José Agustín Goytisolo, escribió “No sirves para nada”, un
hermoso poema que tiene estos versos:
“Después me fui al
colegio
con pan y con adioses,
pero me acompañaba
la tristeza. El maestro
graznó: pequeño niño,
no sirves para nada.
con pan y con adioses,
pero me acompañaba
la tristeza. El maestro
graznó: pequeño niño,
no sirves para nada.
Luego vino la
guerra
la muerte- yo la
vi-
y cuando hubo
pasado
y todos la
olvidaron
yo triste seguí
oyendo
no sirves para
nada.
Y cuando me
pusieron
los pantalones
largos
la tristeza
enseguida
mudó de
pantalones.
Mis amigos
dijeron:
No sirves para
nada”.
Los poetas servimos para algunas cosas, también lo sabría José Agustín
Goytisolo. Por ejemplo, servimos para descifrar cómo se llama un sueño que te
martiriza cuando cierras los ojos y pierden hasta el color, o a qué velocidad
cae una lágrima sobre tu abrigo. Pero tal vez el sonido de la lluvia sobre el
paraguas te impida observar esto; nosotros la vemos mezclarse con el agua de
los charcos tras resbalar de tu sombra y procuramos devolverla a su estado primitivo
porque es una labor inútil. Podemos resucitar la saliva de un beso que murió, o
que la luna duerma sobre la sonrisa de quien tú elijas. También somos expertos
en intuir las desgracias, especialmente las ajenas; de ahí que el llanto nos
encuentre por lo general sonrientes y nuestro ánimo se asemeje a los
precipicios que debemos escalar, no sin dificultades inútiles. Sabemos del
centímetro cuadrado del espejo en donde te miras y todo el dividendo de tu vida
e incluso el restante, porque no servir para nada requiere mucha dedicación y
los poetas no solemos tener nada más importante que hacer. Miramos por ti todos
los autobuses que pasan por las calles y encontramos en los asientos a tu amor
más imposible y te convencemos de que es inútil olvidar; garabateamos a color
tus lágrimas e ilusiones porque conocemos que ya no piensa en ti desde mucho
antes de pensarte. Nadie piensa en ti con inutilidad, excepto los poetas
inútiles. Apagamos las luces alarmantes de tus temores; y aunque tú permanezcas
en tu miedo, el poeta sonríe y tal vez con cara de idiota, no lo discutiré,
pues sabemos por experiencia de poeta que la vida está hecha para personas que
sirvan para algo productivo. Los poetas contamos cada ave que traspasa los
cielos de los regresos cuando se marchan a sus casas de origen, tan felices que
desde tierra se escuchan sus cantos, mientras tú cuentas qué te queda en el
banco para pagar tu prisión y es en vano hacerte ver que eres un preso muy feliz
de tu cárcel útil. Pero es que los poetas nacemos para nada, en eso José
Agustín tenía toda la razón. Somos unos inútiles. De la generosidad pasamos al
altruismo y del malabarismo a las soledades, sin importarnos de qué materia está
hecho el calendario que nos ubica en la inutilidad. Te damos la razón en todo,
menos en la custodia de la codicia y la maldad; y nos sentimos alegres al
comprobar que de nada sirve la sinceridad entre inútiles y útiles, porque el
mundo que vemos está hecho a medida de los que sirven para algo. En vez de
subirnos a los trenes que bordean el mar, preferimos verlos pasar con sus luces
para desesperados. Y así, entre tanta inutilidad de poeta, yo voy agradeciendo
a la vida haberme formado para ser una inútil, con la diferencia entre
Goytisolo de que jamás concedo a la tristeza su duda persuasiva. Sonrío a la
adversidad lo mismo que a la providencia, pues no preguntar qué nos depara la
vida es una forma natural de ser inútil poeta. Y en esta garantía de que los
versos y las Letras son el modo de transmitir la inutilidad, os agradezco de
corazón vuestra lectura y seguimiento fiel a este Blog. Cada día más satisfecha
de no servir para nada. Os deseo un excelente año 2013, especialmente rico en
inutilidades muy necesarias…
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