domingo, 18 de septiembre de 2016

La calle perfecta, de Marta Antonia Sampedro


Era la calle perfecta
a eso del amanecer
 en lo que la gente dice las tantas
volvíamos de los pantanos
donde las horas ocupan lunas
mejor dicho las fulmina en agua

la farola iluminaba tu cara perfecta
yo miraba tus ojos
tus ojos atentos de miradas
despidiéndome de vivir contenta
porque alegría es amar a toda costa

me decías te quiero te decía hasta mañana
-que es hoy-
me ducho y abro la oficina

en esa puerta del arquitecto callado
que renegó del amor en sus proyectos
el cielo de la ciudad era una risa de techo
porque atrás habíamos dejado la vía láctea
con los bueyes bajo las encinas
meditando la gramática de los meteoros

había sin embargo en la calle perfecta
un significado callejero
todas las señas se conjuraban
y allí la sombra nocturna de los limoneros
y las naranjas amargas para atestiguarlo
al agua maría su jalea de telarañas

las claves eran saber amar y decirlo
en las cimas de los telescopios ácidos
digamos que en esas alturas
y faltados de costumbre en coliseos
el vértigo es tremendo
una y todos podríamos decir que se tambalean
los pies de los gigantes más saludables

y en los aludes de esos puertos
la manada de besos inundaba los comercios
que estaban apagados con su medidor de euros
la calle perfecta era así de sencilla
            mundana y pueblerina
                 en  los portales menos iluminados

había una multitud buscando esa calle
tú me amas yo te amo

y en la calle perfecta
prohibieron a sanciones municipales
todas las vivencias necesarias
con sus sentidos amplios
y sus impresiones

nosotros hacíamos como si nada
en la calle perfecta
entonces nos dijeron loco y loca
en otras palabras revolucionarios
de las estrellas.

(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2016)