viernes, 25 de noviembre de 2016

De tanto escribir finalmente, de Marta Antonia Sampedro


No he muerto hace días
con lo preparada que yo estaba
que de tanto escribir finalmente vives
dejé mi hogar me despedí de Humita y Nube
amarrando expresiones y sentidos
que son los más desapercibidos y vitales
por antiguos y apegados en la inocencia
los besos infantiles de niños que son nuevos
pero continúan nuestras vidas en su ley natural

la tarde en Jaén agitada la ciudad
con un viento ebrio de coraje de campo
los árboles esa arquitectura de los tiempos
hicieron que Manuel y yo recordásemos
las arboledas del Prat junto al puente de Vic
pues todo era hojas y otoños esa tarde
todo era hojas y otoños hace muchos años
hojas llenas de personas presentes que no viven
hojas vacías de personas ausentes que viven
contra los ventanales las corrientes eran rumores
y las ventiscas gritaban ecos de alegrías y de tristezas
desde Baños de la Encina nuestro pueblo

al fondo tan encima el castillo de santa Catalina
no era el impresionante Bury al-Hamma
 la mayor frontera para los temores
pero abría las nieblas del ovillo nocturno
erudito en confeccionar o quitar vidas

me quedé despierta en la noche
esperando a que la muerte llegara
ese azar de morir el lunes veintiuno
ligera de equipaje dijo Machado don Antonio
una casa de cuadernos
y cosas inservibles que llevo conmigo
por lo tanto es ligera el alma
que no tiene que ocupar tiempo
en valorar lo que guarda o ha perdido

la muerte tiene aplomo y llegó a ratos
se podría decir que iba y venía
en vendajes cápsulas y desnudeces
tinturas letras con números duermevelas
sustancias máquinas que preavisan del dolor
diafragmas gargantas y manos extrañas
que sin amarnos han de tocarnos
corazones vientres espaldas

y por la mañana del martes veintidós
una paloma grisácea descansaba
apacible en la ventana de la planta cuatro
dejándose retratar la calma
las dos mirando el castillo y nuestras caras
los árboles tranquilos las nubes dilatadas
luego voló hacia el pabellón de enfrente
con su liviano equipaje de alas.

(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2016)


domingo, 20 de noviembre de 2016

Ama Noviembre, de Marta Antonia Sampedro


Me despierta su presencia
quiere entregarme la señal

 lleva su blusa de amanecer
 y sobre la colcha va dejando
 los núcleos de sus lágrimas

  miramos juntas la noche
-que aún somos-
 no viene a decir nada
 solamente que está

–yo la huelo-  y la busco
–la miro- y está quieta

me entrega el cofre de sus ojos
 los ojos que ya no son
 en ellos está la simiente
 las huellas de pies en la arena
 y las palabras que escuché
 mientras las nubes se rompían
 en franjas de la tarde al oeste
 donde yo caía estando en pie

 ella me abre el camino a una casa
 donde ya no hay nadie que sueñe

los pétalos van cayendo al fuego

 la estancia es ausencia
 un desierto sin cometas

 me despierta su presencia

salgo a ver el cielo de noviembre
alguna forma de las nubes
una sábana que pare el firmamento

 hace un tiempo de respuestas
 un frío de noche inmóvil

 confundo los aviones con estrellas
 las farolas con las almas

 quiero acariciar la niebla
 que desde arriba oculta la estación

 antiguas risas dulces y blancas
 suben y bajan de las nubes
 aligeran Linares de dolor

el aire no tiene agua
pero en mi rostro ha llovido

No llores hija no llores

sonrío porque vivo
me puede el miedo a vivir
y sonrío
me espanta morir
y sonrío
 no quiero perder la noche
 de este noviembre en presencia
 y sonrío

porque es la señal
 amar de vivir.


© Marta Antonia Sampedro Frutos
 (Noviembre de 2016) 

jueves, 17 de noviembre de 2016

Ayer ya no es, de Marta Antonia Sampedro


Aún no le he dicho por qué no quiero viajar a verla.
Y sin embargo mi amor a ella claudica ante todos los temores
y cada cierto tiempo la visito.
La estación primera se asemeja
a una gran fábrica
donde no hay más obreros que los empleados
de servicios de los trenes.
Barcelona se desparrama junto a la estación.
El mar también.
Lo huelo.
Después está el tren segundo,
el que me lleva al lugar donde ya no soy
pero en mi madre me reencuentro.


© Marta Antonia Sampedro Frutos (2009)

domingo, 6 de noviembre de 2016

Olvidaron juntos y eran amables, de Marta Antonia Sampedro


Había dos desconocidos que comían juntos.
Él comía en plato hondo,
 ella en plato llano.

Él era muy amable, le pasaba el pan.
Ella era muy amable, le pasaba el agua.

Ambos se miraban queriendo recordar
de qué no se conocían.

Ella no recordaba haberlo soñado.
Él no recordaba haberla besado.

Nunca un saludo anterior
voló en sus palabras.

Entre los dos había por lo tanto
una cuestión de existencia ficticia,
porque comían juntos y eran amables.

Alguna vez pensaron quién de los dos
sería capaz de abandonar la mesa aquella
de presencias sin nombres.

Él preguntaba te gustó el almuerzo.
Ella decía está exquisito.

Fueron austeros consigo mismos
porque nunca preguntaron
por qué estaban juntos
y el sol les daba al mediodía.

A pesar de no conocerse de nada
y tomar café juntos
sin las prisas de los conocidos,
comían juntos y eran amables
desde que se desconocían.

 (C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2009)