lunes, 24 de diciembre de 2012

La turista 00, de Marta Antonia Sampedro


"El viaje no termina jamás. Sólo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es sólo el inicio de otro viaje". D. José Saramago.


                Había un ambiente de fiesta. El aeropuerto estaba adornado con banderitas de los países internacionalmente más conocidos y flores de linóleo polvorientas entremezcladas con naturales, para recibir al turista equis millones. Un gran despliegue de medios informativos sorteaban a la gente, que, entre empujones y sudores aligerados por la brisa de un Mediterráneo resignado, arremolinada señalaba a los invitados más famosos que la Costa del Sol mostrara todos los veranos, todo con sus galas de fiestorro oficial y olvidando, por un momento, sus exclusivas, dejadas para mejores subasteros que las noches de Puerto Banús pudieran pujar.
                El avión Londres-Málaga traía a la persona elegida por azar del número de pasaje, y una vez dentro, al comprobar su imagen, fue por persona respetable seleccionado otro turista, y por suerte los teleobjetivos no pudieron captarlo. El elegido era un hombre de mediana edad, que recibió por manos oficiales un ramo de orquídeas, un cheque de muchos euros y un todoincluido en Marbella que aceptó entre estornudos, ojos de sorpresa y risas entrecortadas. Una vez desarrollado aquel primer acto a persona tan distinguida por una no menos conocida costa por noticieros, mapas, agencias de viaje, constructoras, escuelas, publicidad, políticos y juzgados, los demás pasajeros pudieron abandonar el avión tras aquella novedad proturística, sin que los invitados observaran la existencia de la persona rechazada, aunque sí lo lograron los demás mortales del aeropuerto, gran cosa que realizaron con críticas, pues la persona, si es que podemos calificarla de tal modo, era un espectáculo, debido a su atuendo, una túnica negra que le cubría el cuerpo entero, incluyendo a éste la cara, que no disponía de rejilla para facilitar el sentido de la visión, y sus pies y manos también eran negros por medio de medias, zapatos y guantes recios, así que digamos que toda ella era una sombra, y como tal la nombraré a falta de datos como lengua suya o acento, país de orígen, rasgos físicos, edad, nombre, raza, ideología o dios rezado, ni otra faceta o singularidad que pudiera despejar de dudas el porqué apareciera así lo que en principio creemos mujer por su estatura y cuatro extremidades, y porque acompañaba dos pasos más atrás a un hombre de unos cuarenta años, hecho asociado a ser mujer si se camina  tras que un hombre ande, bien vestido con traje perla ligero, de barba corta y cabeza rapada, que se dirigía a ella con escuetas frases inaudibles que les eran respondidas con gestos hacia el suelo. De modo que, al desconocer incluso su género, que por dos apuntes nadie nace alguien, permítanme bautizarla, eufemismo para el caso de asignación, como La Sombra.
                No es extraño, pues, que en los tiempos y lugar donde transcurren estos hechos, ordenados por los medios de información y la imagen, reflejo asimismo de lo designado bienestar, una persona como La Sombra no fuese buenamente recibida para este popular y folclórico acto. Ni siquiera la persona que la descartó le dio oportunidad de rechazar o aceptar con movimientos de cabeza el ser recibida por pueblo tan tolerante, pero las cosas, en nuestra sociedad, transcurren como ya sabemos, y el hombre estuvo acertado en su profesionalidad, con pulso y voluntariedad envidiable, y merced a ello toda la celebración se desarrolló con normalidad, excepto que el presidente de la mancomunidad de la Costa del Sol estuvo a un tris de caerse al tropezar con la alfombrilla, dispuesta para la ocasión, ensimismado en su oratoria mirando a la cámara considerada de más difusión nacional.
                La Sombra como sombra del hombre iba a su espalda, y como un girasol desobediente a los rayos de un astro la luz era el hombre, su guía erguido de orgullo mostrando aquella penumbra que todos sin pudor ni falsedad de expresión miraban con la intención de descubrir sus ojos, pues, sin ir asida al hombre lo seguía sin vacilación alguna, y él le decía sus parcas palabras que ella asentía con la cabeza hacia el suelo. De modo que oír oía, ver, veía, andar andaba, se intuían brazos y no hablaba, ni siquiera al taxista, quien le dijo buenas tardes y por ella doblemente respondió el hombre, que añadió en un impecable inglés:
                -Universal Paradise of Marbella.
                Durante el trayecto, el taxista, acostumbrado a clientes extravagantes y gentes de cualquier lugar del mundo, miraba por el retrovisor interior del vehículo sin decir nada, a pesar de ser persona de fácil conversación que chapurrea varios idiomas, pero tenía un cosquilleo de temor, y tanto intentaba en vano intuir por dónde miraría lo que él sospechaba mujer, que de pronto la imagen fue sustituida por el hombre, a quien ahora observaba con cara de terrorista huido de Guantánamo que busca refugio en un hotel de cinco estrellas.
                La propina, que en pesetas las tradujo en medio día de viajes, el taxista la creyó de un valor de silencio, no se lo digas a nadie, te encontraré hasta debajo de tierra, y no se marchó de las puertas del Universal Paradise hasta que los vio a salvo y a salvo él mismo, acompañados por un conserje frente al mostrador de recepción. La Sombra, que sepamos, continuó sin pronunciar nada, sin mirar a nadie, pues sabido es por todos que el ojo humano tiene asombrosas posibilidades para percibir lo que la naturaleza le ha ordenado como función prioritaria percibir. En cambio, los hospedados en el hotel no cesaban de inspeccionarla, de preguntarse quién demonios era quien consideraban ella, o qué era, pues bien pudiera tratarse de animal, no sería extraño, comentaban, Dios no ha dado cuatro extremidades solamente al ser humano, ahí están, igualando en tamaño y movilidad, los mamíferos, y es bípeda, sí, pero y los monos, los gorilas y demás familia, algo jorobados pero erguidos, y también hay humanos jorobados y no por ello son monos, claro está que también podría tratarse de algún experimento de la ciencia, todos conocemos que ésta se presta a aberraciones que transgreden la ley de Jehová, de Alá, de Buda y de Aristóteles, y no digamos que de Galeno, bien podría serlo, un experimento secreto, alguna clonación mal hecha, pudiera ser, de alguien muy conocido y por eso, la que en principio creemos mujer, en realidad sea cualquier fallo científico, porque no podemos, sin llegar a la indignación, que sea la última moda de ocultarse al mundo una famosa, pues, de ser así, debemos de exigir de inmediato saber, estamos en derecho, fundamentar de quién estamos hablando, quién tenemos al frente que pueda estar tan satisfecha mirando nuestros rostros, nuestras vestimentas, escuchando nuestro idioma, oliendo nuestro perfume, y sin embargo nosotros no estemos informados de quién pisa con este atrevimiento esta moqueta mullida y roja, que es para lo que sirve lo rojo, va a usar los cubiertos, la vajilla, los vasos, ¡Dios mío, los vasos!, tal vez corramos peligro de contagio, el hotel debería informarnos, es su deber, el gerente dónde está, la piscina también tiene muchos riesgos de hongos.
                El hombre a quien acompañaba La Sombra entregó la documentación exigida por el hotel, firmó lo que firmárase al uso según las normas de la empresa, y se dirigió hacia los ascensores con La Sombra a su espalda y un carro de maletas que el botones acarreaba, no sin cierto temor de éste a no comprender bien sus órdenes, costumbres o cortesía aprendida, y le amenazase con lo que llevaba dos pasos más atrás.
                El gerente del hotel Universal Paradise recibió en su despacho una comisión de huéspedes, de distintas nacionalidades, que reclamaban verbalmente, con el firme convencimiento de su derecho a ser informados.
                -Les aseguro que pueden estar muy tranquilos- informó en inglés y alemán, para ser comprendido por la mayoría.
                -¿Quiénes son esas personas?- preguntó uno de los hombres, y los demás asintieron con las cabezas mostrando solidaridad hacia la misma pregunta.
                -Esa información no podemos ofrecérsela; lo siento, pero comprendan ustedes que son asuntos privados. En este hotel, la discreción es su principal norma.
                -Díganos, al menos, en qué planta se le ha dado hospedaje.
                -En la última.
