sábado, 12 de enero de 2013

Quietud, de Marta Antonia Sampedro


Si en la quietud del granado
con el ave en su rama
la vida desnuda se posara
indicando los segundos antes de volar
pero el tiempo se bebe apresurado
el cielo de la tarde
¿todo el cielo?
no cabe no es cierto
el cielo de todos los vuelos
no se sabe
puede llenar las alas de los jilgueros
y un acorde nos lanza en aquel beso
disculpe caballero se recuerda usted
no señora yo desconozco el tiempo
¿es verdad que una sílaba
queda para siempre en el pecho?
la verdad no se sabe
¿ve usted ese humo de leña?
así es mi amor que pienso
en verano las eras
de invierno los vahos
una mano dibujada es el aire
y caracolas de sonrisa los dedos
forman la figura de lo eterno
el amor no se desmenuza
o muere todo o agoniza siempre
el ave observa las nubes
y yo miro al ave se diría que lo retrato
todos los aires nos envuelven
para llevarnos equidistantes
todas las aves no vuelan
algunas quisieran porque sueñan
y malviven de las alas que quiebran
las contraposiciones dicen que las aves rotas
se alimentan de inocencias
¿usted merece un amor miserable?
yo dejo que el aire responda
es decir el silencio suelta mis cuerdas
unas sílabas imperfectas y serenas
vuelan en la alegría que no muere
el ave que estuvo quieta
no fue nunca presa
usted la miró pensando que su voluntad
la conservaba en la rama del granado
¿el amor es una rama o la mueve?
el amor no se sabe.

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