eran tiempos de vistas fijas
de cuando los trenes pasaban,
estaba mi abuela Antonia
pensando que Vic era Baños
estaban mis hermanos
aún entre Dios y el mundo,
mi padre con sus partidos de fútbol
y un nerviosismo extraño
como buscando el pueblo,
junto a los árboles
sonaban los vagones
todos se iban o volvían
y nosotros ahí estábamos
escuchando pasar los trenes,
todos los días en sus horarios
la vida era un cambio esperado,
pero la vida era un atajo
por el que nunca llegábamos,
pasaban los trenes
sobre las piedras
de largas vías estrechas,
pasaban los años
pasaba lo que fuimos,
todo en los trenes pasaba rápido
nadie se movía,
a veces sonaba el timbre
y en aquella lejanía
no sabíamos quien nos visitaba
porque estábamos solos junto a las vías,
de todos los pasados
que se forman en presente
mi abuela Antonia duerme
y me pregunta qué pasó en la fábrica,
mi hermano Pepe está en el cuarto
con su guitarra vieja
y ensaya himnos a Dios
cuando Dios nunca escuchaba
pentagramas de rebeldes,
nos sellaron la renuncia
esos tiempos de los trenes,
mi madre canta y llora
y luego dice iremos a Baños en verano,
me place el tiempo de reproducir
los hechos que murieron antes
del tiempo de los trenes
sobre el puente de hierro,
y siembro granados y lilas
creyendo que son ellos,
los que se fueron,
y no nace en las flores estas
ninguna hoja de un sueño
que me traiga cuanto se pierde
y no hay modo de recoger su momento,
pero rojas de sangre son las flores
dormidas bajo el blanco cielo
y de sangre obrera tirada
en las vías de los trenes,
aunque no cante el silencio
que no se puede ubicar
en el febril recuerdo
yo veo a mi abuela Antonia
que repite mi nombre
hasta que me tiene cerca,
vivir o morir en los tiempos de los trenes
en los pasos de lo lejos
es un recorrido absurdo
porque la raíz va cayendo
deshilachada sobre los puentes
que nos llevan al destierro,
mañana seré un fantasma equivocado
porque todo cuanto quiero
está muerto o morirá y no quiero,
por eso llega el tren
al tiempo donde los trenes,
mi madre me espera
mirando los destellos de las once,
mi madre que es la memoria
de cuanto no recuerdo
y el presente donde me mantengo
y me pone la sopa en la noche
y me trae el tiempo de los trenes,
veo en sus luces pasar las horas
resumidas en misterios,
sin mi padre con su fútbol
sin mi hermano y sus canciones
sin mi abuela Antonia recordando,
pasan los trenes sobre el puente
siento el beso de mi madre
que me habla de su niñez en Baños
y me pregunta Cómo está el pueblo
algunas noches lo sueño,
ella sabe que pertenecemos
al latido de los trenes
al tiempo que se nos fue y tenemos
irremediablemente atento,
a cuanto somos en el espacio
de un lugar donde los recuerdos
viven en vagones sobre un puente.
(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2011).
2 comentarios:
Me imagino lo mal que lo pasarías, dejaste en tu pueblo tu pandilla de amigas, tus sueños de niña-adolescente y te metieron en una ciudad desconocida, eso marca para toda la vida, lo digo por experiencia
Se pasa mal porque es un cambio importante; pero también se conocen nuevas situaciones, personas, lugares. Allí también tuve mi pandilla de amistades, mis estudios, conciencia obrera, otros modos de ver la vida. Este poema es más por el recuerdo familiar de ese cambio.
Publicar un comentario