Una vez entró en su casa
-su casa por decir algo-,
tenía paredes blancas según el día,
y un alma negra tan contenta
según tuviese la cabeza perdida
para derribar los sentidos con su ira.
Entró con vida nueva y dijo
a ese causante mayor de sus desdichas:
no te quiero desde antes de saberlo.
-¡A vivir los poemas y a vivir la tinta!-
Y las sílabas más valientes concedieron:
-¡Ya era hora qué bueno!-
Le costó tanto hornearlo
entre llantos y tropiezos.
Resonaron los truenos blancos.
Del camastro en luto y cama prestada
-aunque de años y años ya la comprara
con sudor obrero, lamentos y osadía-,
cambió la hora que marcara su vida
en las excusas y en los contratos esclavos.
Los pájaros engordados y bellos
de alas enormes y vuelos quietos
pregonaron lastimados somos huevos tiernos
danos más alimento tienes más carne y sueños
tus huesos y mente queremos
danos todo, todo no es suficiente,
así lo dice este alma negra nutriente
y así te lo expresamos literalmente.
Sus alas ya no podían con sus pesos,
y al momento fue señalada por el odio
la bandida más peligrosa condenada al destierro,
la causa de las heridas nuevas y antiguas
por no elegir morir estando aún medio viva.
Y el odio quedó solo dialogando consigo mismo
devorando suspiros podridos en las paredes secas,
ayudado por bodegas y mentiras transmitidas
para apresurar su muerte dolorida.
Ella no estaba ya, aunque la viesen quedó excluida
de todas las propiedades blancas
que le concedió la vida más privada
en los errehaches y recuerdos de familia,
los árboles genealógicos sin lógica permitida
y de esa casa que era suya
-suya por decir algo
pues en ella no sentía sino desdicha-.
No contento con asignarle
una isla de soledades y deudas de rica
siendo obrera y más plato que comida,
teñía su sombra ese alma negra
en las paredes blancas de todas las vías.
Y ella en ese exilio, asaltaba caminos
de poemas vivos y alguna alegría,
que es el oficio más consecuente
para dueñas de vida propia
y de poetas con sus Letras
-y sus líos-.
-su casa por decir algo-,
tenía paredes blancas según el día,
y un alma negra tan contenta
según tuviese la cabeza perdida
para derribar los sentidos con su ira.
Entró con vida nueva y dijo
a ese causante mayor de sus desdichas:
no te quiero desde antes de saberlo.
-¡A vivir los poemas y a vivir la tinta!-
Y las sílabas más valientes concedieron:
-¡Ya era hora qué bueno!-
Le costó tanto hornearlo
entre llantos y tropiezos.
Resonaron los truenos blancos.
Del camastro en luto y cama prestada
-aunque de años y años ya la comprara
con sudor obrero, lamentos y osadía-,
cambió la hora que marcara su vida
en las excusas y en los contratos esclavos.
Los pájaros engordados y bellos
de alas enormes y vuelos quietos
pregonaron lastimados somos huevos tiernos
danos más alimento tienes más carne y sueños
tus huesos y mente queremos
danos todo, todo no es suficiente,
así lo dice este alma negra nutriente
y así te lo expresamos literalmente.
Sus alas ya no podían con sus pesos,
y al momento fue señalada por el odio
la bandida más peligrosa condenada al destierro,
la causa de las heridas nuevas y antiguas
por no elegir morir estando aún medio viva.
Y el odio quedó solo dialogando consigo mismo
devorando suspiros podridos en las paredes secas,
ayudado por bodegas y mentiras transmitidas
para apresurar su muerte dolorida.
Ella no estaba ya, aunque la viesen quedó excluida
de todas las propiedades blancas
que le concedió la vida más privada
en los errehaches y recuerdos de familia,
los árboles genealógicos sin lógica permitida
y de esa casa que era suya
-suya por decir algo
pues en ella no sentía sino desdicha-.
No contento con asignarle
una isla de soledades y deudas de rica
siendo obrera y más plato que comida,
teñía su sombra ese alma negra
en las paredes blancas de todas las vías.
Y ella en ese exilio, asaltaba caminos
de poemas vivos y alguna alegría,
que es el oficio más consecuente
para dueñas de vida propia
y de poetas con sus Letras
-y sus líos-.
No hay comentarios:
Publicar un comentario