                Suspiraron, pues ninguno de los presentes pertenecía a la quinta planta. Muy correcto el gerente, pensaron todos, pues por esa planta sólo deben circular los números que comiencen por cinco, aunque la primera tampoco hubiese estado mal, y además no es necesario coger los ascensores y andar es muy sano, tal vez ahí esté el defecto de la mujer negra o lo que aquello fuese.
                Sin embargo, a pesar de las escuetas explicaciones del gerente, el ambiente, lejos de despejarse de miedos y dudas sumió a los presentes en un desconcierto aun mayor pues consideraron el tema fuera del alcance por resolverlo del Universal Paradise, y uno a uno fue marchándose a sus habitaciones pues atardecía y las galas de la noche esperaban en las perchas de sus armarios, aunque no sin el temor de que La Sombra todavía no hubiera entrado en su habitación.
                A las ocho de la tarde, y después de haber atendido a la  llamada de timbre, donde al abrir la puerta la visita era nadie, en no menos de cincuenta ocasiones por juegos de niños que conocían que una especie de cucaracha gigante habíase hospedado en la 510, amén que de adultos morbosos, todo cuanto hablara bajo los tejados de placas solares del hotel hervía de preocupación por el boca a boca, medio de transmisión éste muy utilizado por la sociedad donde el ser humano se desarrolla y relaciona. Era una auténtica preocupación. Unos, que si musulmanes, descartado tras evaluar que ella no llevaba rejilla para poder mirar, derecho fundamental para toda hembra rece a quien rece, decían; algunos, que era ciega, pero no llevaba bastón ni tropezaba; otros, opinaban que podría ser un espectáculo del hotel, y que se descubriría y todo serían risas entre las burbujas del champagne de otro verano más en las lindas playas de la Costa del Sol; el gerente del hotel no daba abasto recibiendo las quejas y el malestar de clientes. El resto de conjeturas, permítaseme que quien narra estos hechos las guarde para sí. Alcanzasen la conclusión a la que alcanzasen sus cerebros, a las dos horas de la llegada a las puertas del Universal Paradise del hombre y de La Sombra a quien servía de sombra, de las treinta habitaciones de la planta quinta ocupadas solamente quedaron diez, y nadie tomaba el ascensor por miedo a encontrárselos.
                Con el restaurante en plena ebullición de la cena, los dos aparecieron, provocando que los comensales reclamaran urgentemente la presencia de sus hijos más pequeños, que correteaban sorteando camareros.
                -Alvarito...
                -Pablo...
                -Mónica...
                -Hijitos...
                A sus regazos para protegerlos, convencidos de que un inminente peligro podría dejarles sin sus retoños, no es justo que los niños bien educados tengan que ver esto, pensaban, tendría que haber alguna ley para esto, que preservaran a la infancia de este horror, hacer algo efectivo, contundente, qué traumas pueden surgir en sus tiernas mentes esta visión de animal suelto, o de monstruo, sus sueños pueden alterarse, tener pesadillas, esto puede afectar a sus estudios, incluso a su débil salud, provocar que ya estén predispuestos para tomar drogas, ¡Dios mío!, o no peinarse, asesinar a alguien o de buscar cosas malas en Internet..., y todo porque a alguien se le ocurra aceptar rarezas del mundo en este hotel de cinco, cinco, cinco, este mediocre circo o quién sabe qué otros peligros para la correcta implantación de los buenos valores a estas edades, hasta aquí llega su olor a algo muy raro, hasta se me ha quitado el apetito, cariño.
                Él, con traje caro, los zapatos asombrosamente brillantes, bien acicalado, y su presencia era la de un hombre acostumbrado al lujo y a ser observado no sólo por sí mismo, sino por el atrevimiento y la ofensa de llevar dos pasos más atrás a alguien que pudiera ser una mujer, una bestia, un engendro de experimento suelto, una enferma  contagiosa con mal poco o nada curable o un delincuente oculto.
                La Sombra, haciendo sombra al hombre.
                El jefe de comedor los acompañó a una de las mesas, donde ya ponía Reserved, detalle que al hombre le resultó ciertamente extraño pues no había reservado mesa alguna, pero el hotel, fiel a la discreción e intimidad de sus clientes, sí, para crearles un ambiente de bienestar, además era una mesa estratégicamente colocada, apartada, lejos de los ventanales que daba a la piscina, iluminada y solitaria a esas horas, y cuyas dos circunstancias asemejaba el agua como un pequeño lago radiactivo para los menos oníricos, donde todos los bañistas hubieran sido evaporados. Las vistas adjudicadas por el hotel ofrecían al par de acompañantes una gran terraza semicubierta de la planta inferior, preparada para una de las fiestas privadas que el hotel organizaba a empresas o grupos sociales de élite. El hombre a quien La Sombra sirviera de sombra, lejos de ofenderse, agradeció este detalle, pues así estarían más tranquilos, todos. El responsable de comedor dejó dos cartas sobre la mesa; el hombre le devolvió una, comunicándole que iba a cenar sólo él, deduciendo el empleado que La Sombra ya habría cenado, engullido, devorado, ingerido, rumiado, su ración nocturna, o no gustaría su paladar de los alimentos allí consumidos, cosa rara porque no había en todo Marbella un hotel con cocinas mejores que aquél, así lo creían todos sus amigos cuando los invitaba a su casa y les servía los restos de la semana del Universal Paradise, quizá prefería cenar en la discreción de su habitación a su manera, pensaba el jefe de comedor, sí, le será más sencillo, estos cubiertos no están hechos para cualquier persona o cosa, no señor, o a lo mejor no tiene hambre. Fuere como fuere, La Sombra permaneció inmóvil ante el hombre a quien acompañara dos pasos más atrás, mientras éste cenaba, siendo observados, entiéndase acechados, por las mesas más próximas. Cenó verduras, cerdo, mariscos, bebió vino blanco y tinto, y todo cuanto pedía a cocinas el jefe de comedor era mil veces comentado, y el clímax de las críticas llegó al dárseles la orden de guardar en recipientes de llevar lo que quedara intacto de sus platos, pensaron todos que para darle de comer a lo que aquello fuese de animal o creación más fina de Dios, no encontrando los empleados del Universal Paradise explicación ni razón algunos a los exttraños huéspedes ni a sus costumbres.
                A los postres, se encendieron la totalidad de luces de la planta inferior. La terraza comenzó a llenarse de personas y se iluminó el escenario de la orquesta. Portaban trajes de fiesta, lentejuelas y algunos de ellos unos gorros sobre la parte inferior del cráneo; todos se saludaban, las mesas rebosaban de comida y bebida, y pronto sonaron músicas religiosas que comenzaron a bailar y bailar con energía y jolgorio, tal vez por tratarse de una boda próxima, de los óptimos beneficios de la empresa, o por el bombardeo esa misma mañana a la ciudad de Gaza, donde murieran palestinos de toda edad y condición, hecho que quien narra esta historia desea no creer probable motivo de celebración, de orgullo de patria que así pudiera serlo ni con millones de banderas, ni siquiera de miserable gesto expresado. Pero no lo creyó de tal modo La Sombra, que al escuchar jaleos de los bailes de pronto se incorporó del delicado sillón y profirió en lengua extraña a los presentes a la fiesta privada palabras de furia, incongruencias y gritos, provocando que el hombre se apresurara a calmarla, pues la gente huía, el jefe de comedor llamó a seguridad. La Sombra, tras lo que le dijera el hombre a quien hacía de sombra quedó en el estado en que anteriormente se hallara, pidiendo el hombre, en un perfecto inglés, disculpas a los pocos que aún quedaban en el comedor, tras lo cual solicitó el postre, mousse de naranja amarga con pasas de Corinto y miel, así como los recipientes y la cuenta, efectivo.
                A la salida, los esperaban unos guardias de seguridad.
                -Acompáñennos, por favor, please, please...
             La Sombra dos pasos tras de él, dos pasos junto a ellos los guardias señalando el camino a seguir, y los pasillos de la planta murmurando por fin los han atrapado, estábamos seguros de que no eran trigo limpio, sobre todo el bulto ese, todo negro, respirando todos tranquilos de estar en buenas manos casi hubiesen aplaudido la acción, ponerse a chillar a una pobre gente que se está divirtiendo olvidando el estrés, pues que manden ellos, qué te parece, hasta ahí podríamos llegar, verdad mi vida.
