Una vez dijo la poeta moriré hoy
mismo,
sentada, en pie, caminado,
durmiendo,
moriré y todo morirá conmigo,
amores que ni adiós dijeron
y creyeron robarme cuanto no era
mío,
árboles que me dieran abrigo
avisándome del peligro de
relámpagos,
moriré como el pájaro tendido
que alguien encuentra de cartón
bajo las ruedas de los motores,
la vía del tren en cuchillo
o un avión lo engulle tibio,
moriré por las montañas como
estiércol vertido
pluma devorada por halcones
domésticos
moriré en la cola del banco y saldo
antiguo
pisando la línea que ordena espere
su turno,
el cajero automático me inyectará
un tiro
programado digitalmente
antimendigos,
moriré como indigente sin manta,
exfumadora desganada sin vicios
atribulada por sentirse
exdrogadicta
correctamente perfumada según
snobismo,
moriré añorando al amor más perdido
y al mar daré la espalda sentir lo
mínimo,
gritándole al juez es usted un
bandido
en sus ecuaciones de sentencias
moriré,
y al cementerio iré a limpiar mi
cubículo
para que los herederos milagreen
calderilla
guisen patatas con laurel y vino
y mi cabeza de ojos les sirva de motivo.
Moriré hoy mismo, dijo la poeta,
cuando razone que nunca las tardes
caen
que aquí no cae nadie sino el vivo,
que las tablas de multiplicar
aumentaron
refranes y números al bandolerismo
moriré protestando al criminal
disfrazado
al angelito informatizado y
consumido,
moriré sabiendo que muero a gusto
que nadie me llamará siendo oído
a no ser que mentira sea al fin
el corto hilo entre muerto y nacido
-dios no lo consienta-,
moriré tan ciertamente viva que
pensaré
tanto miedo en tantos frentes,
el ser humano es demasiado sencillo
tiene desatinos que vive
ansiosamente
aun sabiéndolos asegurados y fijos.
Moriré, dijo la poeta, hoy mismo,
por las papeleras que cobijo dieran
a mil versos rayados formales rubricados
y cuando las vacíen escribiré
qué gran invento es el recuerdo
mas lo supera su amigo olvido,
moriré como mueren los soldados
inconscientes de ser heridos
y besan las banderas como a
madrastras
que suplanten pechos sanguíneos tan
contentos,
moriré diciendo a la tierra no me
tragues
de sobras me sé el camino,
voy de huésped a dormir para
siempre,
esta paz de morir cuando quiera
no la ofrece el verso libre, la
rima
la prosa poética ni la leyenda,
sólo tú, madre nacida primera.
Puedo optar por dejarme ver
consumida,
valentía al estilo más guerrero y
ejemplar
dar mucha pena y aumentar la
soledad,
imitar al rico que ruega amparo,
lanzarme por un puente resbaladizo,
degustar sustancias que antes
pagaría
para estrenar una tarjeta de
visita,
anunciar soy la espía de las
letras,
la terrorista de vosotros mismos,
y ser fusilada en público no por
comunista,
revolucionaria o artista
comprometida,
sino por no enterarme de qué va
este lío,
siempre hay pardillos que avanzan
los pasos de los sonámbulos,
moriré tragando piedras y
achicorias,
enamorarme a última hora o segundo
de alguien que no desee que muera,
moriré tendida ante la pantalla
de una televisión que dice no eres
joven,
no eres sana, ni ejecutiva ni
dinámica,
moriré de placer marchito
conociendo mis límites divinos,
ahora que lo pienso fríamente
puedo morir de muchas muertes,
eso me da ánimos de libertad
sinceramente.
Y dijo la poeta así que moriré otro día,
y poco a poco siguió muriendo
en su agonía de vida,
ya más tranquilamente,
menuda diferencia.
(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2007)
De la obra "Recuerdos y otros inventos".
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