martes, 10 de noviembre de 2020

Cielo nocturno sobre el mostrador, de Marta Antonia Sampedro

 

No cambiaría nada por este paisaje de olivos, donde esta tarde el vigoroso otoño lanza las nubes a los horizontes amarillentos anaranjados, verdes muy pálidos y grises duros de lluvias. Hay otras tierras más prósperas, otros lugares de bosques densos y paisajes verdes todo el año. Pero este es mi lugar, la sencilla tierra a la que mi corazón pertenece. 
En ello pienso cuando el viejo tendero de tejidos me atiende con esa amabilidad tradicional de los buenos comerciantes de vocación.
Mientras conversa con una clienta, voy mirando los preciosos tejidos y tocándolos. A simple vista se ve que es una tienda de tejidos especiales. Pero de cerca, lo parece mucho más. Sus hilos entremezclados, las texturas, bordados y transparencias, hasta la disposición está clasificada como si obras de arte de la arquitectura textil se tratara. Disfruto de la maravilla. Hasta que veo el que quiero. Es de fondo de estrellas, plateado de noche reciente de los veranos de Jaén.
El dependiente se aproxima y me pregunta cuántos metros necesito. Le digo que metros no, que es poco lo que necesito, pues es para coser algo especial. Abre la pieza sobre el mostrador y se suelta un trozo, porque ya está cortada. Se ha desparramado una parte del cielo nocturno sobre el mostrador. La mide. Es la medida. Me dice: 
-Estaba como destinado para usted. Contesto que sí, que eso parece. Sonreímos. 
-Cosas de la vida. 
-Cosas de la vida. 
Entro a otro comercio. He visto en su escaparate una estrella blanca relucir entre muchos adornos de joyería. Le muestro a la tendera mi tela de estrellas y me confirma: 
-Esta estrella es la suya para este estampado. Están como hechas unas para las otras. 
Todas las estrellas están siempre a nuestro alcance. Lo mágico es que ellas sean quienes nos busquen y nos encuentren. 
Tomo mi tejido de noche estival y mi estrella blanca acercados a mi cuerpo. También en otoño tenemos el cielo. 
Y paseando miro los cielos de atardecer otoñal de este Jaén que tanto recordaba cuando me fui de niña a otro pueblo muy lejano. Si en ese tiempo me hubiera ocurrido este sencillo destino, estoy convencida de que habrían sido muchos los textos escritos desde entonces por ese momento. Pero me ha ocurrido ahora, ahora que aún sigo siendo de donde pertenezco al nacer, y que me envuelve el aire del destino que coincide. 
Qué alegría siento. Una alegría tranquila y vivificante. Por muchos años que hayan transcurrido, aún no puedo creerme que esté viviendo en mi tierra querida. 

(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (Noviembre de 2020).

1 comentario:

Manolo Frutos dijo...

Pues sigue soñando y escribiendo, claro que que estás en tu tierra, esa a la que le perteneces por sentimiento y la te pertenece por el amor y con visión que la describes. Un fuerte abrazo.