                En la sala de personal de seguridad ya los esperaba el gerente, avisado con urgencia por el jefe de seguridad, para ser testigo fundamental identificando a La Sombra.
                -Descúbrase usted el rostro- ordenó el responsable de seguridad comunicándose en inglés, acompañando sus palabras con gestos manuales, como si ante sí tuviera personas sordomudas, a lo que se negó el hombre y también La Sombra; él diciendo no, no, no, La Sombra dos pasos más atrás, mirando hacia el suelo.
                -Por favor- intervino el gerente-, no queremos problemas, solamente identificar a esta... persona que lo acompaña.
                     Él se negaba; La Sombra lo desconocemos.
                -De no ser así, nos vemos obligados por las circunstancias a pedirles que, lamentablemente, abandonen el hotel- sintió tener que decir el gerente del Universal Paradise, acostumbrado a no verse obligado a utilizar tales medidas contundentes, y sospechamos que recurría en esta ocasión por motivos de extrema seguridad y pulcritud. Por la posición de su cabeza, es de suponer que La Sombra miraba al suelo; el hombre, con sus palabras, aún decía no.
                -Está bien; entonces, les ruego que sean amables y recojan su equipaje. Los invita el hotel; todo quedará, así, en paz.
                Una vez aclaradas las posiciones de ambas partes, se dirigieron a la quinta planta acompañados por un guardia de seguridad, y los comentarios en los pasillos aumentaron porque habíase incrementado la información transmitida por los huéspedes del hotel, ya se sabía que aquello hablaba, que había dejado lleno de babas el mantel del comedor, había insultado a una pobre gente que se estaban divirtiendo sin meterse con nadie, coherentes en la sociedad de libertad, y que ni siquiera había cenado, qué monstruo es aquél que no ha recibido de Dios la necesidad de hacerlo si no es un esperpento, o hereje, una aberración de la naturaleza, una burla a su creador.
                A las veintitrés horas quince minutos de una noche estrellada, La Sombra y el hombre a quien de sombra hiciera esperaban a las puertas del Universal Paradise un taxi; ella, por la posición de la cabeza, mirando el césped; él al frente, y muchos inspeccionándolos en su expulsión de tan buen centro de valores, para poder identificarlos el día de mañana, cuando aparecieran en los medios de comunicación poder decir yo los vi, yo los vi, eran muy raros, sí, los vimos, en Marbella, en un hotel, en el mío no, por favor, un respeto, él era alto, traje de diseño pero no tenía estilo, con barba, calvo, presumido y muy altanero, ella era..., iba de negro entera, sí, la misma, yo la vi, sí la vimos, ¿verdad Carlitos?.
                Ningún taxi libre, así informábanlos a pesar de sus pilotos verdes sobre los techos de los vehículos, que las horas de la noche son raras en la Costa del Sol y todas las costas por donde el ser humano camine y más acompañado por una sombra que no coincide en tamaño, en los pasos dados ni en las formas, que el hecho de ir dos pasos más atrás de alguien no da seguridad de ser sombra completa lo saben muchos que viven la noche, y, aceptando que pudiera ser otra cosa, aceptemos esa posibilidad, podría descontrolarse y luego vaya usted a saber.
                Como la pareja espantara a la clientela del hotel más a sus puertas que siendo huéspedes, el gerente, en vista de que nadie los sacaba de allí tuvo la idea de llamar a la policía local para que los recogiese, advirtiéndoles, pues de amigos tratábanse las autoridades del orden municipal, que fuesen como de ronda, de casualidad, por supuesto sin caballos o bicicletas sino en coche patrulla, para no hacerlo sospechoso de mala persona, adjetivo éste que pudiera crear confusiones a inmejorable gerente, a quien el tema ya le hastiaba enormemente y, que si surgía el detenerlos, pues qué le vamos a hacer, los negocios tienen eso, él mismo, por ejemplo, que en vez de estar con la familia estaba como de guardia, y de las toallas, sábanas y demás enseres de la habitación qué, si había dado orden de quemarlas, así como de dejar en cuarentena la 510 por si acaso, si cuando la ciencia avisa en ocasiones ya es tarde y precintan locales sin más.
                La policía fue más al quid de la cuestión. En cuanto saludaron, dieron prioridad a La Sombra y enseguida le exigieron el pasaporte, hecho que fue respondido con mirada al suelo, lo que fue tomado como negativa y resistencia ante las autoridades del orden;  el hombre, rechazando problemas, sacó de su bolso de mano los dos documentos. La fotografía de él correspondía con su persona; la de La Sombra también, pues consistía en un ser oculto con vestimentas negras a quien ni siquiera apreciábansele los ojos, o al menos la nariz, si es que tenía pues no se notaba, ni en el papel ni en, digamos en persona, prominencia de miembro facial nasal.
                -A nosotros, esto no nos vale para nada- le dijo uno de los policías, guardándose para sí los pasaportes-. ¿Esta persona quién es? Usted ya veo que es quien dice ser, pero... ¿esto? ¿Y, el país éste..., se puede saber dónde está eso?
                -Acompáñennos- dijo el otro agente de la autoridad.
                Él dos pasos por delante, La Sombra dos más atrás, ambos en el coche patrulla, todos los presentes suspirando de alivio, dónde esté la policía que se quiten los guardias jurados, éstos sí que han conseguido llevárselos de una vez, menos mal que los estados tienen medios serios, nos quedamos más tranquilos pagando impuestos sabiendo que se utilizan como es debido, tanta tontería que si sobornos, si en todas partes cuecen habas pero aquí no.
                En comisaría, el hombre se negó con rotundidad a que los policías varones reconociesen a La Sombra, así que fue llamada una agente que hallábase de servicio vigilando que por la noche los excrementos de los animales de compañía y los chicles no se depositaran en el asfalto impunemente, mujer que, con prestancia y curiosidad, desapareció tras de las puertas de los vestuarios de mujeres policías, y no sin dificultad La Sombra se despojó de la túnica superior que posábase imperceptiblemente sobre la inferior, descubriéndose la faz, provocando el temor de la mujer agente al ver frente a ella un rostro deshecho, donde los ojos y la boca eran dos agujeros deformes con las membranas unidas por los bordes; estaba desprovista de orejas y cabello y la piel de lo que denominaremos cara era un desierto por donde el fuego hubiese hecho estragos dejando en él surcos de dolor como púas de cactus; tórax y abdomen estaban ocultos también por ropaje negro. Al no saber si hablaba y si esto le era posible en qué idioma, ni su estado al verse ante una extraña enseñando su horror, la agente se limitó a ayudarle a colocarse la túnica, comprobando que en la parte de los ojos el tejido era más fino, casi de velo.
                -War- expresó La Sombra una vez cubierto su rostro de retrato al óleo borrado con la mano; la mujer policía no pudo apreciar cómo al pronunciar un simple monosílabo, que no por ello fácil, se le cayó saliva.
                La guerra.
                -¿La guerra?- preguntó la agente y La Sombra continuó inmóvil.
                Cuando regresaron adonde los hombres, la mujer policía dijo:
                -Está todo en orden. Es una mujer.
                Pero sus compañeros ya estaban informados, pues el hombre a quien La Sombra hacía de penumbra dos pasos más atrás, al temer conflicto alguno habíales mostrado un papel escrito en inglés con rúbrica, sello y papel oficial, no parecía falso, que entregaron a la agente, donde decía:
                “La persona que acompaña al muy honorable señor Grutf Rdjlid oculta con vestimentas de color negro es su esposa, la muy honorable señora Fard Rdjlid, de cuya identidad responde con verdad el abajo firmante representando a este noble país. Trátase de una señora cuyo rostro y cuerpo fue terriblemente dañado por uno de los ataques de la aviación truigní contra nuestro pueblo y que acabó con la vida de sus cinco hijos habidos de su matrimonio con el señor Grutf  Rdjlid. Su rostro y cuerpo no puede mostrarse por motivos psiquiátricos graves padecidos por su persona, y es éste un viaje por diversos países del  mundo recomendado por su médico personal, el muy honorable doctor Grjan Addbid, de quien respondo con verdad y a quien los cielos guarden inteligencia y sabiduría.
                Sirva este salvoconducto para preservar su identidad y evitar consecuencias diplomáticas.
                                               Salve a nuestro pueblo el Dios de la Paz

