En los brazos agotados
los vientres rebuscaban
los destinos perdidos
y ninguna figura quitaba
las uñas y unas hambres
la noche que era una manta
de condimentos amargos
entre las albas que caían
avanzó al corazón del agua
señalando todos los caminos
de los precipicios personales
y en el grito de las espumas
perplejos de abandonos
los dioses extraños y conocidos
en todas las lenguas ahogadas
dijeron nuestros nombres
que dejaron de ser de alguien
y sin luz al este aceptamos
el silencio del mar.
(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (2014).
No hay comentarios:
Publicar un comentario