En los estantes de cerveza
100% alcohol,
zumos sin fruta,
azúcar sin glucosa,
pan sin harina
y sal sin mar
comprende que la sigues,
que tu soledad es la misma
que la de ella
aunque tu hija coma contigo,
te diga papi compra chocolate,
y tú la sigues y sigues
hasta los geles con aceites,
esponjas de colores,
bolsas de basura
y servilletas de lunares,
nada, acaso el perfume
de la soledad puede indicarte
que ese supermercado
no es más
que un paseo de consumo
apagando esperas
con bombones desnudos
cerrando dientes,
pipas sin girasoles
o velas de aromas
que no recuerden a nadie,
aunque la sigas ella no sabe nada,
no quiere recordar
que la presencia de un hombre
sea algo a inspeccionar
más allá de un cuerpo en sombra,
empuja el carrito
como quien lleva
a un muñeco muerto
que nada pueda expresar,
y continúas oyendo
papi cómprame chocolate,
mientras ella en ti siente
que la misma soledad
que piensa
no está entera en ella,
sino en porciones distribuida,
entonces, dices
ya, hija mía,
ya te compro chocolate,
justo cuando ella espera
en la cola de la caja
pagar la cuenta
de saberse acompañada
un instante,
deseada cuerpo de espuma,
sin saber tus ojos,
tu boca o peso corporal,
sino en brisa de momento,
cuando el muñeco llora
porque no tiene sentidos.
(2007)
100% alcohol,
zumos sin fruta,
azúcar sin glucosa,
pan sin harina
y sal sin mar
comprende que la sigues,
que tu soledad es la misma
que la de ella
aunque tu hija coma contigo,
te diga papi compra chocolate,
y tú la sigues y sigues
hasta los geles con aceites,
esponjas de colores,
bolsas de basura
y servilletas de lunares,
nada, acaso el perfume
de la soledad puede indicarte
que ese supermercado
no es más
que un paseo de consumo
apagando esperas
con bombones desnudos
cerrando dientes,
pipas sin girasoles
o velas de aromas
que no recuerden a nadie,
aunque la sigas ella no sabe nada,
no quiere recordar
que la presencia de un hombre
sea algo a inspeccionar
más allá de un cuerpo en sombra,
empuja el carrito
como quien lleva
a un muñeco muerto
que nada pueda expresar,
y continúas oyendo
papi cómprame chocolate,
mientras ella en ti siente
que la misma soledad
que piensa
no está entera en ella,
sino en porciones distribuida,
entonces, dices
ya, hija mía,
ya te compro chocolate,
justo cuando ella espera
en la cola de la caja
pagar la cuenta
de saberse acompañada
un instante,
deseada cuerpo de espuma,
sin saber tus ojos,
tu boca o peso corporal,
sino en brisa de momento,
cuando el muñeco llora
porque no tiene sentidos.
(2007)
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