Una va
entendiendo con la vida que hay personas que prefieren una madre que les deje
de legado la receta de la tortilla de patatas a una buena novela.
Pero
es que esas personas nunca han comprendido ni comprenderán que ser una madre
que tenga la vocación de escribir no es lo mismo que una madre que no la tenga.
Te
hacen sentir culpable.
Culpable.
Y por supuesto la condena está más que preparada.
Que no
se me olvide dejarlo por escrito: las madres escritoras, también sabemos guisar
tortilla de patatas. Pero no basamos nuestra vida en decirlo, ni en hacerlo.
Desde niñas tenemos otras inquietudes: nuestra vocación literaria. Nuestra
inquietud intelectual.
Las
mujeres, también, tenemos vocaciones, y no solamente servimos para hacer de
mártires. Ese apartado, de lamentos y de machismos, ya lo tenemos más que
superado.
Ayer, dos escritoras se encontraron por la calle de la ciudad hundida. Conversaron. De lo difícil que es ser escritora. Porque se nos juzga como mujer, como obrera, como madre, como escritora, como todo: todas las culpas se nos echan encima. Finalmente, concluimos: que les den morcillas a tod@s. Nosotras, a seguir con nuestra vocación. Le pese a quien le pese. Y a continuar.
Marta Antonia Sampedro Frutos (2023)
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