En todas las
ciudades
hay mujeres y hombres
que alquilan
su cuerpo.
Paseando, entregado
al placer
de pensar en
tierra firme,
se me abordó en
la acera.
Sumaba lecho
techo
ventilador
tiempo
quehacer
riesgos...
Su menú de
órganos
a mi relación en
deseo,
equivalía a
tabla de multiplicar
conceptos sin
besos.
Por aquellas
cosas del destino y la memoria,
recordé a mi
maestro.
“El orden de
los factores no altera el producto”.
Era su frase de
los buenos días.
Decidí
ventilado el riesgo,
el quehacer de
un techo
y mi tiempo de
lecho
envuelto al
calor de una mujer
que llevaba
adentro.
Calculé las
noches que nacer aún
y morir
debían,
para verla y
sentirla.
Dividí mi alma
entre ella
y mi espera
incierta.
Resté importancia
al alquiler de un cuerpo.
Ni siquiera
hablé.
Convenció a
otro y se marcharon
esposados de
dinero y deseo.
Enamorados y
contentos.
A vivir por
eterno un segundo lento.
Por supuesto que
el producto altera
el orden de
los factores,
cuando el
corazón resuelta lleva
la ecuación de
los cuerpos ausentes.
Y seguí
paseando entregado al placer
de pensar en
tierra firme
qué duro es no
ver a quien se desea.
(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2006)
(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2006)
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