Es domingo lo mires por donde lo
mires. Mi madre nos ha despertado bien temprano, como todos los domingos. El
culto empieza a las diez de la mañana pero ella insiste. Mi madre tiene la
convicción de que si dios viene en domingo nos debe encontrar en la iglesia. Pero
no puedo decirle eso, porque en mi familia no se puede hablar de dios de ese
modo tan informal; tan sólo se puede alabarlo. Hay libertad, sin embargo, para
alabarlo en todos los nombres: como Yahvé, Jehová, Cristo, Jesucristo, Señor
Jesús o simplemente Jesús. Alabarlo es la obligación que desde que nacimos nos
dio mi madre, no hay domingo para nada más. Ella no sobrelleva nada bien que
cantemos canciones que no sean religiosas. Y en cuanto nos escucha cantar
canciones de gentiles ella canta religiosas según himnario y mucho más alto;
finalmente nos callamos y ella sigue cantando. Mi madre está segura de que el
camino religioso es el único camino. No hay otro camino. Resignados al camino
nos vestimos de domingo, las mujeres con falda y los hombres con traje y
corbata. Tomamos nuestras biblias Scofield repletas de rayones azules bajo
multitud de versículos y salimos hacia la iglesia todos juntos, con la
esperanza de que haya alguna bienaventuranza nueva o para ver si dios de una
vez ya ha llegado.
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