                                                               FRATHUM DJUNG”
                              
              Uno de los agentes llamó por teléfono al Universal Paradise, pero el gerente y el jefe de seguridad ya se habían marchado. Realizó más llamadas a distintos hoteles solicitando reserva de habitación; sin embargo escuchaba decir que no se trataría de la pareja rara que habían expulsado del Universal Paradise, todos lo comentan ya hasta por la radio, que no les hicieran esa faena de tener que darle alojamiento, otra cosa lo que queráis pero eso no me lo pidas, los negocios no están para perder clientes, alegaban todos y, a pesar de los muchos favores que la mayoría de los hoteles debían a la policía local, no encontraron ninguno que los quisiera instalar.
                -Pues que se quite el disfraz- argumentaban-. Estamos en temporada alta, qué quieres que te diga. Sin disfraz, la cosa cambia.
                Inútilmente los agentes lo intentaron todo, aunque sin recurrir a la caridad, por traer la pareja papel oficial de tanta relevancia, hasta que la agente, impresionada por verle el rostro a la que ya podemos definir como mujer llamada Fard, les dijo si querían compartir por aquella noche su modesto apartamento, a lo que el hombre, dos pasos más adelante, contestó no, no, no, me niego a eso, usted no tiene por qué..., y La Sombra, adelantándole en dos pasos hasta colocarse a su mismo nivel rompiendo así la sombra que reflejara, entrelazó con su guante negro la blanca mano de la agente.
                -Yes- se escuchó decir tras la túnica negra, llevándose la otra mano a la boca para limpiarse la saliva.
                Los policías pensaron que las mujeres, con los impulsos, pierden en ocasiones el instinto de peligro; también comparte esta opinión quien esta historia narra, y que por ello las mujeres son valientes en las decisiones que nadie concreta cuando es urgente hacerlo; con gestos de ojos sus compañeros indicábanle que no, no, anda ya Rocío, pero si vives sola, y si te hacen algo malo, qué dices tía...
                El apartamento de la agente era un pequeño espacio; nada más entrar Fard, solicitó con gestos a su esposo una de las maletas, de donde sacó un bote de papilla infantil que introdujo hacia su cara por medio de una pajita, escuchándosele succionar, no sin dificultad, el alimento.
                La noche, tan delicadamente estrellada como la noche más extraña de todas las vividas por la mujer policía, fue corta, y al alba, cuando la luna parecía querer darse un baño en la mar plateada, se incorporó del sofá con sobresalto de pesadilla, hecho al que estaba acostumbrada. Al ver abierta la puerta de su dormitorio se asomó entre la luz tenue de la luna y las débiles claras del día, comprobando que ninguno de la pareja se encontraba en ella, la cama estaba intacta, y que, como el equipaje, éstos habían desaparecido como si la brisa del mar hubiere sido la huésped de aquellas fugaces horas, recordando en sus silencios, mientras tomaba café americano en la minúscula cocina, que en su pequeña habitación, hasta aquella noche, no había dormido nadie, absolutamente nadie, desde que un día, entre los barrancos de Ronda, perdiera a su hijo y a Juan, cubriéndosele el corazón de una túnica oscura que no conseguía desteñir de dolor por mucho que lo intentara.

