miércoles, 5 de noviembre de 2008

A nosotros no nos mira nadie, de Marta Antonia Sampedro

Los dioses valen menos
que las banderas.

Yo expreso
que mienten quienes dicen ayunar,
para compensar la furia
que a los dioses provocan
los pecados de los ateos
-qué dios adoran éstos,
sino la osadía objetiva,
subjetiva intuición,
libertad, en definitiva-.

Sin dioses no hay ley,
más que la norma de ser honestos,
valientes, débiles o sinceros,
sin miedo al puñal eterno
y golpes de pecho
con transacciones de rezos.

Qué guía es para ti
encender velas a ciegas;
que a culpas tu frente rompa
un muro de piedra.
Tener alfombra o suelo,
lucir pañuelo
o cabello al viento.
Lugar de exclamaciones;
considerar impurezas
células muertas.
Pasear estatuas espantadas
de dolor y tintada sangre.
Qué giro el sol y la luna tengan.

Ese pensar que te acechan dioses
para no matar, mentir, traicionar,
robar, ir por delante del pecado,
si al hacerlo te absuelve el rezo
a una figura sin existencia,
que no puede contestar.

A nosotros no nos mira nadie.
Sólo el valor ajeno
si nuestras palabras
van por delante nuestro.
Un respeto por la vida
sin miedo al fuego o cielo.
Un acierto en la igualdad
de líneas, tierras, géneros.
Alimentos que nada digan
de tu dios,
del dios de otro
o de ninguno,
sino exterminar pobreza
usando lo que vemos,
sin más premio
que alcanzarlo.

Los dioses valen menos
que las banderas,
-éstas pierden
el miedo al gran ojo
y a los tronos en reserva,
y no entienden de rodillas
para conformarse-.

Y los pasos de sus siervos,
libres del terror a su dios,
es su expresión
de si vale o no,
creerlos,
y que tomen cuerpo.


(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2005).

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