martes, 6 de abril de 2010

Cadáver con abrigo blanco, de Marta Antonia Sampedro


Por todas las lindes de la plaza
donde los bancos rebosan de invierno
y los perros olfatean orines
hay unas nubes plomadas de aceite,

quizás el respirar de olivos
concentrados en las miserias
baja todos los domingos
a eso de las doce según parece,

y de lejos se ve el banco cargado
de palabras de otros sentados antiguos
y las cáscaras de las dinamitas
languidecen las miradas de los presentes,

ella está sola sentada en su banco
le cae el cigarrillo como el ala de una estrella
y no me digan que nunca vieron eso,

ella está sentada en su banco
le cae su abrigo blanco como un cuerpo sin cuerpo
y no me digan que es el alma nadie ve eso,

las aves deshacen la madeja de las palmeras
y más allá la grúa de la obra eterna
pertenece ya al paisaje de nosotros,

ella está mantenida en humo
rozando las hojas envueltas de arena,

y así observando cómo la vida
es dolor y humo y manos perdidas
cada cual va a su oficio,

la ambulancia toma el abrigo blanco
y los agentes nos sancionan
porque en la plaza donde viven
los cadáveres con abrigo blanco
está prohibido llevar perro.

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