sábado, 18 de junio de 2011

En esta hora de los junios, de Marta Antonia Sampedro

Cada noche como esta
al escuchar cómo la flor del granado
cae sobre las hormigas muertas
y la luna busca la higuera
que fue carbón humeante
mientras duermen bajo las tejas
los gorriones pequeños
que por las mañanas juegan
cada noche repaso el tiempo
donde te pensé antes de amarte
aunque la ciencia dijera imposible
y un día a eso de la una en punto
suspiro al formar tu nombre en A
mientras Sócrates calcula en qué página
quedara en mi vida tu sentido
o eso me parece al escuchar caer
un día cualquiera de mi tiempo cualquiera
y no sé en qué pensamiento quedaste
sería tal vez una idea que desconociera
que vino conmigo en mi madre
cada noche pienso que de tal manera
quedaron en nosotros los deseos guardados
como una nube hueca que se vea llena
y se rompe en otras aunque esté quieta
y de igual manera con los cuerpos vacíos
como las gardenias de octubre
que en junio aún no nacieran
este tiempo fantasma que nunca existe
cada noche se presenta con saludos y protocolos
y tira de mis sábanas tu boca
llamándome en tu cuarto de mármol
pasarán los días sobre nosotros
y seremos como hoy
dos sombras medio muertas
en tu voluntad quedaron
mis alegrías más primeras
y teoría sobre teoría de nuevo es verano
ya ves que los trigos son amarillos
como siempre
por todos los campos que miras sin mí
y cierras mis ojos cerrados
y borro tus cansadas huellas
que cada noche permutan vidas
evadiendo las nuestras
en esta hora de los junios
cuando medíamos las manos
como si nunca antes
hubiésemos visto otras
ciertamente pasará más tiempo
digamos hasta todo el tiempo
que nos quede bajo el cielo
yo detrás de ti y tú sin verme
caerán todas las mentas y los dementes
que nos sellaron el destino hacia la pena
y no te extrañe que seamos uno de ellos
por callarnos y otorgar siempre
lo malo de la razón es el presente
no hay más remedio
que seguir como sea
cayendo las noches una por una
como la flor del granado
sobre las hormigas muertas
porque amar una sola vez
es una vida entera de esperas.


(C) Marta Antonia Sampedro Frutos


lunes, 6 de junio de 2011

Una piensa en el hombre César, de Marta Antonia Sampedro

Como Vallejo expresara
hay veces en la vida yo no sé
que una piensa el mundo seguirá loco
el mundo no ve de nuevo el pasado
la sangre de los pueblos tirada
como pelo de perros
el mundo ese barco perdido
lleno de interrogantes intensas
el mundo cómo puede ser
y un pinchazo como la espina de un rosal
revive las historias de los demás
de los acobardados a fuerza de hambre
pobres solos desamparados
que acarrean su agua diaria entre las arenas
mientras los que roban llenan sus bañeras
de perfumes extranjeros hasta de agua extranjera,
se mira el mundo arrinconado como una planta seca
de la que nadie espera más que la suerte ronde
y ni siquiera se piensa en la posibilidad de su no existencia
el mundo que rueda a más velocidad que naciera
el mundo que permanece bajo las humedades
de los insectos y las pobrezas
el mundo donde Vallejo inclinara su tristeza
como quien espera que todo sea mentira
y escribe incansable cartas a la verdad extrema
cuando la certeza es el hambre
y la caída de los barros invernales
te entierran las sencillas esperanzas
de nada sirven la escuela ni las pizarras
donde los niños aprenden
a leer la falsa historia de los pueblos
y a devorar un mendrugo como sea
entre mentira y mentira juegan sus ideas
y en las tizas se desarman a la noche
mientras sueñan que mejor no sueñan
y una piensa en el mundo pequeño
de las uralitas y las gallinas vivas sobre las mesas
y un día que todo cambia y lo comprueba
como el terremoto que no avisara
porque ya los gritos del pueblo
levantan en el Pacífico las velas
de todos los que no tienen miedo
una piensa en el hombre César
y brinda porque luchó a destiempo
con sus melancólicos poemas
y sus recuerdos en las cuestas
siempre pensando en los que mueren
sin que al menos los llamara la muerte
tocando en sus pobres puertas
entonces una ve claramente
que el mundo pequeño es de todos
incluso del poeta. 

miércoles, 1 de junio de 2011

Las cinco golondrinas del mar, de Marta Antonia Sampedro

Cinco golondrinas vuelan
todos los días junto al mar
saladas y ligeras
papel de calco parecen
nubes de tormenta desarmada
o cielo oscuro en pedazos
rozan los barcos sin ancla
zurciendo las velas
con hilos de fuerza
carbón tan veloz
venido del interior
donde eran hielo negro
de los antiguos inviernos
cuando arden los olivos
de cenizas y de sudor,
juegan con las tardes
a ser cometas perdidas
cuyos nidos sean las olas
que arrastran a las arenas
el tiempo que no existe
la marea que en sus picos
cobija la tierra de sal
o la descubre al despertar,
dónde dormirán de noche
las cinco golondrinas del mar
cuando descansan sus alas
en la oscuridad de la existencia
y las sombras de las costas
y los horizontes de las sierras
son vigilias de las lunas quietas
sueños nuevos por llegar
que reescriben en las aguas
y borran de las piedras
las palabras que no importaron
y a los párpados llegan
volando en los ojos gigantes
y al eco enorme
de sus llamadas van
cuando las quiere abrazar el mar.