viernes, 29 de agosto de 2025

Los días que nos queden merecen ser vividos, de Marta Antonia Sampedro

A Josefa, mi querida y recordada amiga del alma. 

Los días que nos queden

nadie ahuyentará tu alegría

reirás como siempre

pero sin miedo a reírte

llorarás de risa

que es cuanto pertenece

y lloraré tu ausencia

al sentir que tu buena estrella

golpeó sin piedad a la mala

lucirás un vestido limpio

sin escuchar humillaciones

mostrarás tus manos nuevas

y quizá ya no veamos juntas

esta feria de agosto linarense

que nunca sus luces

te iluminaron los ojos

porque la bestia estaba

en la casa de las cenizas

pero ya vives tu dicha

sabiendo que hay otra vida

el derecho a ser mujer

sin las cadenas del monstruo

y todo tu dolor será olvido

un mal sueño que duró mucho

nadie te pondrá en la mesa

tus lágrimas de cera fría

para que las comas en ayunas

y en las sábanas se derritan

porque ahora tu alimento es envidia

de las ninfas de las fuentes

que rezan a los gatos

y a las cigüeñas del campo

y dicen cuando pasas

Ahí va Josefa la nena

y sin embargo vas para noventa

dejarás de soñar con muertos

que te siguen amando en sueños

los muertos que te dieron sonrisas

y ahora serán ellos

los que sueñen contigo

Ahí va Josefa mi niña

qué andar tan precioso y qué risa

y eso que soñé que lloraba

habrá sido la indigestión

de un mal lucero nocturno

los días que nos queden

merecen ser vividos

puedes cantar cuanto quieras

y pintar pasados que imaginas

puedes soñar con vivos

y al despertar están contigo. 

 

© Marta Antonia Sampedro Frutos (2012).

lunes, 25 de agosto de 2025

El cielo es de nadie, de Marta Antonia Sampedro

 

Es un mundo la bóveda nocturna

un espacio de toda una vida

en los parajes de luz

recuerdo el cine de verano

una niña está en mi cadera

 y un niño sujeta mi falda

ruego al anciano portero

que nos deje pasar de balde

se hace el duro una media hora

porque no deben quedar testigos

las estrellas se expanden

es un mantel de manjares para pobres

y sólo queda la luz de la taquilla

y nuestras sombras quietas

ojos de miel y verdes

somos brillos de gatos

que se adentran en la oscuridad

de marcas resplandecientes

luego está la enorme capa

donde las luces eran lámparas

el castigo de haber nacido

en un lugar de estrellas

el sonido de la fábrica

y los obreros peleando

a ver quién supera el halago

a los encargados

nadie es de parte alguna

sino de los infiernos

nos ha dejado dios está claro

perdidos buscando el cielo

quién podría amar

que no haya estrellas

en las primas del salario

y en este inmenso cosmos

donde la noche descansa

sobre las hojas del membrillo

resumo ahora la vida

en esa tendencia de excesivos

que nos reviven los llantos

y despiertan las sonrisas

acaricio la pequeña nariz

del niño de ojos tristes

en las crines de Pegaso

nunca tuvimos más caballo

que los destinos afligidos

regresamos al cine abierto

ya no necesitamos de la bondad

entramos sin concesiones

porque somos fugaces y livianos

el cielo es de nadie

y sin embargo de todas las gráficas.


(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2013).

De la obra "Estancia de hojas".

lunes, 18 de agosto de 2025

Las neblinas en el limonero, de Marta Antonia Sampedro

 

