Si llama un poeta,
ábrele al solitario
que ni sabe que está llamando.
Si ríe un poeta,
sospéchale triste,
guarda en la risa un llanto...
Si bebe un poeta,
acompáñale en su duelo
de su verso aciago
y mal tragado.
No lo arrincones en tu alma
mundana y gris.
Cuando te des cuenta
de tu obscuridad,
tal vez ya no haya
poetas para entrar,
o meses y abril para nacer,
ni llantos para calmar
tu nerviosa risa contemporánea
que te obliga a reír
negándote las lágrimas,
ni vino que te libre
de tus esclavos pies
pisoteando sueños
que no aprendiste a creer.
Que todos tus caminos sean
los dejados por tu agonía mundana,
cabal, manipulada y lejana
para un alma que no siente ya
ni cuando estás contigo
en diálogos con tu soledad.
Y el poeta no estará.
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