martes, 18 de diciembre de 2012

La existencia, de Marta Antonia Sampedro


Es domingo lo mires por donde lo mires. Mi madre nos ha despertado bien temprano, como todos los domingos. El culto empieza a las diez de la mañana pero ella insiste. Mi madre tiene la convicción de que si dios viene en domingo nos debe encontrar en la iglesia. Pero no puedo decirle eso, porque en mi familia no se puede hablar de dios de ese modo tan informal; tan sólo se puede alabarlo. Hay libertad, sin embargo, para alabarlo en todos los nombres: como Yahvé, Jehová, Cristo, Jesucristo, Señor Jesús o simplemente Jesús. Alabarlo es la obligación que desde que nacimos nos dio mi madre, no hay domingo para nada más. Ella no sobrelleva nada bien que cantemos canciones que no sean religiosas. Y en cuanto nos escucha cantar canciones de gentiles ella canta religiosas según himnario y mucho más alto; finalmente nos callamos y ella sigue cantando. Mi madre está segura de que el camino religioso es el único camino. No hay otro camino. Resignados al camino nos vestimos de domingo, las mujeres con falda y los hombres con traje y corbata. Tomamos nuestras biblias Scofield repletas de rayones azules bajo multitud de versículos y salimos hacia la iglesia todos juntos, con la esperanza de que haya alguna bienaventuranza nueva o para ver si dios de una vez ya ha llegado. 

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