Una casa no tiene presencia cualquiera en la parte que menos esperemos. Una casa está siempre en el mismo lugar. No es como las personas, que van y vienen, te las encuentras desplazándose en los autobuses mirando por la ventanilla con sus caras melancólicas o quietas en las terrazas tomando café con un punto de espuma haciendo de corazón. Esta casa siempre está llena de neblinas, preferentemente en el patio, donde tienen mucho espacio para jugar al escondite y reproducirse. Voy a por leña al trastero del patio y me sorprenden al salir huyendo para que no las atrape y las eche a la chimenea junto con la encina. Juegan duermen o ríen entre la mimosa o el membrillo, estas neblinas. Huelen las rosas rojas o el jazmín blanco y después se suben al tejado y me observan tendiendo al sol la ropa. Yo hago como que no me impresionan sus presencias, incluso como si no las viera. Luego, se impregnan de los hilos de jerséis y pantalones, ya he notado que a veces al vestirme salen hilos blancos que se vaporizan al contacto con mi cuerpo y debo abrirles la puerta para que regresen al patio. De todas las plantas han elegido el limonero para reunirse en la noche; el limonero tiene dos años y medio. Ningún azahar que nazca llega a limón, sus pétalos quedan mordisqueados por las neblinas un día y otro y ya no me sorprende que ni siquiera estén caídas en el suelo. Solamente ha dado un limón que lleva colgado de la rama sesenta y un días coloreado de verde claro y puntos marrones. El vecino jardinero me dice que es porque le falta alguna sustancia. Pero tras muchas observaciones he comprendido que se alimentan de sus esencias porque nunca antes el patio había olido tan bien sin tener estas flores y eso debe ser debido a la digestión de los azahares en las neblinas. Claro que eso ningún jardinero lo incluye en su manual de jardinería y prefiero decirle que he comprado hierro y fósforo e incluso piedras blancas en el vivero de la Quinta de Miguelito. Ante esos resultados nulos, sus conocimientos ya quedan limitados y sólo se encoge de hombros y me dice Yo qué sé. Si sales al patio lo ves de frente, al limón único. Pero si te aproximas, aunque camines despacio, ves salir a las neblinas que aún duerman y tus pasos o tu olor a humano las han despertado. Entonces miras las flores y lo ves claramente, los bocados de las neblinas que dejan cercos vacíos en los contornos. Llegado este punto, no he tenido más remedio que aceptar que mi patio tiene una auténtica plaga de neblinas. He tomado medidas urgentes. Hacer más visitas al limonero, para que mi presencia espante todos los duermevelas de las neblinas y consideren esta alerta un acto vandálico probable y sin pausas. Claro que esto puede representar que se mueran de hambre y ansiedad súbita y eso me produce zozobra de conciencia a pesar de que el resultado sea que tenga más limones digamos dentro de dos meses y poder hacer limonada a las visitas. Sin embargo, tengo la firme convicción de que las flores me agradecerán toda esta presión bélica. Plan para llevar a cabo enseguida. No puedo permitir impasiblemente esta agresión en mi propia casa. Lo he visitado por sorpresa algunas noches. No siempre a la misma hora. Me he puesto el reloj para programar las visitas. Y a la luz de la luna de cualquier hora de la noche se dispersan las neblinas. Algunas llevan de la mano blanquecina a otras más pequeñas y es de suponer que son las neblinas de menos edad; otras más grandes van más lentamente y son las más pesadas, llevan en sus panzas muchas flores trituradas con néctar blanco, me atreví a tocar una y de ella salió una neblina con forma de gato, incluso me pareció ver en ella dos ojos de luz. Esta acción inesperada ha dado resultado unos días y por las tardes apenas se les ve reunirse sobre el tejado. Estaba satisfecha de mi plan hasta anoche. Llegué al limonero a eso de las 2,30, primera hora programada de despertador. Caía una llovizna que me dejó la cabeza rociada como si fuera un gorro de agua fina. A pesar de ello, persistí en mi acción de dispersarlas. Zarandeé algunas ramas para desocupar por completo el árbol y de pronto una presencia más antigua incluso que mis recuerdos apareció vestido de neblina, impecablemente de blanco transparente. Reconocí enseguida el rostro de un ser querido con el cual hacía mucho tiempo que yo no soñaba, la última vez lo había soñado cuando tenía cinco años, tan rubio y tímido y ojos verdes que ahora se veían blancos de neblina, y al momento tras mirarme con mirada triste se dispersó con las demás y comencé a llorar de sentimiento que me estallaba por dentro, y a abrazar al limonero arrepentida de esta lucha contra las neblinas con tal de conseguir limones. El árbol estaba frío como todos los árboles en la noche de invierno, pero mis lágrimas salían calientes de mis ojos y mis mocos de mi nariz helada y al momento el calor se fundía con el frío y la llovizna, todo esto en presencia de una luna difuminada que nunca se quiso implicar en mi ruindad programada. Me quedé abrazada al limonero hasta que bien llegada la madrugada y fría como noviembre noté acercarse a las neblinas, seguramente habían pasado la noche también en vela o a saber en qué mal lugar con terrible miedo por todas las alimañas que la oscuridad destapa especialmente a las neblinas que no tienen un sitio fijo donde vivir. Se fueron colocando una a una entre los troncos y las ramas del árbol y en las hojas mojadas como si mi presencia no existiera o no les impresionara ver a un ser humano derrotado contra las neblinas. Me rozaban las manos y la cara, una de ellas me pellizcó un dedo, una sensación como de ahogo me vino en el pecho y no tuve más remedio que dejarlas acomodarse en su hogar de flores y volver a meterme en la cama sabiendo que están bien.

