En la Isla de la Paz,
había tanta paz
que fui cauto
(desde cuándo la paz
no conlleva guerra).
De igual a igual
los hombres me hablaban.
Comíamos a placer,
bebíamos caldos.
La madrugada igual era
que la atardecida.
Entrada la confianza,
pregunté
Dónde están las mujeres,
cuando no nos sirven
la mesa,
las ropas perfumadas
y cosidas,
nos preparan la cama.
-¿Alguna, en concreto,
es tu deseo?-
me preguntaron,
abriéndome el paso.
Contesté
No entiendo.
Todas van ocultas
con mantos religiosos.
A ninguna distingo
o reconozco.
Rieron mi inocencia,
que yo expresé evidencia.
-¿Tu dios permite la igualdad?-
me interrogaban,
como quien habla
a un enemigo.
En la Isla de la Paz,
había tanta paz
que fui cauto
(desde cuándo una verdad
no conlleva una mentira).
De la obra de la autora, "Bitácora de errantes"
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