viernes, 17 de febrero de 2012

Mariposas de palma de mano, de Marta Antonia Sampedro

En el trasluz de enero
relucen alas de gorriones
que en grupos grandes
beben agua escarchada en la hierba
junto a las casas de escombros viejos.
Mariposas de palma de mano
ignoran dónde están las trampas
de los pajareros de las mañanas
que engañan y apresan jilgueros.
Desde la cuna lloran las bocas chicas
expresando la cualidad más férrea
que enfría más que el hielo,
los años luz que tiene el ser humano
en su terrible existencia con los demás seres,
que es la maldad de muy malo
sin contemplaciones de pasados
y a pesar de enero consiguen alas
para firmar propiedades sin dueños
-que jamás pertenecen sino al cielo-
para su colección de presos.
La maldad que arrasa.
La maldad que espía.
La maldad heredada.
La maldad que enjaula.
¡Fuera de estos negros cielos!
¡Marchaos lejos, divinos seres,
donde sólo haya silencio bueno!
Golpean sus cabezas las alas jóvenes
buscando sus nidos abiertos
por los pajareros,
que borrachos y violentos
se sientan a esperar
la condena de los vuelos.

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