otras lunas
que no hablen tu lengua impuesta,
que no se inclinen en tus iglesias
o remienden invisible bandera...

Mi poema que nunca te escribí
es un pobre borrador adherido
sin contar contigo, de recuerdos
que ni sabías imperfectos
en mi unión al cadáver,
de tu más simplista progreso.

Pero qué eras tú,
qué te formó triste y melancólica,
donde una habanera suena
a réquiem por un pueblo perdido…,
sino aquello que te hiciera
esclava de tu miseria,
la persistente soledad industrial,
controlados los verbos productivos…


Abre tu puerta a la rumba,
al color negro
que espante esa niebla tuya
que te envía al refugio
y a los cuernos sangrientos.

Deja que suenen los tacones,
que cualquiera te lleve
a corazón el paso.
Ser tu amante más alegre
que desaloje tu vida plana.

Que las lenguas siseantes
se entreguen a carcajadas,
en catalán o lenguaje universal
que sólo nos define humanos.
Y el monstruo de ti,
ese lamento que se oye
en tus entrañas, huya.

Sea tu símbolo más protegido,
la gente, desarmadas las ruinas,
historia borrada la explotación
de tierna carne, y pensamientos
de otros dignos pueblos que lloran,
en sus adentros,
la nostalgia del hogar
que los nutrió de vida.

Y que el papel, sea papel.
Y recuerdos los recuerdos.

(2006)