domingo, 5 de febrero de 2012

Un domingo en pecado, de Marta Antonia Sampedro

Hoy voy a cometer muchos pecados. Empezaré por comer carne de pollo que murió sin saber por dónde está la Meca pero sí el mercado, porque el hambre no es asunto del Sol sino de la salvación del euro; qué diferencia hay entre un pollo y nosotros. No llamaré a ningún timbre de una casa para decir que el fin del mundo se acerca pasado mañana dice mi libro y también la tele, y que ya empezó por Oriente Próximo y que se arrepientan urgentemente de lo que sea, como si sólo la última guerra de un noticiero contase en los millones de años del ser humano matándose por cualquier causa, ni voy a comulgar con los que dicen que amando a Dios se ama a un hermano de madre y padre y se olvidan de explicar que siempre y cuando ese hermano se confiese e incline ante el mismo dios, como si Dios se ocupase de vanidades, con lo difícil que será mantener en una mano todo el Universo y tener que fijarse en el vuelo de una mosca que presume de moscón. Hoy voy a cometer muchos pecados. Les llevaré su pan a los pájaros pequeños que el viento de enero lanza contra las paredes de las casas, y les negaré un cigarrillo rubio a los que bajo esas mismas paredes cada noche se inyectan heroína y se tragan la vida con cerveza, pensando que alguna vez dejarán sus venas tranquilas si no les doy conversación y tampoco nicotina. No saludaré a la mujer que todos los días escucha a su esposo vejarla y humillarla porque eso es cosa sólo de ellos, asuntos de matrimonio, a mí qué me importa, ni le preguntaré cómo sigue del dolor a la mujer que perdió a sus seis hijos por sobredosis de riesgo al suicidio, porque algo malo habrá hecho ella para tal castigo divino, pues me siento superior ya que mis hijos aún viven y están sanos, entonces es que seré más buena y no me he quedado ciega como ella. No sentiré lástima porque los perros atados en las azoteas lloren y griten de frío a sus amos cazadores, que piensan que un ser vivo es un objeto decorativo y el llanto es cosa de humanos, si total no son mis perros, a mí qué, como tampoco son míos los mendigos que despiertan en calor pero ya es la muerte en la acera quien los ha recogido con la piedad de los que nunca nos olvidan. Y seguiré pecando hasta que me sienta tan a gusto conmigo misma que el domingo me resulte un día normal de cualquier persona normal que piensa que no peca habitualmente. 

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