jueves, 19 de febrero de 2009

El traje del viento, de Marta Antonia Sampedro

No nos asusta ser errantes.
Desembocados por motivos de peso anotados
en diarios sin raíz, vagamos en búsqueda
de algo que desconocemos.

Hemos bailado la música de los árboles,
tocado el carbón dorado del sol más cruento.
El traje del viento nos ha vestido y calzado.
La piel del agua, la figura ha creado
de este grupo huido devorado de abrazos falsos,
vacíos vomitando.
Y sabemos ser, saber qué somos:
valentía de vuelos aleteando en la razón.
Iluminado los días, batallas desesperando.
Nuestras naciones, las nueve lunas
al capricho de mareas son.
Invadido a besos los lugares de sal o hierba mojada,
sin más rumbo permitir que el rastro de ave
en el aire dejado.
Bebido los aromas únicos de manantiales agotados
en las reservas del amor, la amistad, la familia, la ciudad.
Destrozar las losas que el destino preparado había
ahuyentando las nacidas risas.

Unos, vinimos solos. Expulsados fueron otros.
Primera luna, nacer. Fatalidad celebrada. Controlado llanto.
Luna segunda, crecer. Aprendizaje a no llorar.
Tercera luna, amar. Diálogos marcados por otros.
Correctamente besar.
Luna cuarta, el trabajo. Escaso beneficio de pies y manos.
No pensar es el contrato.
Quinta luna, esclavitud. Consumir alimentando
las cadenas de más esclavos.
Luna sexta, conflicto. Salud mental. Vivir para qué.
Séptima luna, soledad. Oveja negra. Menú, malas hierbas.
Luna octava, marginación.
En mar o tierra, distinto pájaro entre vuelos de perfectos cisnes.

Y en la novena luna nos encontramos pulso a pulso
bebedores de anhelos no cumplidos, a golpe de tierra hundidos.

No todo el mundo proclamar puede poseer libertad de acción.
Nosotros, lo intentamos.
Adelante nos llevan las nueve lunas.
Sin saber adónde. Ni qué haremos con ellas
cuando en las tormentas su capricho nos confunda.
Quién cobijará nuestros sueños más lejanos e imperfectos,
es el temor del errante.

Sabiendo que la libertad es cara.
En monedas de incertidumbre y golpes de mar se paga.
Pero sólo exige no tener nada.
Y nada tiene el errante, vestido a medida
por un erudito sastre, que a cambio pide
participar en los sueños.
Nosotros, se los entregamos. Y nacen otros.
Es el trato de errantes.


De la obra de la autora, "Bitácora de errantes".

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