 

 (C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2012). 

martes, 12 de agosto de 2025

En cualquier lugar de agosto, de Marta Antonia Sampedro

 

Una lógica es que estando

en la fiesta del pueblo

observando el campanario,

las gentes conocidas de siempre

mientras la orquesta desafina o acierta

el alcalde comunista se sienta en la piedra,

 

muchos recuerden cómo eras de niña

y te pregunten cuántos hermanos

emigrantes aún quedan,

el castillo Bury al-Hamma de testigo

llevando mil años pareciéndolo

a pesar de ignorarlo por costumbre

de pertenecer a sus fortalezas,

 

una lógica es que mirando

los destellos de los jazmines

que te vienen sin buscarlos a olerte

las casas caídas bajo la luna llena

y las nuevas sobre la memoria callejera,

te veas reflejada en las niñas que corretean

con sus vestidos amplios planchados

y sus sandalias de verano relucientes,

 

trasieguen las nubes de la noche

acariciando las hojas de olivares

y el cielo sea un espejo del pantano

mientras recuerdas a seres que viven

aun sabiendo que ya son cruz

en el cementerio más lejano y triste,

 

una lógica es que escuchando

las letras de los diálogos festivos

se agolpe todo cuanto fuimos

en todas las partes donde nos sentimos

medio muertos y medio vivos,

 

entre todo esto es lógico que conduciendo el auto

a la luz del campo dormido

cuando aparezca una lechuza

volando ante el cristal

cruzando la campiña sus alas de lino

las luces de emergencia se enciendan

para apartar del camino a un ave

deslumbrada quieta asustada

y más allá una estrella fugaz te resucite

otros agostos

y concretes el pensamiento más urgente,

 

lo lógico es que pidas

el deseo más grande que tienes guardado

y escondes,

 

-sólo las estrellas no preguntan motivos-

 

y así una piensa ahí va el desafío

con este no creo que puedas,

 

Tener la suerte de que mis ojos no mueran

antes de volver a verte aparecer

en cualquier lugar de agosto,

 

y la estrella responda

No es posible de sobras lo sabes

pide otro antes de que muera,

 

lo lógico es que al día siguiente

cuando vuelve la noche

y abundan las pedigüeñas estelares

con luna o sin luna con aves o sin ellas

recorriendo pensamientos y nubes deshechas,

una siga en el mismo tono

aburriendo estrellas que nunca amaron.

 

 

(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2008). 

martes, 5 de agosto de 2025

Mujer republicana que mira las estrellas, de Marta Antonia Sampedro

                                                                                                                                                                                 

Esta figura es blanca

igual de blanco que no haber vivido

incluso los papeles blancos no dicen nada

pero yo te pregunto qué te sugiere esta mujer

porque si la paraliza un cuerpo blanco

es que jamás se atrevió

para mí que está en coma

las comas de los lenguajes blancos

si mira las estrellas es que sueña

o duerme entre ellas

yo la supongo nada temorosa

tiene los brazos hacia su vientre

le daremos sus deseos secretos

a esta mujer que nada expresa

o tiene cadenas blancas

debe ser noche ya entrada

son más de las cinco y cuarto

porque tiene sobre los hombros un chal

qué prenda blanca entrañable

blanco no es el frío tampoco destemplanza

digamos que blanco no es nada

metafóricamente soñando

pongamos entonces colores

a una mujer ausente por nada

rojo de latir de sangre

y los pulsos de percibirla

amarillo flor de los hinojos

que calman los pasados malos

morado cielo de primeras estrellas

los viandantes en las certezas

quién dijo que no se puede pintar

en las mentes blancas los colores

ves su rostro perfilado ojos de noche

y sus brillantes cejas

ahí va su cabello castaño

echado hacia atrás porque es gozosa

también cultivada

y sus labios carne de besar labios

libremente besados

la toquilla morada de madres

que nunca fueron blancas de nada

el vestido rojo hasta los pies que andan

caminos liberados

y el aire de agosto quiere los flecos amarillos

para sí todos los años

y date cuenta cómo proyecta la vida

una mujer republicana

que mira las estrellas.


(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (Agosto de 2016).