martes, 31 de julio de 2018

Hermano José Joaquín, de Marta Antonia Sampedro

Hoy hace años que te marchaste, recordado y amado hermano José Joaquín. Abrazado a nuestra madre. Pero tú, que mantuviste tus ojos verdes tristes y tu sonrisa de niño soñador, dejaste un fuerte legado emocional en nuestros corazones, y también tus obras de excelente escritor. En tu recuerdo. Te queremos.

“Lo que entonces no sabía el Cholo, era cuántas cosas en común tenía con su gran amigo Juaniche en la historia de su propia vida.
-Y contigo… ¿qué pasó en el internado?
Ambos miraban el fuego; ahora las llamas bailaban la danza oriental del ombligo.
-También me sentí triste y desplazado, lloraba escondido debajo de los pupitres y si me preguntaban qué era lo que me pasaba, le echaba la culpa a cualquier niño… Pero yo sabía por qué lloraba: por pura añoranza de mi tierra, de mi árbol morera, de mi familia y cómo no, de mi grajo. Desde entonces no he encontrado el camino de vuelta… Cómo no quejarse del destino, cuando algo traba la felicidad que vives y te sorprendes, solo, en el mundo. Por eso Juaniche les picaba a las viejas, porque él estaba capacitado lo mismo para volar como para ser feliz… Y cuando uno no es feliz, hay que buscar una razón, o un enemigo… Yo lo tengo un poco más complicado; de entre todos los hombres, no sabría decir quién fue el culpable…
-Además de lo jodío que es equivocarse.
-Sí, además de todo.
El fuego, una brasa fosforescente de lava derretida, ahora brotaba del interior de las profundidades de la tierra…”.

José Joaquín Sampedro Frutos. “Los Estorninos” (Fragmento).


lunes, 16 de julio de 2018

La curandera y sus hijas de los sueños, de Marta Antonia Sampedro


Una luz es ojo que suplanta
la pálida existencia
una embriaguez insólita
de conocer remedio en los daños
las luces palpitan entre marañas
pero ella custodia sus vacilaciones
en la certeza de que son esperas
o cuando los muertos imaginan a los vivos
en las coincidencias de los muros
desenlazan las vueltas de sus destinos
la luz permite verse las caras no perdidas
y las paredes inquietas de los órganos
ella espera terminar las sesiones curativas
hoy han vuelto a venir los infectados
al descubierto persisten cuerpos y quejidos
y ella en los destellos que duelen
esparce su mirada en agua de hierbas
luego tan demacrados traspasan los vidrios
se marchan a las arterias rebotan en los lenguajes
regresando amanecidos con las nubes de alba
y renacen los de piel de culebrilla aliviados
respiran los ahogados y sonríen los taciturnos
el ojo de luz ordena la estructura de vida
sus niñas están con ella en cada consuelo
pero nadie le pregunta por qué lo sabe
no hay palabra para la ofrenda de las promesas
ni existe pócima que la someta
pero en la noche todos comentan de la curandera
hiere más la pena escondida que la desbocada
es un matarife acomodado al trajín de las respuestas
y a la entrega del misterio separadas
toda luz es perfume de espina
donde ella y sus hijas de los sueños
a veces duermen vivas.

© Marta Antonia Sampedro Frutos (2018)