jueves, 1 de febrero de 2024

Moriré hoy mismo, de Marta Antonia Sampedro

 

Una vez dijo la poeta moriré hoy mismo,

sentada, en pie, caminado, durmiendo,

moriré y todo morirá conmigo,

amores que ni adiós dijeron

y creyeron robarme cuanto no era mío,

árboles que me dieran abrigo

avisándome del peligro de relámpagos,

moriré como el pájaro tendido

que alguien encuentra de cartón

bajo las ruedas de los motores,

la vía del tren en cuchillo

o un avión lo engulle tibio, 

moriré por las montañas como estiércol vertido

pluma devorada por halcones domésticos

moriré en la cola del banco y saldo antiguo

pisando la línea que ordena espere su turno,

el cajero automático me inyectará un tiro

programado digitalmente antimendigos,

moriré como indigente sin manta,

exfumadora desganada sin vicios

atribulada por sentirse exdrogadicta

correctamente perfumada según snobismo,

moriré añorando al amor más perdido

y al mar daré la espalda sentir lo mínimo,

gritándole al juez es usted un bandido

en sus ecuaciones de sentencias moriré,

y al cementerio iré a limpiar mi cubículo

para que los herederos milagreen calderilla

guisen patatas con laurel y vino

y mi cabeza de ojos les sirva de motivo. 

Moriré hoy mismo, dijo la poeta,

cuando razone que nunca las tardes caen

que aquí no cae nadie sino el vivo,

que las tablas de multiplicar aumentaron

refranes y números al bandolerismo

moriré protestando al criminal disfrazado

al angelito informatizado y consumido,

moriré sabiendo que muero a gusto

que nadie me llamará siendo oído

a no ser que mentira sea al fin

el corto hilo entre muerto y nacido

-dios no lo consienta-, 

moriré tan ciertamente viva que pensaré

tanto miedo en tantos frentes,

el ser humano es demasiado sencillo

tiene desatinos que vive ansiosamente

aun sabiéndolos asegurados y fijos. 

Moriré, dijo la  poeta, hoy mismo,

por las papeleras que cobijo dieran

a mil versos rayados formales rubricados

y cuando las vacíen escribiré

qué gran invento es el recuerdo

mas lo supera su amigo olvido,

moriré como mueren los soldados

inconscientes de ser heridos

y besan las banderas como a madrastras

que suplanten pechos sanguíneos tan contentos,

moriré diciendo a la tierra no me tragues

de sobras me sé el camino,

voy de huésped a dormir para siempre,

esta paz de morir cuando quiera

no la ofrece el verso libre, la rima

la prosa poética ni la leyenda,

sólo tú, madre nacida primera. 

Puedo optar por dejarme ver consumida,

valentía al estilo más guerrero y ejemplar

dar mucha pena y aumentar la soledad,

imitar al rico que ruega amparo,

lanzarme por un puente resbaladizo,

degustar sustancias que antes pagaría

para estrenar una tarjeta de visita,

anunciar soy la espía de las letras,

la terrorista de vosotros mismos,

y ser fusilada en público no por comunista,

revolucionaria o artista comprometida,

sino por no enterarme de qué va este lío,

siempre hay pardillos que avanzan

los pasos de los sonámbulos,

moriré tragando piedras y achicorias,

enamorarme a última hora o segundo

de alguien que no desee que muera,

moriré tendida ante la pantalla

de una televisión que dice no eres joven,

no eres sana, ni ejecutiva ni dinámica,

moriré de placer marchito

conociendo mis límites divinos, 

ahora que lo pienso fríamente

puedo morir de muchas muertes,

eso me da ánimos de libertad

sinceramente. 

Y dijo la poeta así que moriré otro día, 

y poco a poco siguió muriendo

en su agonía de vida,

ya más tranquilamente,

menuda diferencia.


(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2007)

De la obra "Recuerdos y otros inventos".

 

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