Alojada en el viento
las nubes apresuradas
volaban las aves
sobre los campos
y los encuentros
el horizonte era un sueño
donde la vida es fugaz
lo importante se hundía
bajo la tierra secreta
con las celindas silvestres
en sus briznas diminutas
recuerdo en ese vaivén
que el miedo era un grabado
de dolor tan impreciso
y de un amor amontonado
una preocupación sin embargo
parpadeaba en mi alma
aunque la fuerza se iba:
plantar el prunus persica
de brotes débiles
ante mí tenía sin duda
una cuestión de vida
mejor dicho de dos vidas
las aves eran notas
de escrituras en los vientos
el futuro ocultaba
las trazas del presente
y una golondrina
me rozó el cabello
“no morirás en sábado”
lanzándose al aire
con la copia de una sombra
la lluvia vino en las nubes
con bondad de melodía
el cielo nada divino
destinó el amor como quiso
y nada pude hacer
tan sólo morir otro día
calmada y sin prisas.
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