Los surcos de la tierra
en los sembrados
me avisan de los ojos
que aún amo,
a su mirada la tierra
me acerca,
en vahos de animales de carga
y soles de luz rebelde
doblegados por luna entera.
Qué tren me adentra
en este destino
al que me entrego,
por desconocer sin ti
qué tengo,
huyendo de llantos agotados
y versos malheridos,
vivos días que murieron...
Al besarte,
perdí mi turno de mayo,
de mujer que progresa,
y dejé de ser pobre, rica,
apagado lucero, diurna luciérnaga,
nenúfar a la deriva y perdida maleta
(yerba andaluza hecha trizas).
Búscame desde Linares,
en esta noche de Tánger,
donde recuento presencias
sin encontrarte
las arenas a tu cabello,
ni las uñas estriadas
que rozaran tus labios
que me llaman,
desde cada aceituna
que Jaén pariera.
Regresemos,
amor de mi condena,
y plántate ante mí
con tus rubias cejas
que dora Sierra Morena.
Que ni tierras, mezquitas
o cuerpos...,
todo es piedra...,
harán que sea
quien renuncie a amarte,
y otros ojos suplanten
tu mirada perdida,
adivinándome el rumor
de promesa a espera,
por las calles de Tánger.
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