jueves, 30 de diciembre de 2010

Paisajes de una paracaidista, de Marta Antonia Sampedro

No temas a la felicidad de los ratos,

si como el perro solitario
que busca la suerte en las calles
un día encuentra calor en las aceras
la felicidad en el escondite espera
porque los paisajes de vida
son y debes de asumirlos cambiantes,

no temas a la felicidad de los ratos
porque la vida es fascinante y triste
y como la paracaidista en el vacío
con un leve movimiento
o un reflejo en desespero
acierta la cinta donde caer sin lesión
y proteger sus rodillas.

La vida tiene sus cajas de regalos
y sus cuerdas de tentación,
y como el adicto irremediable
que se abstiene de buscar
un día despierta sin deseos
porque bajo la almohada sus sueños
se han consumido por cansancio lento,

no temas a la felicidad de los ratos
con dios y sin dios siempre hay adioses
porque la vida con sus tiempos
te dirige al historial de tus actos
y como un payaso que ríe
al rato estás llorando
pero eres el mismo melancólico y burlón
porque la felicidad se ha marchado
tornando a placer tus ojos secos o mojados,

no temas a la felicidad de los ratos
y saca tu pañuelo manchado de espantos
donde caen tus lágrimas y tus labios
porque inevitablemente ser bueno y malo
dependerá siempre en cómo están tus manos,

no temas a la felicidad de los ratos
y sé libre de odios y presagios
y sé esclavo de tus coherencias
porque de nada valen sangres ni esfuerzos,
cuando tus bolsillos estén vacíos
o tus carnes y tus sueños sean comercio de otros
sólo te quedará exilio y llanto
y quién sabe tal vez guardes la cinta
que en tu mínimo recuerdo te auxilie
cómo eran tus pasos tan cerca o lejanos,

no temas a la felicidad de los ratos
y mantén tus huesos a salvo
teme a la jauría de los galardonados
porque es posible casi seguro
que sus victorias sean a tu cargo
y tú en tu pasmo no veas
que la felicidad más sencilla está a tu lado,

no le temas a la felicidad de los ratos
y mira cómo la luna de la noche
te dice que el mundo es redondo
y a veces en su proyecto casi plano

y no tengas el miedo a morirte
las veces que necesites
porque es el modo de vivir contigo
a cada nado de un naufragio,

no le tengas miedo a la felicidad de los ratos
y piensa en primaveras
y no olvides el buen invierno
que es el dormitar de las higueras,
como una piedra que observa
que nada es casual ni pasajero
mira sonriendo cómo en el volar de las aves
encuentras el sentido ético de tus cambios,

no le temas a la felicidad de los ratos,
y no tengas hambre de personas
que pienses te ayudarán a pasarlos
porque tal vez aderezado
te sirvan en su plato
y ya no seas sino futuro digerido
donde ni tú te reconozcas sano,

cómprate –es gratis- tu espacio,

no temas a la felicidad de los ratos,
no temas a la buena o mala vida
no sueltes tu cinta,
vive contigo tus años.

(C) Marta Antonia Sampedro Frutos

viernes, 24 de diciembre de 2010

Duraznos en la niebla, de Marta Antonia Sampedro




¿Y si Jesús, en vez de en un establo,
hubiese nacido de madrugada
en un puesto de duraznos en la niebla?



Fotografía de Rafael Cruz.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Mucio y las nubes, de Marta Antonia Sampedro

Hay días en que olvido
mi propio ánimo sin verso
y en la sombra del invierno
pensando en Mucio regresan
las nubes que jamás preguntan
cuánto pesan los días por dentro,

dejo entre los dedos yertos
la convicción de las leyendas antiguas
donde uno es siempre uno
al margen de los vientos
y los nombramientos,

así voy de leyenda a historia
sin que me alteren los olvidos
o las nostalgias a los ruines
y sus coletillas adversas
con sus boletos de chinches,
porque pienso en Mucio
cada vez que quiero versos,

miro los retratos presentes,
de los que son incapaces
pues jamás lo fueron
de prestar su alma y menos aun venderla
a quien esclavo o libre pretendan,
y viene con ellos Mucio
dejando su brazo sobre la hoguera
por una lealtad a sí mismos
y un amor extraño pero amor
que por serlo ve sus rostros
en las paredes con sospecha roja,

y en la sombra del invierno,
sin más preámbulos que un sueño,
encuentro a Mucio el zurdo
podando sus nubes con fuego.

lunes, 6 de diciembre de 2010

La vida comprendida, de Marta Antonia Sampedro

Comprendo la vida

donde no hay silencio buscado

sino un canto de arroyos

abriendo las bocas de la tierra,

sobre las uralitas de la vaquería

estorninos fríos vuelan

junto a las torcaces de papel de aire,

vienen los perros a espantar olores

los mastines poderosos cruzan

el camino de La Tortilla

y sus mantas de húmedos algodones,

y la vaca muerta abriendo

por última vez su vientre

no piensa en dios o el amo

quizás en las nubes de diciembre

es de vida su mayor sensatez palpable,

las hojas de las higueras engendran

ciempiés quietos color piedra

dormidos en bostezos de lluvia y niebla,

comprendo esta vida inesperada en cielos

donde no hay respuestas ni sentencias

sino las voces perpetuas de las ramas

y sus reflejos en las acequias,

ignoro el tiempo que otros cambiaron

a una realidad que contra mí inventaron

sin que me toque mal pensamiento o recuerdo,

y comprendo la vida de este modo

el abaniqueo del sol escondido

donde nadie existe ni siquiera yo,

pasan los días en las nubes eternas

que me mostraron esta claridad verde y campo

desde antes de recordar que pienso,

y respiro profundamente el viento

de este Jaén hermoso

que limpia de materia absurda

cuanto fui anduve o pensé

antes de comprender la vida

en tantos años un momento.

(2010)