martes, 1 de enero de 2013

Sobre la inutilidad de los poetas, de Marta Antonia Sampedro


José Agustín Goytisolo, escribió “No sirves para nada”, un hermoso poema que tiene estos versos:

“Después me fui al colegio
con pan y con adioses,
pero me acompañaba
la tristeza. El maestro
graznó: pequeño niño,
no sirves para nada.
Luego vino la guerra
la muerte- yo la vi-
y cuando hubo pasado
y todos la olvidaron
yo triste seguí oyendo
no sirves para nada.
Y cuando me pusieron
los pantalones largos
la tristeza enseguida
mudó de pantalones.
Mis amigos dijeron:
No sirves para nada”.

Los poetas servimos para algunas cosas, también lo sabría José Agustín Goytisolo. Por ejemplo, servimos para descifrar cómo se llama un sueño que te martiriza cuando cierras los ojos y pierden hasta el color, o a qué velocidad cae una lágrima sobre tu abrigo. Pero tal vez el sonido de la lluvia sobre el paraguas te impida observar esto; nosotros la vemos mezclarse con el agua de los charcos tras resbalar de tu sombra y procuramos devolverla a su estado primitivo porque es una labor inútil. Podemos resucitar la saliva de un beso que murió, o que la luna duerma sobre la sonrisa de quien tú elijas. También somos expertos en intuir las desgracias, especialmente las ajenas; de ahí que el llanto nos encuentre por lo general sonrientes y nuestro ánimo se asemeje a los precipicios que debemos escalar, no sin dificultades inútiles. Sabemos del centímetro cuadrado del espejo en donde te miras y todo el dividendo de tu vida e incluso el restante, porque no servir para nada requiere mucha dedicación y los poetas no solemos tener nada más importante que hacer. Miramos por ti todos los autobuses que pasan por las calles y encontramos en los asientos a tu amor más imposible y te convencemos de que es inútil olvidar; garabateamos a color tus lágrimas e ilusiones porque conocemos que ya no piensa en ti desde mucho antes de pensarte. Nadie piensa en ti con inutilidad, excepto los poetas inútiles. Apagamos las luces alarmantes de tus temores; y aunque tú permanezcas en tu miedo, el poeta sonríe y tal vez con cara de idiota, no lo discutiré, pues sabemos por experiencia de poeta que la vida está hecha para personas que sirvan para algo productivo. Los poetas contamos cada ave que traspasa los cielos de los regresos cuando se marchan a sus casas de origen, tan felices que desde tierra se escuchan sus cantos, mientras tú cuentas qué te queda en el banco para pagar tu prisión y es en vano hacerte ver que eres un preso muy feliz de tu cárcel útil. Pero es que los poetas nacemos para nada, en eso José Agustín tenía toda la razón. Somos unos inútiles. De la generosidad pasamos al altruismo y del malabarismo a las soledades, sin importarnos de qué materia está hecho el calendario que nos ubica en la inutilidad. Te damos la razón en todo, menos en la custodia de la codicia y la maldad; y nos sentimos alegres al comprobar que de nada sirve la sinceridad entre inútiles y útiles, porque el mundo que vemos está hecho a medida de los que sirven para algo. En vez de subirnos a los trenes que bordean el mar, preferimos verlos pasar con sus luces para desesperados. Y así, entre tanta inutilidad de poeta, yo voy agradeciendo a la vida haberme formado para ser una inútil, con la diferencia entre Goytisolo de que jamás concedo a la tristeza su duda persuasiva. Sonrío a la adversidad lo mismo que a la providencia, pues no preguntar qué nos depara la vida es una forma natural de ser inútil poeta. Y en esta garantía de que los versos y las Letras son el modo de transmitir la inutilidad, os agradezco de corazón vuestra lectura y seguimiento fiel a este Blog. Cada día más satisfecha de no servir para nada. Os deseo un excelente año 2013, especialmente rico en inutilidades muy necesarias…


No hay comentarios: