De la novela de mi
amado
y recordado hermano José
Joaquín.
En su memoria y amor.
Por siempre unidos.
“-Tú
déjate llevar…- le decía un médico vestido de blanco.
-Esto
será una auténtica terapia que te enseñará cosas de ti mismo…
-No
tengas miedo, hemos venido a ayudarte…
-Vamos
a examinar tu cuerpo etérico… Déjate fluir…
El
Cholo envuelto de luces blancas y sonidos de máquinas nucleares… Estirado y
vencido, con su ridícula bata y sus brazos heridos.
Todo
se mueve, se reduce hasta el punto de una cabeza de alfiler, mientras todo se
acerca hasta encontrarse y dividirse, como un puzle que late sobre una pieza
perdida en un agujero oscuro.
Remolinos
de burbujas, misterios vacíos que se elevan hasta reventar.
Y
la corriente que lo arrastra –mira qué pasecito- por un túnel de rojos fluidos.
Allí
se reproducen los seres y entran en juego unos con otros, como líquidos
corrosivos… Seres radioactivos que trafican la energía de los átomos partidos;
virus con pies y ojos, al acecho de un descuido… que se asoman por entre las
paredes sombrías de los túneles…
Recostado,
sumergido en sí mismo, pasajero de ese momento, neutral…
Unos
grandes ventiladores en el techo, absorbían y aspiraban el aire arcilloso y
espeso…
Cuatro
médicos vestidos de blanco, con la fuerza y la determinación de los enfermeros
de un psiquiátrico.
-Tranquilo,
no te vamos a hacer daño. Sólo queremos examinarte.
Hicieron
un círculo alrededor, mientras el Cholo se dejaba, como si estuviese en el
sillón de un dentista…
-Veamos-
dijo el primero-. Aquí está la pieza dañada… Podemos hablar de una ruptura por
impacto, o mejor, de una poderosa atracción de energías… Por un lado, una
presión desde dentro provoca la fisura de la parte interna… Por la otra, una
energía perdida y sin descanso presiona en la parte externa, precisamente en
ese punto…- El Cholo cómo analizaban una parte inseparable de él mismo… hasta
acabar de romper la pieza en su totalidad.
-También
resaltar- dice el segundo-, la existencia de una empatía orgánica, genética…,
digamos física, entre estas dos energías… Por una parte, un joven decapitado,
dividido en su esencia y con el camino de vuelta perdido, vagando inquieto… Por
el otro, un joven desarraigado, perdido en su interior y que busca un confronto
directo con todos los que él piensa, son sus verdugos…
-Perfecto-
dice el tercero-. Tenemos la causa de la ruptura de la pieza… y ahora nos queda
analizar cómo se interrelacionan estas dos esencias en el interior del cuerpo
etérico de nuestro paciente. Por un lado, un joven escenifica su impulso vital
de huida –la que jamás se dio…-. Convoca a los actores, se cuida de organizar
los medios y la infraestructura necesaria para realizarla. Así es cómo huye,
cómo contempla en soledad el lugar de su propio crimen… y así es cómo llora su
propia muerte… Escenificado esto, por fin tiene el camino de vuelta asegurado.
Por otro lado, un joven que no hace sólo de espectador, sino que inicia un
ciclo regenerativo…
-En
este punto, quiero ser muy explícito al señalar- interrumpe el cuarto-, que la
regeneración en nuestro paciente viene dada por una ruptura interna-externa del
cuerpo etérico. Por un lado, una vez escenificada la huida, el joven abre una
salida en su camino de vuelta. Por otro lado, nuestro paciente ventila su mal
estado interno y así da paso a la regeneración…
-Este
es un punto delicado de la terapia- dice el primero-. Es una puerta abierta a
todo tipo de energías perversas. Ahora tenemos, por un lado, los trenes que
entran, pasan por dentro y que vuelven a salir sin parar. Por otro lado, la
estación y la espera, reducido en este punto- señalaba un punto duro y
diminuto-, donde su esencia se refugia. Tendrá que reproducirse a él mismo, una
llamada de vida que lo haga íntegro. A este fluido de muerte, un fluido de vida
lo borrará, para crecer y cumplir, en definitiva, con todo el ciclo…
-Sí,
tendrá que encontrarse en este punto- asintieron los demás.
Y
lo dejaron seguir fluyendo, el Cholo recostado en la corriente de aquellos
túneles orgánicos…”.
De la novela “Los estorninos” (fragmento del capítulo “La función”).
©
José Joaquín Sampedro Frutos.
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