sábado, 6 de febrero de 2010

Vieja Medina, de Marta Antonia Sampedro


En tus murallas me adentro, escurridiza sombra perdida
que de pronto cometa fuere, plasmada nube derretida
en las aceras de esta condena...

A las puertas golondrinas crecidas
de esta visión mía tan bajo vuelan...
-perdón por sentirme aire, brisa, cuerpo y a veces espina-.

Sé, y sin dios me atrevo pronunciar,
que vivo, amo, sueño y río en tus calles perfumadas
de trabajo, calderas, afiladores de cuchillos,
tijeras, alfombras que no vuelan.
Leche reposada, dátiles, almendras,
vestidos de fiesta, olivas, confites y vinagres,
aceites, chilabas, sedas,
y ese malabarismo de estrellas
a la hierbabuena; caballos, pañuelos de fiesta,
niños saliendo de la escuela...

Con tu huella me envuelvo, sudario para la vida,
vieja medina, ciudad antigua.
Que más luz tienen tus marchitas banderas,
que este cuerpo sin odio ni deseo por testigo.

Rojos sombreros, reclamos de soles
por los recovecos, callejuelas...

No sé qué me dijiste en el idioma del sentimiento.
Ni qué de mi ello, mi ego o aquello, si al mirarte,
medina antigua, el espectro desnudo es mi solo recuerdo.

Vieja medina que me atrapas al calor de ti, cobijo del tiempo,
revelando mi ignorancia en tu latir, viviendo a solas
amores que no tienen remedio o conjurado rezo,
reavivando ideales que de resucitar andan sedientos.

Ciudad de puertas clavadas y bailarines vientres.
Translúcida en secretos que en arena escriban,
los verbos pronunciados por lenguas de muertos.

Misterios del hombre y la mujer -los géneros-,
donde alguien un puerto en horizonte del desierto
pueda ver más, y más lejos....
sabia elección es dejar que repose el tiempo.
Viento exánime que al correr gélido salga huyendo,
es esta penumbra laminada a versos.
Inspiración perdida, y ese alma por los suelos
reparando tormentos en volcán herido, sin senderos.

Ay, en qué lugar te vi, Al-andalus cercana,
antes de este parpadeo de lava
quemándome en tu mañana.
Cuándo a mis sueños muertos tu visita sin anuncios,
traspasó el zaguán sin yo saberlo.
Dónde leíste mis manos, que a ti me presento
para encontrar sus huecos.

Son las mejores búsquedas,
-Al-andalus y vuele al día su recuerdo...-,
aquellas que nos reciben en los regresos.

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