Linares, 1999.

martes, 18 de diciembre de 2012

La existencia, de Marta Antonia Sampedro


Es domingo lo mires por donde lo mires. Mi madre nos ha despertado bien temprano, como todos los domingos. El culto empieza a las diez de la mañana pero ella insiste. Mi madre tiene la convicción de que si dios viene en domingo nos debe encontrar en la iglesia. Pero no puedo decirle eso, porque en mi familia no se puede hablar de dios de ese modo tan informal; tan sólo se puede alabarlo. Hay libertad, sin embargo, para alabarlo en todos los nombres: como Yahvé, Jehová, Cristo, Jesucristo, Señor Jesús o simplemente Jesús. Alabarlo es la obligación que desde que nacimos nos dio mi madre, no hay domingo para nada más. Ella no sobrelleva nada bien que cantemos canciones que no sean religiosas. Y en cuanto nos escucha cantar canciones de gentiles ella canta religiosas según himnario y mucho más alto; finalmente nos callamos y ella sigue cantando. Mi madre está segura de que el camino religioso es el único camino. No hay otro camino. Resignados al camino nos vestimos de domingo, las mujeres con falda y los hombres con traje y corbata. Tomamos nuestras biblias Scofield repletas de rayones azules bajo multitud de versículos y salimos hacia la iglesia todos juntos, con la esperanza de que haya alguna bienaventuranza nueva o para ver si dios de una vez ya ha llegado. 

sábado, 8 de diciembre de 2012

Las neblinas en el limonero, de Marta Antonia Sampedro


Una casa no tiene presencia cualquiera en la parte que menos esperemos. Una casa está siempre en el mismo lugar. No es como las personas, que van y vienen, te las encuentras desplazándose en los autobuses mirando por la ventanilla con sus caras melancólicas o quietas en las terrazas tomando café con un punto de espuma haciendo de corazón. Esta casa siempre está llena de neblinas, preferentemente en el patio, donde tienen mucho espacio para jugar al escondite y reproducirse. Voy a por leña al trastero del patio y me sorprenden al salir huyendo para que no las atrape y las eche a la chimenea junto con la encina. Juegan duermen o ríen entre la mimosa o el membrillo, estas neblinas. Huelen las rosas rojas o el jazmín blanco y después se suben al tejado y me observan tendiendo al sol la ropa. Yo hago como que no me impresionan sus presencias, incluso como si no las viera. Luego, se impregnan de los hilos de jerséis y pantalones, ya he notado que a veces al vestirme salen hilos blancos que se vaporizan al contacto con mi cuerpo y debo abrirles la puerta para que regresen al patio. De todas las plantas han elegido el limonero para reunirse en la noche; el limonero tiene dos años y medio. Ningún azahar que nazca llega a limón, sus pétalos quedan mordisqueados por las neblinas un día y otro y ya no me sorprende que ni siquiera estén caídas en el suelo. Solamente ha dado un limón que lleva colgado de la rama sesenta y un días coloreado de verde claro y puntos marrones. El vecino jardinero me dice que es porque le falta alguna sustancia. Pero tras muchas observaciones he comprendido que se alimentan de sus esencias porque nunca antes el patio había olido tan bien sin tener estas flores y eso debe ser debido a la digestión de los azahares en las neblinas. Claro que eso ningún jardinero lo incluye en su manual de jardinería y prefiero decirle que he comprado hierro y fósforo e incluso piedras blancas en el vivero de la Quinta de Miguelito. Ante esos resultados nulos, sus conocimientos ya quedan limitados y sólo se encoge de hombros y me dice yo qué sé. Si sales al patio lo ves de frente, al limón único. Pero si te aproximas aunque camines despacio ves salir a las neblinas que aún duerman y tus pasos o tu olor a humano las han despertado. Entonces miras las flores y lo ves claramente, los bocados de las neblinas que dejan cercos vacíos en los contornos. Llegado este punto, no he tenido más remedio que aceptar que mi patio tiene una auténtica plaga de neblinas. He tomado medidas urgentes. Hacer más visitas al limonero, para que mi presencia espante todos los duermevelas de las neblinas y consideren esta alerta un acto vandálico probable y sin pausas. Claro que esto puede representar que se mueran de hambre y ansiedad súbita y eso me produce zozobra de conciencia a pesar de que el resultado sea que tenga más limones digamos dentro de dos meses y poder hacer limonada a las visitas. Sin embargo, tengo la firme convicción de que las flores me agradecerán toda esta presión bélica. Plan para llevar a cabo enseguida. No puedo permitir impasiblemente esta agresión en mi propia casa. Lo he visitado por sorpresa algunas noches. No siempre a la misma hora. Me he puesto el reloj para programar las visitas. Y a la luz de la luna de cualquier hora de la noche se dispersan las neblinas. Algunas llevan de la mano blanquecina a otras más pequeñas y es de suponer que son las neblinas de menos edad; otras más grandes van más lentamente y son las más pesadas, llevan en sus panzas muchas flores trituradas con néctar blanco, me atreví a tocar una y de ella salió una neblina con forma de gato, incluso me pareció ver en ella dos ojos de luz. Esta acción inesperada ha dado resultado unos días y por las tardes apenas se les ve reunirse sobre el tejado. Estaba satisfecha de mi plan hasta anoche. Llegué al limonero a eso de las 2,30, primera hora programada de despertador. Caía una llovizna que me dejó la cabeza rociada como si fuera un gorro de agua fina. A pesar de ello, persistí en mi acción de dispersarlas. Zarandeé algunas ramas para desocupar por completo el árbol y de pronto una presencia más antigua incluso que mis recuerdos apareció vestido de neblina, impecablemente de blanco transparente. Reconocí enseguida el rostro de un ser querido con el cual hacía mucho tiempo que yo no soñaba, la última vez lo había soñado cuando tenía cinco años, tan rubio y tímido y ojos verdes que ahora se veían blancos de neblina, y al momento tras mirarme con mirada triste se dispersó con las demás y comencé a llorar de sentimiento que me estallaba por dentro, y a abrazar al limonero arrepentida de esta lucha contra las neblinas con tal de conseguir limones. El árbol estaba frío como todos los árboles en la noche de invierno, pero mis lágrimas salían calientes de mis ojos y mis mocos de mi nariz helada y al momento el calor se fundía con el frío y la llovizna, todo esto en presencia de una luna difuminada que nunca se quiso implicar en mi ruindad programada. Me quedé abrazada al limonero hasta que bien llegada la madrugada y fría como noviembre noté acercarse a las neblinas, seguramente habían pasado la noche también en vela o a saber en qué mal lugar con terrible miedo por todas las alimañas que la oscuridad destapa especialmente a las neblinas que no tienen un sitio fijo donde vivir. Se fueron colocando una a una entre los troncos y las ramas del árbol y en las hojas mojadas como si mi presencia no existiera o no les impresionara ver a un ser humano derrotado contra las neblinas. Me rozaban las manos y la cara, una de ellas me pellizcó un dedo, una sensación como de ahogo me vino en el pecho y no tuve más remedio que dejarlas acomodarse en su hogar de flores y volver a meterme en la cama sabiendo que están bien.

