Al torcer las piedras
salió de la nada el ave.
Malherida y silenciosa
tocó mi cara y me quitó los ojos.
Sin ellos qué soy
mujer en los filos
de los barrancos.
Algunas aves tienen
el peligro de herir
y no es su culpa
eso dicen
pero hieren
y no saben ni herir y ciegan
procuran no tocar
las manos que no sirven
los pies que no sirven
los oídos que no sirven
la boca que no sirve.
Están entre las piedras
surgen de repente
el brillo de los ojos los atrae
porque también a ellas las cegaron
no soportan las miradas
saber que otros ojos ven
y a veces se oyen los lamentos
deambulan con sus corazones
precipitándose en sí mismos.
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