jueves, 31 de julio de 2025

"Los estorninos" (fragmento), de José Joaquín Sampedro Frutos

 

De la novela de mi amado

y recordado hermano José Joaquín.

En su memoria y amor.

Por siempre unidos.

 

“-Tú déjate llevar…- le decía un médico vestido de blanco.

-Esto será una auténtica terapia que te enseñará cosas de ti mismo…

-No tengas miedo, hemos venido a ayudarte…

-Vamos a examinar tu cuerpo etérico… Déjate fluir…

El Cholo envuelto de luces blancas y sonidos de máquinas nucleares… Estirado y vencido, con su ridícula bata y sus brazos heridos.

Todo se mueve, se reduce hasta el punto de una cabeza de alfiler, mientras todo se acerca hasta encontrarse y dividirse, como un puzle que late sobre una pieza perdida en un agujero oscuro.

Remolinos de burbujas, misterios vacíos que se elevan hasta reventar.

Y la corriente que lo arrastra –mira qué pasecito- por un túnel de rojos fluidos.

Allí se reproducen los seres y entran en juego unos con otros, como líquidos corrosivos… Seres radioactivos que trafican la energía de los átomos partidos; virus con pies y ojos, al acecho de un descuido… que se asoman por entre las paredes sombrías de los túneles…

Recostado, sumergido en sí mismo, pasajero de ese momento, neutral…

Unos grandes ventiladores en el techo, absorbían y aspiraban el aire arcilloso y espeso…

Cuatro médicos vestidos de blanco, con la fuerza y la determinación de los enfermeros de un psiquiátrico.

-Tranquilo, no te vamos a hacer daño. Sólo queremos examinarte.

Hicieron un círculo alrededor, mientras el Cholo se dejaba, como si estuviese en el sillón de un dentista…

-Veamos- dijo el primero-. Aquí está la pieza dañada… Podemos hablar de una ruptura por impacto, o mejor, de una poderosa atracción de energías… Por un lado, una presión desde dentro provoca la fisura de la parte interna… Por la otra, una energía perdida y sin descanso presiona en la parte externa, precisamente en ese punto…- El Cholo cómo analizaban una parte inseparable de él mismo… hasta acabar de romper la pieza en su totalidad.

-También resaltar- dice el segundo-, la existencia de una empatía orgánica, genética…, digamos física, entre estas dos energías… Por una parte, un joven decapitado, dividido en su esencia y con el camino de vuelta perdido, vagando inquieto… Por el otro, un joven desarraigado, perdido en su interior y que busca un confronto directo con todos los que él piensa, son sus verdugos…

-Perfecto- dice el tercero-. Tenemos la causa de la ruptura de la pieza… y ahora nos queda analizar cómo se interrelacionan estas dos esencias en el interior del cuerpo etérico de nuestro paciente. Por un lado, un joven escenifica su impulso vital de huida –la que jamás se dio…-. Convoca a los actores, se cuida de organizar los medios y la infraestructura necesaria para realizarla. Así es cómo huye, cómo contempla en soledad el lugar de su propio crimen… y así es cómo llora su propia muerte… Escenificado esto, por fin tiene el camino de vuelta asegurado. Por otro lado, un joven que no hace sólo de espectador, sino que inicia un ciclo regenerativo…

-En este punto, quiero ser muy explícito al señalar- interrumpe el cuarto-, que la regeneración en nuestro paciente viene dada por una ruptura interna-externa del cuerpo etérico. Por un lado, una vez escenificada la huida, el joven abre una salida en su camino de vuelta. Por otro lado, nuestro paciente ventila su mal estado interno y así da paso a la regeneración…

-Este es un punto delicado de la terapia- dice el primero-. Es una puerta abierta a todo tipo de energías perversas. Ahora tenemos, por un lado, los trenes que entran, pasan por dentro y que vuelven a salir sin parar. Por otro lado, la estación y la espera, reducido en este punto- señalaba un punto duro y diminuto-, donde su esencia se refugia. Tendrá que reproducirse a él mismo, una llamada de vida que lo haga íntegro. A este fluido de muerte, un fluido de vida lo borrará, para crecer y cumplir, en definitiva, con todo el ciclo…

-Sí, tendrá que encontrarse en este punto- asintieron los demás.

Y lo dejaron seguir fluyendo, el Cholo recostado en la corriente de aquellos túneles orgánicos…”.

 

De la novela “Los estorninos” (fragmento del capítulo “La función”). 

© José Joaquín Sampedro Frutos.

 

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