jueves, 6 de diciembre de 2012

A quien madruga o un diario digital, de Marta Antonia Sampedro


Eso de levantarse tan temprano no es nada bueno pero solamente según se mire. Yo lo hago porque me llaman mis perras, que se duermen cuando el sol se ha marchado justamente por donde se ven las chimeneas de mi pueblo tan diminutas. En cuanto me levanto y regaño a mis perras porque ya se ha convertido en una rutina eso de regañar y ellas se quedan satisfechas con el regaño, leo el periódico digital. La portada del diario es un amanecer de problemas y de asuntos verdaderamente importantes. El ex presidente de la patronal española detenido por estafa. Se le ve media cara con los ojos que se le saltan, mientras es llevado a comisaría en un coche policial. La religión será asignatura obligatoria como en los tiempos del franquismo, mientras la asignatura alternativa será difícil y aprobarán tan sólo los empollones. Las personas que no tienen estudios pero sí mucha fe están de fiesta porque cobrarán sueldo oficial de maestría. Jesucristo no ha hecho declaraciones. Se ha muerto un arquitecto comunista. Una argentina sale en portada porque ha encontrado una vivienda a buen precio en una calle que se llama República Argentina en un país donde aún hay monarquía y además la vivienda tiene dos armarios empotrados y patio. Miles de animales mueren todos los inviernos a causa del frío y los ganaderos se quejan de sus pérdidas y de que el gobierno autonómico tarda muchos días en retirar sus cadáveres y es duro escuchar el lamento de los que aún están vivos. Un albañil encuentra un reloj de oro en un avispero mientras arregla un tejado pero no funciona el minutero. Aumentan los partidarios de que en España no solamente se hablen las lenguas oficiales sino también todas las que no lo son, para no discriminar a ninguna. Gran escándalo en Suecia porque descubren que un premio Nobel jamás fue a la escuela y que el chaqué que lucía en la gala era de alquiler, con gran estupor por el engaño el gobierno le exige la devolución del dinero del premio pero ya se lo ha gastado en la construcción de aulas en su aldea y en comprarse una biblioteca, hay advertencias serias al respecto de romper las relaciones diplomáticas y de embargarle los libros. Todas sus conferencias han sido canceladas. Un seísmo de magnitud 5,5 Richter se ha registrado como propiedad intelectual, quedando prohibido bajo duras sanciones internacionales que los seísmos exactos de esta escala se puedan producir sin previo pago de los derechos de autor. Ha nevado en la ciudad desértica Arenasmolidas y los niños no han querido salir de sus casas por miedo a perderse porque el municipio solamente les regala abrigos y gorros blancos para localizarlos en la arena y con gran esfuerzo bajo la luz de la luna. La Organización Mundial de la Salud ha hecho sus previsiones más desastrosas y manifiesta que el mundo avanzará en cuanto todos los locos admitan su locura y los locos se han desorganizado por temor a ser identificados si van juntos en coches oficiales. Al fin se ha conseguido una fotografía de la Tierra en la noche desde un satélite y en donde las luces eléctricas predominan en las naciones que más luz gastan y se han reunido con urgencia instituciones internacionales para plantear que las bombillas de sus conocidos edificios resalten desde el satélite más que las otras basándose en su renta per cápita. Las grandes marcas de bebidas aún no se han pronunciado. Fallece una mujer que ha llegado a vivir 120 años y que nunca había comido mal, concluyendo en esta noticia que comer bien dará larga vida a los que comen bien y ya no podrán excusarse con otras adversidades, por ejemplo que te atropelle una bandada de cigüeñas en una autopista.
             Cuando cierro el diario digital todas las mañanas me quedo muy contenta. Siempre encuentro noticias que me aligeren los sueños raros que tengo, por ejemplo caminar por el campo mirando cómo de vacíos por fuera se han quedado los hormigueros debido a las heladas, o comer tortilla de patatas con cebolla. Por eso leo el diario digital todas las mañanas, después de regañar a mis perras por despertarme tan temprano. Nuestra felicidad es tan barata…

