miércoles, 28 de enero de 2009

Agua de mar y lágrimas, de Marta Antonia Sampedro

Enloquecido por azules y espumas abandoné,
en búsqueda de vida y ebriedad de vacíos,
la embarcación.

Sé cuanto deseaba: observar otro mundo,
sobrellevar la carga de saberme perdido,
entretener mi grito.

Me lancé al agua, sin más oxígeno
que mi curtida piel de soñador marino.

Habían desaparecido los rostros sombríos,
las cuerdas y vasijas de nocturnos diurnos
que albas y ocasos entrelazados sentía.

Y ante mis ojos de sal bañados,
criaturas sin ruido me traían alimentos de sosiego,
recuerdos inventados de antaño que de niño me contaban,
cuando aún eran libres, trovadores y esclavos.

Y entre los seres, frente a mi cuerpo leve,
una medusa, visillo de laúdes,
tranquila danza bailaba, cuerpo de misterio,
dándome la bienvenida.

Pensé qué pruebas de guerrero, dios de mi desierto,
desear ese velo nacido,
viendo en él los gestos de mi amor,
cuando al resguardo del frío estival,
sus hombros en los cerros ocultaba ante mis besos.

Es esfuerzo de muerto llorar dentro del mar.

Surgí del agua, aún gimiendo,
escuchando mi nombre dentro de mí.

El barco me esperaba. Conocían mi nostalgia.

No era la primera vez, que no podía ahogarla.



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