Esta noche vino en sueños mi hermano José Joaquín,
-me había dormido una noche más leyendo versos
huyendo del frío de enero-.
Lo vi llegar sonriente,
su figura alta sus pocos años jóvenes,
ese cabello ligero claro y fino
y sus ojos alegres como de niño.
Estaba yo sentada sobre la arena
de un lugar solo y desconocido,
y en vez de alegrarme de verlo,
lloré, en esos silencios extraños,
porque sabía que estaba muerto.
Traía en sus manos una flor amarilla
parecida su forma a un ramo de celindas.
La ha dejado sobre la arena,
callado me ha mirado
yo lo he mirado callada,
y sin hablarnos he sabido
a qué ha venido a verme,
-en sus ojos he visto sus palabras
en mis ojos ha sabido que lo escuchaba-,
sé feliz sonríe siempre alegre
pues vendrá alguien a verte,
alguien que amas y no te niegues.
Con la flor amarilla
parecida su forma a un ramo de celindas
me ha dejado sola en la arena
la arena de la noche negra.
Luego al despertarme he pensado
que hay veces, tantas veces,
que creyendo estar solos
alguien que amamos aparece
sin buscarlo sea enero o septiembre
y nos trae noticias de sí mismo.
Estemos en la arena o en el pasado
que dejamos dormido,
ellos vienen a por nosotros
con las ilusiones que nos protegen
de las playas solas, de las noches frías
de los silencios profundos.
Y el amor colma el corazón
y ya nada nos asusta como antes.
(C) Marta Antonia Sampedro Frutos (Enero de 2009).
1 comentario:
Me pusiste el vello de punta...
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