sábado, 1 de diciembre de 2012

Reverso calamitas (prólogo), de Marta Antonia Sampedro


Prólogo de la obra poética "Reverso Calamitas", de Marta Antonia Sampedro

La obra poética “Reverso Calamitas” representa un conjunto de poemas en los cuales he depositado una energía emocional importante. Denominada así desde el principio de crearla, ha sido mi deseo expresar la otra cara, o algunos de los reversos, de la calamidad o infortunio, esa parte de las debilidades o adversidades que concurren, a veces duramente, en cualquier ser humano sea cual fuere su condición. Ciertamente no es habitual en mis obras plasmar la primera persona. Sin embargo, durante este largo período (el más prolongado de todas mi obras poéticas hasta la actualidad), la vida, inesperadamente, ha paseado conmigo multitud de circunstancias afectivas y emocionales que anteriormente no había vivido hasta algunos extremos, entre las cuales destaco, por dolorosa y triste, la muerte de mi querido hermano José Joaquín. Su pérdida ha conducido el ánimo de algunos poemas de esta obra. Por el dolor, errante inesperado, que su muerte, recuerdo y ausencia definitivos, ha ocasionado en mi corazón. Son poemas en cuyos versos ha estado mi amado hermano presente, en cada recuerdo y en todos los llantos que su partida ha dejado en mi espíritu.
 La vida de un o de una poeta no es nada fácil, sino muy al contrario, es bastante compleja. Personalmente opino que, muy a pesar de ello, se anhela la sencillez más humana y material. Porque no se observa ésta sino al detalle. Cada paso propio y cada paso ajeno, a veces imperceptible para la mayoría, es cuestionado por el pensamiento del poeta. En esta obra, extensa, y que dedico por entero a mi anciana y amada madre, las circunstancias han ordenado los poemas correlativamente, como un diario inevitable que se haya ido formando con los días y algunas de las observaciones sociales de mi estancia en Perú, donde escribí parte de esta obra. Cuna y pensamiento filosófico y poético del gran César Vallejo y pueblo tan amado por mí, donde tantos y tan buenos lazos afectivos de amistad mantengo, llevo conmigo el recuerdo de verso vivo hacia aquellas personas que, a pesar de sus difíciles circunstancias personales o sociológicas, trabajan el mundo aunque el mundo los tenga olvidados y sin asignarles la medalla al mérito de la supervivencia.
Un poeta no olvida nunca el amor. Es un sentimiento cuyo misterio acude al ser humano de modo imprevisto e involuntario, aunque en principio pueda resultar trémulo y a pesar de ello imprescindible. Los versos de amor y los poetas en ocasiones estamos más vinculados entre nuestro corazón y los sentimientos del mundo y la observación subjetiva, que a nuestro propio estilo literario. El amor como nutriente imprescindible para la vida. Y ahí, indudablemente, en ese valor humano, está la Poesía llevada por el y la poeta.
 Y, por último, indicar que esta obra contiene poemas de nostalgia individual y de problemas del mundo y el oficio extraordinario de escribir. Y el adiós al maestro Mario Benedetti, que nos dejó su gran obra, la de vivir y saber decirlo sabiamente.
Obra compleja, en definitiva, y a la cual me siento muy unida en pensamiento, emociones y en intensidad vivida, palabra a palabra escrita.
 
   Marta Antonia Sampedro
                                                             En Linares, Agosto de 2009

domingo, 25 de noviembre de 2012

Poeta llevando un magnolio, de Marta Antonia Sampedro


Una enredadera esconde al magnolio
en el vivero de las esperas
la poeta entra por los perros y las puertas
en estos días el otoño está ausente
y por las noches aparece
con heladas y herrumbres viejas
dibujando en la oscuridad
neblinas blancas en las hierbas
en sus bolsillos está la identidad
-semillas rojas que piensan-
todas las raíces duermen
tomando sueños para no despertar
en los fríos de noviembre
un tajo de tijera rompe la atadura
según órdenes de la tierra
de no apresar a magnolios
hay sol en todas partes
incluso en las alas de los ángeles
que nos vigilan desde los montes
aunque sea otoño y no se sepa
la poeta mira al magnolio
con sus ojos de agotamiento
y él sus manos doloridas
de los que caen lápices
el automóvil es tan pequeño
para un magnolio que no sabe
adónde va sin sombra de enredadera
y así juntos por calles y edificios
la poeta y el magnolio
se reflejan en todos los cristales
de comercios y enjambres
y la vida continúa imparable
sabiendo que en los sueños
es posible la vida y su rescate
incluso sin sol de primavera
tardarán en saber sus nombres
que sólo las aguas enseñan
la poeta y el magnolio
se miran ya en la tierra
ella sus hojas salinas
él sus manos de letras.

martes, 20 de noviembre de 2012

Plano en partes, de Marta Antonia Sampedro


Era un día normal
de trabajo y de quehaceres
la maldición se iba cumpliendo
hay personas que saben maldecir
digamos que sólo maldecir los ocupa
por ejemplo con esta
maldijo que ella amara
maldijo que amase la vida
maldijo que él la amara
en concreto que se amaran
y maldijo todos los cielos
donde alguna nube cuadrada
en la calle de estudiantes
les hiciera mirarse los ojos
mejor dicho sus ojos
o el aroma de una tarde
porque las tardes también huelen
especialmente los viernes
y en el amor hasta se forman
a cualquier hora imprevista
y los anhelos mueren sin otoños
porque no hay cielo propio
ni en el peor de los capitalismos
y así de brisa mala
el odio llenó los vacíos
de todas las presencias
adictas a las maldiciones
y quemó todos los cigarrillos
de las lumbres de cien esperas
y sin sospechar del tiempo
el tiempo reaparece
ella trabajaba como siempre
y pensaba eternamente
en las tildes de las aloesveras
él pensaba en su tristeza vieja
porque hay personas
que viven el dolor con rutina
repasando inmensos gritos
y así entre los dos amantes
se precipitó el oxígeno
de todas las capas de la tierra
-Hola-
un instante volaba justamente
porque los instantes también vuelan
si los miras de frente al girarte
en realidad son horas que no cuentan
y no hay nada mejor
para la serenidad del dolor
que comprobar que las maldiciones
escasean de fuerza
cuando las personas se aman
aunque no coman sino piedras
y beban lagunas de lágrimas
porque llorar se torna pan de noche
y no hay modo de renunciarlas
porque el alma no está hambrienta
sin darse cuenta ella estaba
dentro del segundo
en su forma de estrella sin documento
ausente de la maldición
en su principio de aire
envuelta de un común lenguaje
-Hola-
con la otra estrella sin documento
vagando en su destino
que ningún cielo atrapa
y la calle fue un territorio
desmantelado y desordenado
donde los amantes se aman
exclusivamente por saberlo
de un plano en partes
que sólo el amor comprende
y en el instante de aquel día
la tierra queda tan pequeña
no cabe ni una idea.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Infancia de Palestina, de Marta Antonia Sampedro


Esa cera no es de vela
esa cera no es de abejas
esa cera no es de hambre
esa cera son rostros de niños muertos
en la tierra prometida por un dios sangriento
con hambre de las venas de un Pueblo
esa cera no es de hierba
esa cera no es de hoguera
esa cera no es de luz
esa cera es de llanto
en la tierra de los niños muertos
ese muro no es de lágrimas
ese muro es de misiles
venidos desde el infierno
ese muro no es papel
ese muro es de crueldad
para la tierra de los niños muertos
que supliquen las abejas
que se apiaden los consuelos
que se organicen los dioses
en la tierra de los niños muertos.

