Jamás un poema
que a mis labios se posara
como beso de fantasma.
Igual que una piedra
la piel rozara vehemente,
ningún poema, Vic,
alguna palabra viva.
Al paso de mis pies helados
por tus calles y tejados pardos,
en mi fuente dejó de sonar
la risa que me parió a la vida,
y mi duende romero y trigos
cambiado fue por ti,
centauro de nubes bajas,
cantarina de ahogados ecos.
El monstruo que de niña
no supiera acobardarme
por los hechizos de la sierra,
me adentró en tus fábricas,
obrera hilando la mortaja
en batallas de sílabas aspadas,
andrajosa vendida
a los turnos de la muerte
(cinco de la mañana,
dos de la tarde,
y en la noche las diez
continúa la agonía obrera
que te abre, que te cierra
a vivir embrocada de vida)…
Y perdida en tus hojas muertas
teñidas de pueblos pobres,
no pude amarte, Vic,
protegida en mí no supe darme
(tan lejos quedó mi tierra,
y los chumbos de mi rica pobreza)…
Pageses, industrias,
carreteras nocturnas
aciagas y sin perfume,
perseguían mi sombra
comida a ruidos, jamás la traían…
Andalucía era aquel espejo
que creí eterno en mi inocencia,
ajena a tu veredicto de espera,
a devorar los dulces sueños
de niños para tu cosecha
(estériles, finalmente,
las venas inmaduras).
Envidiabas mis manos de niña,
el ínfimo salario de pequeños sueños,
y qué me diste tú, sino sentencia
de producto, artículo, negocio
(y contigo fui aprendiza de guerrera,
formada para el frente).
Y nunca me preguntaste
cómo era mi casa dejada,
qué hablaba quien me enseñara
a cantar y bailar
por los zaguanes abiertos.
Mi primera maestra,
qué amor quedó en las piedras.
Los pájaros que nos despertaban
sin la bendición de Dios,
ni qué color prefería
al teñir algodón despavorida,
encerrada en engranajes
para la prosperidad anunciada.
Obstinada en oler jazmines
en tus puertas clausuradas,
al regreso de otras lunas
que no hablen tu lengua impuesta,
que no se inclinen en tus iglesias
o remienden invisible bandera...
Mi poema que nunca te escribí
es un pobre borrador adherido
sin contar contigo, de recuerdos
que ni sabías imperfectos
en mi unión al cadáver,
de tu más simplista progreso.
Pero qué eras tú,
qué te formó triste y melancólica,
donde una habanera suena
a réquiem por un pueblo perdido…,
sino aquello que te hiciera
esclava de tu miseria,
la persistente soledad industrial,
controlados los verbos productivos…
Abre tu puerta a la rumba,
al color negro
que espante esa niebla tuya
que te envía al refugio
y a los cuernos sangrientos.
Deja que suenen los tacones,
que cualquiera te lleve
a corazón el paso.
Ser tu amante más alegre
que desaloje tu vida plana.
Que las lenguas siseantes
se entreguen a carcajadas,
en catalán o lenguaje universal
que sólo nos define humanos.
Y el monstruo de ti,
ese lamento que se oye
en tus entrañas, huya.
Sea tu símbolo más protegido,
la gente, desarmadas las ruinas,
historia borrada la explotación
de tierna carne, y pensamientos
de otros dignos pueblos que lloran,
en sus adentros,
la nostalgia del hogar
que los nutrió de vida.
Y que el papel, sea papel.
Y recuerdos los recuerdos.
(2006)
que a mis labios se posara
como beso de fantasma.
Igual que una piedra
la piel rozara vehemente,
ningún poema, Vic,
alguna palabra viva.
Al paso de mis pies helados
por tus calles y tejados pardos,
en mi fuente dejó de sonar
la risa que me parió a la vida,
y mi duende romero y trigos
cambiado fue por ti,
centauro de nubes bajas,
cantarina de ahogados ecos.
El monstruo que de niña
no supiera acobardarme
por los hechizos de la sierra,
me adentró en tus fábricas,
obrera hilando la mortaja
en batallas de sílabas aspadas,
andrajosa vendida
a los turnos de la muerte
(cinco de la mañana,
dos de la tarde,
y en la noche las diez
continúa la agonía obrera
que te abre, que te cierra
a vivir embrocada de vida)…
Y perdida en tus hojas muertas
teñidas de pueblos pobres,
no pude amarte, Vic,
protegida en mí no supe darme
(tan lejos quedó mi tierra,
y los chumbos de mi rica pobreza)…
Pageses, industrias,
carreteras nocturnas
aciagas y sin perfume,
perseguían mi sombra
comida a ruidos, jamás la traían…
Andalucía era aquel espejo
que creí eterno en mi inocencia,
ajena a tu veredicto de espera,
a devorar los dulces sueños
de niños para tu cosecha
(estériles, finalmente,
las venas inmaduras).
Envidiabas mis manos de niña,
el ínfimo salario de pequeños sueños,
y qué me diste tú, sino sentencia
de producto, artículo, negocio
(y contigo fui aprendiza de guerrera,
formada para el frente).
Y nunca me preguntaste
cómo era mi casa dejada,
qué hablaba quien me enseñara
a cantar y bailar
por los zaguanes abiertos.
Mi primera maestra,
qué amor quedó en las piedras.
Los pájaros que nos despertaban
sin la bendición de Dios,
ni qué color prefería
al teñir algodón despavorida,
encerrada en engranajes
para la prosperidad anunciada.
Obstinada en oler jazmines
en tus puertas clausuradas,
al regreso de otras lunas
que no hablen tu lengua impuesta,
que no se inclinen en tus iglesias
o remienden invisible bandera...
Mi poema que nunca te escribí
es un pobre borrador adherido
sin contar contigo, de recuerdos
que ni sabías imperfectos
en mi unión al cadáver,
de tu más simplista progreso.
Pero qué eras tú,
qué te formó triste y melancólica,
donde una habanera suena
a réquiem por un pueblo perdido…,
sino aquello que te hiciera
esclava de tu miseria,
la persistente soledad industrial,
controlados los verbos productivos…
Abre tu puerta a la rumba,
al color negro
que espante esa niebla tuya
que te envía al refugio
y a los cuernos sangrientos.
Deja que suenen los tacones,
que cualquiera te lleve
a corazón el paso.
Ser tu amante más alegre
que desaloje tu vida plana.
Que las lenguas siseantes
se entreguen a carcajadas,
en catalán o lenguaje universal
que sólo nos define humanos.
Y el monstruo de ti,
ese lamento que se oye
en tus entrañas, huya.
Sea tu símbolo más protegido,
la gente, desarmadas las ruinas,
historia borrada la explotación
de tierna carne, y pensamientos
de otros dignos pueblos que lloran,
en sus adentros,
la nostalgia del hogar
que los nutrió de vida.
Y que el papel, sea papel.
Y recuerdos los recuerdos.
(2006)
No hay comentarios:
Publicar un comentario