martes, 28 de febrero de 2012

Pasa a la acción, de Marta Antonia Sampedro

Felíz Día de Andalucía

No te detengas ante el huracán,
ni el nubarrón que te persiga
llamándote por tu nombre,
tu raza, tu edad,
tu género, estado civil,
tu situación.

Si tocas las fronteras
que te impiden sobrepasar
tu limitado espacio,
verás que sola
podrás con todos los pasos
avanzar, luchar, soñar,
volar,
el mundo es más grande
que el universo
que ni puedes pisar.

El miedo no es más
que una orden insuflada al nacer,
cuyo sello te señala cobarde
en un papel firmado
con garabatos de nadie.

Échale viento a tus alas.

Desvíate de las sendas
que te obliguen a andar
caminos ajenos
que ni tenías pensados.

Cierra tus oídos a los juicios
de voces apresadas
que te dibujan la vereda,
la religión, las ideas,
la explotación,
el orden de éstas
y sus preferencias.

Y pasa a la acción,
a vivir bajo tu mandato,
tu ley de pies y manos.
Firma tu camino
con la huella de tu palabra
más valiosa y pensada.

Porque el empuje de tu libertad,
es tu vuelo más cierto.


viernes, 17 de febrero de 2012

Mariposas de palma de mano, de Marta Antonia Sampedro

En el trasluz de enero
relucen alas de gorriones
que en grupos grandes
beben agua escarchada en la hierba
junto a las casas de escombros viejos.
Mariposas de palma de mano
ignoran dónde están las trampas
de los pajareros de las mañanas
que engañan y apresan jilgueros.
Desde la cuna lloran las bocas chicas
expresando la cualidad más férrea
que enfría más que el hielo,
los años luz que tiene el ser humano
en su terrible existencia con los demás seres,
que es la maldad de muy malo
sin contemplaciones de pasados
y a pesar de enero consiguen alas
para firmar propiedades sin dueños
-que jamás pertenecen sino al cielo-
para su colección de presos.
La maldad que arrasa.
La maldad que espía.
La maldad heredada.
La maldad que enjaula.
¡Fuera de estos negros cielos!
¡Marchaos lejos, divinos seres,
donde sólo haya silencio bueno!
Golpean sus cabezas las alas jóvenes
buscando sus nidos abiertos
por los pajareros,
que borrachos y violentos
se sientan a esperar
la condena de los vuelos.

domingo, 5 de febrero de 2012

Un domingo en pecado, de Marta Antonia Sampedro

Hoy voy a cometer muchos pecados. Empezaré por comer carne de pollo que murió sin saber por dónde está la Meca pero sí el mercado, porque el hambre no es asunto del Sol sino de la salvación del euro; qué diferencia hay entre un pollo y nosotros. No llamaré a ningún timbre de una casa para decir que el fin del mundo se acerca pasado mañana dice mi libro y también la tele, y que ya empezó por Oriente Próximo y que se arrepientan urgentemente de lo que sea, como si sólo la última guerra de un noticiero contase en los millones de años del ser humano matándose por cualquier causa, ni voy a comulgar con los que dicen que amando a Dios se ama a un hermano de madre y padre y se olvidan de explicar que siempre y cuando ese hermano se confiese e incline ante el mismo dios, como si Dios se ocupase de vanidades, con lo difícil que será mantener en una mano todo el Universo y tener que fijarse en el vuelo de una mosca que presume de moscón. Hoy voy a cometer muchos pecados. Les llevaré su pan a los pájaros pequeños que el viento de enero lanza contra las paredes de las casas, y les negaré un cigarrillo rubio a los que bajo esas mismas paredes cada noche se inyectan heroína y se tragan la vida con cerveza, pensando que alguna vez dejarán sus venas tranquilas si no les doy conversación y tampoco nicotina. No saludaré a la mujer que todos los días escucha a su esposo vejarla y humillarla porque eso es cosa sólo de ellos, asuntos de matrimonio, a mí qué me importa, ni le preguntaré cómo sigue del dolor a la mujer que perdió a sus seis hijos por sobredosis de riesgo al suicidio, porque algo malo habrá hecho ella para tal castigo divino, pues me siento superior ya que mis hijos aún viven y están sanos, entonces es que seré más buena y no me he quedado ciega como ella. No sentiré lástima porque los perros atados en las azoteas lloren y griten de frío a sus amos cazadores, que piensan que un ser vivo es un objeto decorativo y el llanto es cosa de humanos, si total no son mis perros, a mí qué, como tampoco son míos los mendigos que despiertan en calor pero ya es la muerte en la acera quien los ha recogido con la piedad de los que nunca nos olvidan. Y seguiré pecando hasta que me sienta tan a gusto conmigo misma que el domingo me resulte un día normal de cualquier persona normal que piensa que no peca habitualmente. 

sábado, 4 de febrero de 2012

Canción diurna para quien no duerme, de Marta Antonia Sampedro

En los cantos de las mañanas
los hombres persiguen avaricias.
Como los vuelos de gaviotas
sobre los edificios acechan.
Buscan oro, tierras, monedas,
amor, penas, troncos de miserias...

A diario observo que jamás cesan,
su límite se expande
al compás de su riqueza,
y dicen tonta a quien piensa,
y raro a quien no duerma.

Los escucho hablar, mentir,
parpadear y amasar tronos de arena,
donde sentarse a juzgar
el vuelo de sirenas migratorias
de mar a tierra,
las letras de cambio,
el esfuerzo de romper
los pecados menores,
agrandando los bárbaros.

Son cantos que ensordecen
letanías sinceras
-quiero un amor que muerda,
rompa, vuele,
bese mis labios de piedra-.

Y en la noche
me aturden sus quejas,
ellos duermen
la espera del amanecer,
indican ninguna senda nueva,
sólo la luna familiar
iluminando cualquier ventana
los observa.

Duermo despierta.

Y con los ojos abiertos
formo sueños,
alternativas, recuerdos,
fantasías a tinta que expresen
mis manos caídas
de tanta y tanta guerra.

No son nadie los soldados
que no duermen.
Perseguidos por canciones diurnas
se acobardan al frente
de la vida,
las campanadas a ninguna misa,
andar por fracasadas cimas,
bebiendo en vasos vacíos,
o flores marchitas comiendo
en papel de cenizas...

Que te ofendan las melodías
que digan siempre
la medida perfecta
de la espiga que dé pan,
o herida
-insisten sobre las almohadas,
bajo las camas se ocultan de día
y surgen a oscuras,
vigías de una misma guía-.

Quisiera,
si me ampara aún
el hechizo de querer,
quisiera dormir dormida,
visitar al sueño que nada diga,
donde me adentre la pereza,
cualquier defecto que hubiera
se apoderase de mi senda
a letras de nanas
sin estrellas muertas.

Y sentirme nacer, morir,
nada, a fin de cuentas,
que ningún reloj determinara
por encima de estar viva.

(C) Marta Antonia Sampedro Frutos