Me piden ser rentable.
Por la mañana mi café tomo,
mi mendrugo a mediodía
y las sobras de la noche son
las galletas que dejé enteras.
Un amor formo
para que alguien
en él se reconozca.
Ha regresado sólo para ella,
porque a su llanto lo envío
y la sonrisa le vuelva.
Del sudor del campesino,
o del obrero entregado al tajo,
palabras de lucha les digo,
y no sumiso rezo al dolor,
a la miseria del castigo divino.
Y piensan, por qué no,
qué más puedo perder
que el poeta ya no perdiera.
Cuando sin madre un niño nace,
y en las letras ve el rostro primero,
se acurruca en ellas, olvidando,
un segundo,
mil cometas un mundo,
que la vida huérfana es,
todos errantes al llorar
delatamos la existencia.
Me piden ser rentable.
Cuando abro mi maleta
con la tinta
y desato la cuerda,
otros mundos veo
que ilusionados esperan.
El poeta en la vía del tren
pone su cabeza
para saber
la distancia
que los demás llevan.
Cuán difícil resulta
disfrazar
tanta pena,
soledad,
bajeza,
debilidad...,
certeza esquivando la muerte lenta.
Con versos entretenerla
y cantos, prosas y letras
que aparezcan
como luz de pozo,
arriba está la boca,
el poeta la enseña...
Me piden ser rentable.
Que cuadren las cuentas
de mis páginas impresas.
Cuando grita un niño,
un joven,
una mujer,
un hombre,
grita el poeta, en un distinto grito
que acalle dolor
a las gargantas secas.
Si me pedís ser rentable
se acabarán las voces
que se oyen por las ventanas,
las aceras, las olas.
Se cerrarán las puertas.
Las flores de las estaciones
que sólo la palabra libre del poeta
disemina, invisible forma
o abre a medias.
Quizá me darán
un cheque al trovador,
un apunte del Haber.
El aplauso por ser
vedet de escena
que nutre un Debe,
restando el buen hacer
del canto necesario.
Pero qué será de aquellos
que me esperan
torpe, autodidacta.
Al volar, ligera.
Inocente pureza.
Señalando, guerrera,
porque amara romántica,
o padeciendo lastimera
entrego mi ser a una letra...
Decirles lo que son.
Ser parte de su espera.
Porque con ellos está
el poeta errante,
es de su misma materia.
Quién se ocupará de ellos,
si los poetas les consolamos
en libros de contabilidad,
en vez de sílabas
que los alimentan.
No me pidáis ser rentable,
que mi cuenta ya está hecha:
café,
mendrugo,
galletas...
Por equipaje un lápiz,
una libreta.
Y que los versos
duerman
con quienes quieran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario