domingo, 28 de septiembre de 2025

Ráfaga desesperada y dos viajeros, de Marta Antonia Sampedro

 

   El tren está abarrotado.

En su procedencia

se subió un viajero

y lo estoy mirando.

Lo recuerdo.

Hubo un tiempo

en que fue un vivo.

Ahora es una ráfaga desesperada.

Me dice que soy viajera

y quiere volver a serlo

para medirme en los dedos

el anillo de plata con perla

de los jóvenes años.

Me recuerda.

Le digo que se siente

y mire los paisajes azulados

porque no deseo más anillos.

Me suplica No lo escondas

lo veo brillar en tu dedo.

Y en mi quieto cuaderno

le dibujo un sueño lunar

para que duerma -como entonces-

en los latidos entre mi cuello.

Dos viajeros de mi estación

también lo están mirando

y le indican para que se marche

y no me entristezca con sus lamentos.

Pero se queda sentado en el suelo

para romper la cuerda gris

por la que subieron apresurados

sus últimos pensamientos de viajero.

Yo estoy sentada.

Tranquilamente.

Los observo en silencio.

Los dos viajeros se me aproximan.

Uno es anciano.

Joven el más delgado.

Me dicen que no los abandone

en ese lugar de viejos huecos

que guardan jilgueros atados.

Que nacieron entre olivos

y sudores jornaleros

-adonde tú vas-.

Yo les suplico que se sienten.

A mi lado.

Me preguntan cuál es mi lado.

Contesto El izquierdo.

-Como el nuestro-

La muerte recupera las memorias

de los extraños viajeros.

Avanza el tren.

Miro mi mano y no hay anillo.

Nunca lo hubo en mis pasos

por más condena que fuese el mundo.

El primer viajero se desvaneció

en los naranjos de enero.

Me dejó un beso negro.

Miro mis sueños y están llenos.

Los dos viajeros me relatan

el antiguo cuento que afirma

que nunca viajamos solos.

Reímos –los recuerdos-.

Las luces de los andenes

pasan con la rapidez

de un cine de verano

que se abriera con lentitud precisa

en un alba desconocida.

Y al sujetar la maleta

tres manos –una por una-

se unen a una cuarta

que me espera en esta tierra amada

-Hola, hija. ¿Aquella es la estrella del amanecer?-

mirando sus ojos somnolientos.

El tren ya está adonde ellos vayan.


(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2012).

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