martes, 21 de julio de 2009

Ilusiones lunáticas de amor, de Marta Antonia Sampedro


Traen la luna o eso dicen
y la colocan en el techo
mientras te perfuma
un olvidar conceptos,

dicen muy seguros ahí está
si la ves redonda me amas
y por supuesto te amo
me apropié de ella acaso la robé
para sentirnos bastará el espejo.

Aunque sea una lámpara
y asomen sus tornillos oxidados
la luna se forma tal y como sabemos
con sus astronautas blancos lentos
y sus cráteres vacíos y negros.

Ni el presidente de la comunidad
de propietarios y sus actas continuas
el arquitecto que ideó los planos
los diccionarios de ciencia atípica
subrayadas las mentiras
en los libros sagrados
y sus malos versos.

Nadie en el mundo impide
que la luna quepa en la casa
de los enamorados solos,

por supuesto los oftalmólogos advertirían
miopía astigmatismo ojos tuertos.

Sospechamos que es imposible
y aun así anotamos la luna está ahí
lástima que nadie la vea excepto nosotros
los que sabemos estar muy ciegos.

Hay veces en la vida
-aclaremos que es necesaria la noche-
en que los momentos que se pierden
valen más que el tiempo que nos quede.

Luego de día mejor dicho cuando amanece
vuelve la lámpara o la escayola
ocultando desperfectos viejos,
los milagros se evaporan y la luna
ha sido detenida por los guardianes
-hay quien los siente ángeles rebeldes-,
y en realidad son nuestras razones,
que traen sin luna a quien recordemos.

De la obra de la autora, "Reverso calamitas".

No hay comentarios: