Me despierta su presencia
quiere
entregarme la señal
lleva su
blusa de amanecer
y sobre la
colcha va dejando
los núcleos
de sus lágrimas
miramos
juntas la noche
-que aún somos-
no viene a decir
nada
solamente que
está
–yo la huelo-
y la busco
–la miro- y está quieta
me entrega el
cofre de sus ojos
los ojos que
ya no son
en ellos está
la simiente
las huellas
de pies en la arena
y las
palabras que escuché
mientras las
nubes se rompían
en franjas de
la tarde al oeste
donde yo caía
estando en pie
ella me abre
el camino a una casa
donde ya no
hay nadie que sueñe
los pétalos
van cayendo al fuego
la estancia
es ausencia
un desierto
sin cometas
me despierta
su presencia
salgo a ver
el cielo de noviembre
alguna forma de las nubes
una sábana que pare el firmamento
hace un
tiempo de respuestas
un frío de
noche inmóvil
confundo los
aviones con estrellas
las farolas
con las almas
quiero
acariciar la niebla
que desde arriba
oculta la estación
antiguas
risas dulces y blancas
suben y bajan
de las nubes
aligeran
Linares de dolor
el aire no tiene agua
pero en mi rostro ha llovido
No llores hija no llores
sonrío porque
vivo
me puede el
miedo a vivir
y sonrío
me espanta
morir
y sonrío
no quiero
perder la noche
de este
noviembre en presencia
y sonrío
porque es la señal
amar de
vivir.
© Marta Antonia Sampedro Frutos
(Noviembre de
2016)
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