domingo, 29 de abril de 2012

Para una poeta la vida es un poema minado, de Marta Antonia Sampedro


 De todas las pruebas de vida
hay una que destaco
en las cimas de las derrotas
de las guerras más silenciosas
por ejemplo esta
de ver la anciana ciega
que va llorando por el barrio
mientras compra en la tienda
con su monedero de huellas
tanteando sus céntimos mojados
antes de ver este mal milagro
me quejaba de algunas cosas
por ejemplo que lleve días el cielo
con las mismas nubes quietas
o que las margaritas abran sus pétalos
en mi horario laboral cuando no las veo
así son algunas tristezas desapercibidas
antes de algunos hechos yo era
una poeta al margen de las desgracias
que ahogan los atardeceres y las albas
pero ahora estoy mirando a la anciana
con sus ojos secos que lagrimean penas
y a sus seis hijos muertos
en las sobredosis de riesgos
y yo sigo viendo triste mi alma
por cuestiones importantes
que de noche tienen gravedad común
digamos una para muestra
que ya no coincida conmigo
el hombre rubio al que sigo amando
para una poeta es desdicha diaria
si no eres poeta igual no lo comprendes
ni yo te comprendo en tu olvido
pero observo sus ojos de cipreses talados
y dejo la buena melancolía para otro rato
se lleva su pan horneado de rastros
y yo vuelvo a mi casa por la vereda del campo
con la desdicha de sus entierros diarios
mientras huelo las rosas a mi hermano
quién sabe si este hermoso mayo
secará por dentro sus ojos quemados
y soñará la anciana con doce manos
que limpian su cara de lágrimas
y les vuelve a poner cacao y pan
entre las calles jugando contentos
para una poeta la vida es un poema minado
que sin saber se va descifrando
con las noticias deshechas
de los ojos de otros huérfanos.


viernes, 20 de abril de 2012

Poeta errante, de Marta Antonia Sampedro


Me piden ser rentable.

Por la mañana mi café tomo,
mi mendrugo a mediodía
y las sobras de la noche son
las galletas que dejé enteras.

Un amor formo
para que alguien
en él se reconozca.
Ha regresado sólo para ella,
porque a su llanto lo envío
y la sonrisa le vuelva.

Del sudor del campesino,
o del obrero entregado al tajo,
palabras de lucha les digo,
y no sumiso rezo al dolor,
a la miseria del castigo divino.
Y piensan, por qué no,
qué más puedo perder
que el poeta ya no perdiera.

Cuando sin madre un niño nace,
y en las letras ve el rostro primero,
se acurruca en ellas, olvidando,
un segundo,
mil cometas un mundo,
que la vida huérfana es,
todos errantes al llorar
delatamos la existencia.

Me piden ser rentable.

Cuando abro mi maleta
con la tinta
y desato la cuerda,
otros mundos veo
que ilusionados esperan.

El poeta en la vía del tren
pone su cabeza
para saber
la distancia
que los demás llevan.
Cuán difícil resulta
disfrazar
tanta pena,
soledad,
bajeza,
debilidad...,
certeza esquivando la muerte lenta.

Con versos entretenerla
y cantos, prosas y letras
que aparezcan
como luz de pozo,
arriba está la boca,
el poeta la enseña...

Me piden ser rentable.
Que cuadren las cuentas
de mis páginas impresas.

Cuando grita un niño,
un joven,
una mujer,
un hombre,
grita el poeta, en un distinto grito
que acalle dolor
a las gargantas secas.

Si me pedís ser rentable
se acabarán las voces
que se oyen por las ventanas,
las aceras, las olas.

Se cerrarán las puertas.

Las flores de las estaciones
que sólo la palabra libre del poeta
disemina, invisible forma
o abre a medias.

Quizá me darán
un cheque al trovador,
un apunte del Haber.
El aplauso por ser
vedet de escena
que nutre un Debe,
restando el buen hacer
del canto necesario.

Pero qué será de aquellos
que me esperan
torpe, autodidacta.

Al volar, ligera.

Inocente pureza.

Señalando, guerrera,
porque amara romántica,
o padeciendo lastimera
entrego mi ser a una letra...

Decirles lo que son.
Ser parte de su espera.
Porque con ellos está
el poeta errante,
es de su misma materia.

Quién se ocupará de ellos,
si los poetas les consolamos
en libros de contabilidad,
en vez de sílabas
que los alimentan.

No me pidáis ser rentable,
que mi cuenta ya está hecha:

café,
mendrugo,
galletas...

Por equipaje un lápiz,
una libreta.

Y que los versos
duerman
con quienes quieran.

De la obra de la autora "Bitácora de errantes".

viernes, 6 de abril de 2012

Una letra en presencia de lluvia, de Marta Antonia Sampedro


La mañana viene oscura
sin apreciar la hora del verso
recostado en la lluvia
de las plantas nuevas
y aun así el tiempo se despierta
en las gotas mejoradas
un pensamiento antiguo
una tras otra nacen
liberando al mundo
de la claridad que ciega
tanta luz no será buena
para ninguna lluvia
es preciso la oscuridad
para ver un simple rayo
perdido en las casas viejas
que refugian misterios
la tierra descansa en las voces
de quien muere aunque esté vivo
de quien canta aunque sea mudo
del resucitado que está muerto
la mañana sigue oscura
y caen palabras en mi lecho
-aún te quiero-
aporto el silencio con la lluvia
que trae los ecos de otro tiempo
sin que ya el agua sea lágrima
con la luz sin su importancia
todavía quedan respuestas
en la oscuridad de la mañana
que escriben hazañas en las paredes
reforzadas y sin presencias
en la cal de las semanas
será que la oscuridad es compañera
de los libros que nadie lea
de las piedras donde caigan
talando olivos y penas
o la luz que deslumbre el día
en los niños que juegan
con los futuros de sus tristezas
mañana será otro día
dice el búho a la cigüeña
y la mañana sigue oscura
pero con alas muy claras
y sonidos que aprietan
el cielo cae y va llenando
los espacios de sombras
y naturalmente somos
una letra en presencia de lluvia
entre páginas sin memorias.