miércoles, 1 de abril de 2020

La palabra no es propiedad privada, de Marta Antonia Sampedro



Cuando dar tu opinión va contra ti. Pero quien domina no cesa.
-Yo soy como tú, un trabajador- llevaba años diciendo-. Estás muy equivocada. Los dos somos obreros, no hay diferencia.
No cesa, porque si contestas como piensas, hay consecuencias.
Callar no es otorgar cuando sales perdiendo si contestas. Esos que provocan lo saben perfectamente. Que callas. Pero necesitan saber si otorgas. Te atan la palabra como quien echa el cerrojo a su propiedad privada y queda registrada en exclusiva. Y siguen.
Viajes por aquí, comilonas por allá, salario de limosna, esclavizar, venga a molestar con Somos iguales, los dos obreros.
Pero un día de esos en que nada perdemos pues nada tenemos excepto la palabra, nos visitan los límites, Hola, estamos aquí, ¿no harás nada, ni siquiera palabras? Este sigue, aún no contestas, tanto penar para callarse una, Miguel Hernández ayuda.
-Yo soy como tú, un trabajador. Estás muy equivocada. Los dos somos obreros, no hay diferencia.
Qué hartura. Ese se piensa que el siglo XXI sólo ha dado tecnología pero ninguna claridad a un mundo harto de padecer injusticias. Porque quien domina considera también suyas las palabras. Propiedad privada, el lenguaje y las gargantas ajenas, todo suyo. Sin embargo, además de Karl Marx recordándonos ser decididos, y el poeta con su lema Nos queda la palabra, Otero y los otros insisten a cada segundo. Que la palabra pertenece mucho más a los cansados de callar.
-Tú y yo no somos iguales- mecha encendida-. Yo soy la trabajadora. Tú, no. No eres un obrero. Tú eres un burgués.
Ahí fue la bomba. Quedó quieto. Esta quién se ha creído que es, para no darme la razón. La razón es mía, lo dice la palabra misma, propiedad privada igual que el sudor de los demás.
-La diferencia entre ser obrero y no serlo, es que cuando no se tiene empleo el obrero tiene que recurrir a las ayudas sociales, pues se queda sin nada. Por lo tanto tú no eres un obrero, la obrera soy yo. Los servicios sociales es nuestro socorro, el tuyo tu gran patrimonio conseguido.
Siempre consideró que había que verlo un obrero. A ese explotador de seres humanos.
Desde entonces nada volvió a ser igual. Porque no hay nada más que enrabie a quien se sabe poderoso, que saber que a quien domina no lo hace por convicción. Y debe dar sus rondas de provocación para comprobarse a sí mismo. Que a quien somete calle no entra en sus planes ni principios de abuso. Pero callar no significa otorgar, pues ninguna libertad se le dio al otro para contestar. Que también tiene de propiedad suya, la palabra.


© Marta Antonia Sampedro Frutos
1 de Abril de 2020.

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