Un error
marcó
la historia
de la Humanidad.
Dos milagros
se cruzaron
en la balanza
del mundo:
el pan y el
vino.
El pan de
cada día,
quedó en
blando y duro.
El duro para
los pobres,
que ablandan
con sudor,
y para los
ricos el tierno,
que riegan de
lágrimas duras
cuando baja
Wall Street.
El vino de
cada día,
lo beben
dulce los ricos,
haciendo un
brindis de Bohemia
en grandes
celebraciones;
el agrio es
para los pobres,
que tragan
con alegría
la uva
sombría,
en bodas y
pocas ocasiones.
A merced del
capitalismo transgénico,
resistente a
las plagas de protestas,
los milagros
cruzados llenan arcas
de gobiernos
ricos y potentes.
Y nos dicen
que el vino agrio
dulce se ha
tornado,
y el pan duro
recién horneado.
Pero los
ricos, ricos son engordados,
y más pobres
los pobres embriagados.
Mientras los
ricos rezan
para que la
luz no estropee su vino,
el pobre reza
a la espera
del milagro
de la leche,
para remojar
en ella su mendrugo.
De los peces,
no se supo.
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