domingo, 25 de julio de 2010

La vida es un instante de un poema, de Marta Antonia Sampedro

Hoy es mi cumpleaños y si la alegría existe será esa la impresión que tengo. No porque cumpla años, que también, pues puedo decir “hasta aquí voy llegando con todo el equipaje”, sino porque soy feliz o digamos que voy adelante sin dolor y sin que las sombras me persigan repitiendo ecos que me son, en muchas ocasiones, ajenos o cercanos: el mundo y sus injusticias de pulsos monetarios, la presión de sentirse diferente, el odio disfrazado de amor y viceversa, las miserias de las gentes, la gente miserable, las traiciones de quienes mienten y nos intentan trastornar con su mundo de rejas... Me siento liberada del peso del dolor y sólo un poco de la nostalgia, esto último algo muy común en los poetas. Y es que parece difícil ser poeta cuando se es feliz. Seguramente en las obscuridades o en las debilidades se encuentra el fondo de lo denominado alma, que considero mezcla de corazón y mente. O es que vemos el lado no exhibido de los hechos y de ahí concluimos: La vida es un instante de un poema.
En este día de cumpleaños recuerdo a mis familiares mayores más añorados. A mi padre, que tal día como hoy de hace muchos años, segaba en las eras de Baños de la Encina, dando su jornal de trabajo duramente para mantener a la familia con dignidad obrera. A mi madre, de quien admiro su fortaleza, templanza e inteligencia, y que me dio la vida. A mi querida abuela Antonia, que siempre llevo en mi corazón y en mi nombre unido a toda letra que yo escriba; de ella aprendí desde muy niña, que el amor es increíblemente más fuerte que la muerte, y que ser valiente nos libra de muchas. Recuerdo a mi hermano José Joaquín, cuyas manos de niño se agarraban a mi falda escondiendo su timidez, la misma que lo hizo vulnerable y sensible en este mundo de locura permanente y de locos que se consideran salvados de la locura grave, y que dejó su excelente memoria literaria, convirtiendo la vida de papel en personas que sobrellevan, como mejor puedan, el olvido. Siempre mi hermano vive en mi corazón, nunca la muerte lo tendrá para sí, porque pertenece al amor de quienes lo amamos y a mi casa de hermana poeta y obrera.
Aunque recuerde con lágrimas a todos cuantos pertenecen a mi memoria, incluso en las tristezas me siento feliz, porque nunca me siento sola con la presencia de los seres que amo, aunque ya no estén presentes o la distancia, esa cruel compañera, los tenga en el recuerdo activo en vez de a mano con mano. Gracias a la vida, que nos dio una memoria compatible con el corazón, siempre tenemos la vía de no estar solos ni tristes.
Como bien dijo el poeta, “El mejor testigo es el tiempo”. Yo añado “La vida es muy rara”, y no es una frase simple, porque todos podemos comprobarlo diariamente.
Tengo recuerdos disponibles, sueños, amores, pensamientos, cinco dedos de amigos fieles, versos, paz, ideales, higuera, techo, lectores.... Así que hoy cumplo años y me siento feliz. Muy feliz de vivir. Y de amar viviendo.

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