domingo, 6 de junio de 2010

Todos los llantos tienen voz de olvidos, de Marta Antonia Sampedro

Posiblemente alguien me acunaría de niña,
no recuerdo sino siempre se dice
por abuelas, tíos, hermanas, primos,
seguramente lloraba como llora toda criatura
rompiendo el silencio de la noche
entre gallinas dormidas y galgos
que no afectaban mi llanto o sueño mínimo,

de los recuerdos míos
solamente soy yo autora y testigo.

Realmente se llora de noche como niños
desconsolados en estatuas,
olvidados como ovillos desteñidos,
cuando se es adulto queremos ser niños de nuevo
aunque no tengamos sino una cuna y pañales
y algún crédito atrasado en pagos vencidos,
mecidas sin manos y suciedad mezcladas
en el llanto más primitivo,

qué se ofrecería a cambio de volver a ser
llorona nocturna
sin tener conocimiento de serlo,
que lo mismo sea líquido amniótico
que oxígeno suelto
el desecho de los ojos
o el candil no encendido.

Entiendo de llanto adulto
que cuaja el dolor de la noche
formado de día, fermenta racimos,
la manta se pega al silencio que ronda
como lo hace la cal en las paredes
cada primavera asesinada
a lágrimas despintadas y almohadas.

No es rumor que acuné hijos
aunque lo negase en sentencia dios mismo,
que no dormí tantas y tantas noches
con temor a que el desconsuelo
les diese mal futuro
y me culpasen de sus malas notas,
los recreos aburridos,
de sus amores perdidos
o de que el llanto fuese la nodriza dueña
en vez de mis senos maternos y tibios.

A veces lloro de misterio no resuelto,
casi siempre por algo que desconozco
y tan amigo en cambio sea,
y todos los llantos llevan nombres de niños
que siendo adulta acallan los propios
y a mí me hacen la llorona asignándomelos
por llantos huérfanos que recoja
en este albergue de llanto que me vieran
a la voz de mártir eres, mas no mater,
y que convierte a los hijos acunados
en cielo de ventiscas y nubes negras...

Me levanto de la cama adulta
y atrás voy dejando susurros mudos.

Conozco y reconozco
las paredes de los pasillos,
y a oscuras lloro y lloro
palpando lisos y defectos de pintura
repasando historias sin más vueltas,
buscando sentido a ser criatura adulta
mientras alcanzo el balcón y lanzo
gritos agudos en los adentros
que escapan a plazas de una infancia
donde nadie perciba los chillidos.

Presuntamente no soy más
que pulga en perro flaco lastimero,
una sombra que a lágrimas vive o muere
sin más cuna que perseguir olvidos,

y se me quejan los versos
en bostezos de madrugadas,
y los párrafos se desvelan llorando
al sonar de un bolígrafo vacío
que llora exigiendo
su porción de tinta nueva.

Probablemente dejaré de llorar
cuando muera,
es un alivio que me levanta el ánimo
y como tengo debilidad humana y crítica
me consuelo pensando
que alguien llorará mi ausencia
sabiéndose en cierto modo implicado
de que aún sepa cómo se llora en la noche
y a tientas se alcanza un pasillo.

(2005)