(C) Marta Antonia Sampedro Frutos

jueves, 15 de noviembre de 2012

Conflictos de familia, de Marta Antonia Sampedro


Dijo dios padre
oíd y temblad,
actualicé mi saldo
y abusiva es la comisión,
 -mantenimiento de cartilla-

Dijo dios primogénito
escucha padre mío,
para tener techo
te devuelvo trillón de suelo,
 -ahorra ayunando-

Dijo el santo espíritu
cómo si no levanto imperios,
evasión de impuestos,
invertir en armamento,
 -la guerra,
qué gran invento-

Y dijo el ave blanco
mi contrato con vosotros
me ha hecho
más buitre que paloma,
 -efectos secundarios-

¿Quién por nosotros está contestando?
 -Los accionistas-.


jueves, 8 de noviembre de 2012

Encuentro del ayer de dos amigos artistas, de Marta Antonia Sampedro


Se dice que ya no hay locos, que la sociedad se ha acartonado, tan cuerda que parece reciclada de otras culturas presuntamente correctas, le digo a mi amigo Rafael González Carod, que, como siempre, pasea tan sonriente por Linares impecablemente vestido y mimado por su esposa, y contesta, anda ya, pero si hay locos a montones, que no, Rafael, de la buena locura, ah, pues entonces sí, la gente parece tan estirada que la sociedad anda rancia, que yo pinto desde siempre, llevo la tinta como mi sangre, escribo hasta el diálogo de las nubes si se me ponen lánguidas, compongo música de la buena, y como tengo esta alegría no me importa qué diga un pamplinas, ahora hay mucho artistilla estirado que más que artistas parecen contables, a ver, Rafael, haga un esfuerzo y deje de sonreír dos segundos, no, no puedo, me supera la locura del arte, entonces los locos estamos en extinción, sí, eso, hija, bichos raros, mamuts de la pintura, fósiles de la poesía, arqueología de la música, donde el macarena y el bulería son iconos de la cultura, que ya cualquiera dice soy artista porque gano tanto y conduzco un cochazo... Y adónde va usted con esa carpeta Rafael, pues a regalarle estos dibujos a una amiga que a Dios las gracias está tocada del ala, míralos, cuidado que no se mojen... Vaya obras de arte, si es la Estación de Madrid, y este otro la Plaza de San Francisco, el Paseo, un Cristo de..., y este con..., es usted un pedazo de artista Rafael, pero no se los ha dedicado, no importa, mujer, hay tanta confianza que ella misma se los dedica, tiene mi autorización de artista, y le coloca “de parte de Rafael, que esto me lo ha regalado”, yo es que no tengo tiempo para nada, pues lo veo razonable, Rafael, dentro de la locura artística, sí, no importa lo que se diga, todavía quedamos unos cuantos socialmente incorrectos, privilegiados con este don, y cómo anda usted de salud, pues de salud ando regulín, mis huesos tienen tantos años que porque soy artista fino y está lloviendo, que si no nos echábamos un baile ahora mismo si alguien me sujeta el paraguas, pues muy bien, Rafael, lo puede usted dar por echado, que para eso están los artistas, para dar las cosas por creadas sin moverse de sitio, bueno, que me marcho, te veo muy bien, te sienta bien la segunda soltería, gracias, y usted tan elegante como siempre, ay, ojalá, un besico Rafael, y dos guapetona, pues adiós, ya te iré a ver, cuando quiera y recuerdos a su mujer... Y con la bondad que emana la locura de un artista, puede sentirse que la vida tiene arreglo, porque ninguna sociedad puede avanzar, cuerda, sin ellos. 

Linares, 2006. 

jueves, 1 de noviembre de 2012

Clave para Penélope, de Marta Antonia Sampedro


 

Pasea por los acantilados
uno, y otro día,
recolectando plumas voladas
de aves renacidas,
besos que lanzaran ecos
en los horizontes
de una partida.

Es cálido el viento
en la búsqueda de alguien
que el corazón fecunde
en las noches de Singapur.

Penélope busca a su hombre,
y descubrir en sus labios
la clave única
del amor que identifica.

No descarta figura alguna
que a lo lejos
la soledad a sus ojos
revele humana.

-¡Ulises!-,
grita su corazón
de mujer enamorada-.
¡Amor de mi piel y lunas!
¡Por fin te liberaron mis noches
y mis dudas!

Sonríe la llegada del futuro esperado,
su respirar y las palabras pronunciadas
llevadas son
por las firmes azadas del viento.

-¡Ulises, mi amor!
¡Las olas escucharon
tus razones y mi voz!

El hombre se aproxima,
piedras son la arena,
incesantes en la vereda del deseo
por tocar su cuerpo.

-¡Ulises, mi amor!
¡Mi hombre regresó!

Ante él.
Junto a su hombre.
Penélope ya no rezará
a la diosa del consuelo
y las esencias.

Los dioses de los placeres
la recordaron
en su lista de desamores
y tardías esperas.

Observa su boca estropeada,
la piel de sus arrugas
y su pelo cano de hombre.
Plantado el camino del tiempo
le abre su mirada antigua.

-¡Hola, mujer!...- le expresa
en palabras nuevas.

Tiene rasgos de Ulises.
Debe ser él.

Esa mirada de contenidos vuelos,
su cuello túnel de pasión
a las yemas de sus dedos...

Su mente dice sí, tal vez.

El recuerdo elabora confusiones,
ensoñación en las orillas,
calas y espumas en sus pechos.

Alejados los adioses,
el hombre tiende sus manos:
-¿Aún me quieres?

Penélope retrocede.
Se aleja.

Ese náufrago
no es Ulises,
sino uno de tantos cosarios
que en las playas desiertas,
se distingan de gaviotas
y de los barcos sin nombre.

De ser su hombre,
su corazón expresaría como hálito
la respuesta para Penélope.

Y paseando por entre las olas,
una simple mujer
dibuja con su pie izquierdo
los labios de un amor sincero.

El agua lo borra una y otra vez,
dejando tan sólo la clave
que el mar reconoce
para la boca de Ulises:
“Aún te quiero”...